Prólogo

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Cuando todos los hermanos habían conciliado el sueño luego de un par de horas de inagotable lucha por mantenerse en silencio, dos cuerpos se levantaban en sincronía desde ambas esquinas del futon y salían a la azotea de la casa, recibiendo a un centinela en su espera; la cálida brisa del verano. Las dos siluetas se sentaron en el techo, mirando el cielo, la luna y las estrellas que componían aquel ancho de ese manto azul que se lucía ante ellos, taciturna, elegante, dispuesta a observar nuevamente una rutina que hace semanas había comenzado entre ellos, siempre en secreto de los demás hermanos, desde que se toparon por casualidad.

—Ah~ es fantástico! —Dijo el mas alto, siendo respondido con un chiflido de su acompañante que le ordenaba bajar la voz.

Obedeció, cubriendo su boca con ambas manos.

El más encorvado se encogió de hombros, sacando un cigarro del bolsillo de su pijama celeste anteriormente guardado para la ocasión, se lo puso en la boca sin encenderlo, solo saboreando el amargo tabaco envuelto en papel entre sus labios, mirando a la nada con su despreocupado y tal vez agotado mirar. El sonriente compañero ensanchó mas la expresión, mirando fijamente a la luna.

—¿Por qué siempre venimos aquí? -Preguntó.

El silencio contesto.

—Es para ver las estrellas?.

Otro silencio.

—Son para nosotros?.

Un sonido de afirmación, casi inaudible.

—Gracias —Se volteó para ver ese idéntico rostro pero a la vez tan diferente —Ichimatsu nii-san

Las estrellas titilaban en la monotonía del espectáculo nocturno.

—Ichimatsu nii-san —Volvió a hablar mientras el susodicho volteaba a verlo sin interés —Siempre estaremos juntos, ¿no?

—Nadie lo sabe.

—Yo no quiero eso.. —Jyushimatsu jugó con sus dedos, le pareció extraño ver sus manos sin estar cubiertas por sus mangas amarillas —A ti te gusta estar conmigo, ¿no?

Siempre era la misma conversación, ahora le tocaba decir: 

—Puede ser.

Pero esa respuesta nunca le era suficiente a Jyushimatsu, por lo que agregó:

—Estar con Ichimatsu nii-san me hace muy feliz.

El despeinado no pudo evitar mirar al suelo; las tejas del techo eran realmente ásperas para sus pies ahora que se daba cuenta. Un escalofrío recorrió su espalda, sabía perfectamente lo que venía a continuación, y a pesar de ello se quedo en silencio, si armaba un alboroto todos se despertarían. Su hermano prosiguió, casi de forma autoritaria.

—Por eso todo aquel que desee interponerse entre nuestra felicidad no merece vivir. 

—Eso es extremista.

Se calló al instante al ver la penetrante mirada de Jyushimatsu atravesándolo como el filo de una espada, aún habiendo vivido 20 años junto a su hermano menor, nunca iba a acostumbrarse a la sonrisa tan falsa que Jyushimatsu le dedicaba, esa sonrisa que solo hacía cuando estaba molesto. El frío calaba los huesos y estando ellos en un delgado pijama no era para nada extraño que el oji ámbar adoptara esa actitud irritada, eso quería creer.

Ichimatsu carraspeó ante el repentino silencio incomodo que se había generado, quiso decir algo, mas nada salió de sus labios resecos y pálidos, el papel se había humedecido a tal punto que podía saborear la amarga y desagradable hoja del tabáco. Se encorvó de tal manera que visiblemente pareciera que su columna sufriría alguna especie de secuela en el futuro, ignorando lo entumidas que estaban sus piernas por permanecer en una posición tan forzada en un techo incomodo para el tacto de sus pies. Escupió el cigarro que ahora le era tan fastidioso, quería irse a dormir.

Un sollozo llamó su atención, miró a su derecha y su pequeño hermano murmuraba palabras in eruditas, a su vez que limpiaba con el dorso de su mano aquellas lágrimas que amenazaban con resbalar por sus mejillas. Ichimatsu quedó perplejo y sus dedos temblaron ligeramente, se sentía tan estúpido por estar a la defensiva...

—Jyushimatsu...

—Nii-san me odia? —Murmuró con un hilo de voz.

El despeinado se levantó, haciendo caso omiso nuevamente al dolor de sus músculos y al sonido de sus huesos crujiendo por el repentino cambio de posición, se acercó lentamente a su hermano y estiro un brazo hacia él, casi a punto de tocar su cabeza, sin embargo, se detuvo a mitad de camino, dudando, se alejó sintiéndose inútil, sin poder hacer nada para conciliar a su hermano.

¿Por qué de repente su corazón palpitaba de tal forma que lastimaba su pecho? ¿Por qué le hacía creer que se lo estaban estrujando? 

—Yo.. No es eso, no te odio —El menor alzó la cabeza, limpiándose la mucosidad de su nariz -La verdad es que yo.. -Ichimatsu rascó su nuca nervioso, sin saber como proseguir, pero sin hacer falta en realidad, porque Jyushimatsu poco a poco recobraba su rostro risueño de siempre y se le lanzaba encima en un fuerte abrazo.

—Nii-san! Soy tan feliz! —Y reía estruendosamente, siendo acallado por las manos del oji purpura que le cubrían la boca.

—Te dije que hicieras silencio...!

—Perdón.

Dicho eso, apoyó el mentón en el hombro de su hermano mayor, recibiendo un suspiro de resignación a cambio, aumentando su felicidad, obligandole a pegar más a Ichimatsu contra él, sintiéndolo suyo, estando tan cerca de dar la primera mordida a ese fruto virgen, prohibido por la moral y por la repulsión de la sociedad al tener esta clase de emociones ante una persona con los mismos lazos de sangre, y a pesar de ello, tenía la constante necesidad de proteger aquel fruto del cual tantas veces había fantaseado con tocar, tener temblando entre sus brazos para finalmente fundirse con él.  No obstante, tenía que esperar, ¿A ser correspondido?, no... a que todo estuviera listo. 

Porque era su nii-san.

Su amado y codiciado Ichimatsu nii-san.


•ADICTION•



ADDICTION [Jyushiichi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora