Testigo

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Las nubes grises cubrieron el cielo, eliminando la poca luz que quedaba en esa tarde de otoño. El viento arrastraba las hojas caídas, secas, marchitas, que no hacían mas que ensuciar las calles, pero dándole color al gris pavimento. Una de las miles de hojas detuvo abruptamente su vuelo, enganchándose en el pantalón de Ichimatsu, sentado en la entrada de la casa, acariciando el gato que diariamente venía a verle, ignorando la posible tormenta que se avecinaba. No quería pensar en lo ocurrido durante la madrugada y la tarde, el resfriado había sido solo el primer susto, pero la discusión con él había sido el climax de una tensión que durante meses se había acumulado.

El primer trueno de aquella tormenta hizo estremecer y escapar al minino. El de morada sudadera se levantó, apresurándose por seguir a su pequeño amigo, algunas gotas comenzaron a caer.

—Oi! Espera! —El felino dobló por una esquina de las calles. Al seguirle, el gato ya se había detenido, erizado, mirando fijamente al callejón del lado derecho de la calle que emitía extraños sonidos. Ichimatsu agudizó el oído intentando identificar lo que sea que estuviera sonando.

Golpes.

La curiosidad dominó su cuerpo, se acercó lentamente al pasaje, un quejido de dolor llegó hasta sus oídos ¿Un vagabundo? se deshizo de esa idea casi de inmediato. Avanzó un poco más, pegándose a la pared, los quejidos degeneraron en llantos atemorizados, otro golpe más, el llanto se hizo mas fuerte. Se asomó, un rayo atravesó el cielo, iluminando el interior del lugar; su estómago se revolvió.

El cuerpo ensangrentado se arrastraba patéticamente por la incapacidad de sus piernas, ahora destrozadas, las yemas de sus dedos no eran más que tristes piezas de piel lagrada y sanguinolenta, aferrándose con desesperación en el pavimento. El pesado bate fue estrellado contra su cabeza, haciéndole crujir, abriéndose en una reducida lluvia de carne y trozos de cráneo regándose por el piso, ensuciando las pantuflas de su atacante que aún no se percataba que estaba siendo observado por Ichimatsu, vislumbrando en perplejidad, inmóvil frente a la escena emergente ante él. El pútrido aroma desprendiente del deplorable estado del cadáver le produjeron arcadas que intentó reprimir, esmerándose por no desplomarse a causa del temblequeo de sus piernas. Se sujetó a la pared, echando un vistazo por ultima vez al interior del callejón.

Otro rayo cayó sobre la ciudad, esta vez acompañado por un sonoro trueno, donde el despeinado dejó escapar -involuntariamente- un susurro de sus espantados labios.

—Jyushimatsu.. — Se puso contra la pared, tapando su boca en el acto, le pareció que el susodicho giraba un poco la cabeza, reaccionando al llamado.

El corazón le bombeaba a mil por hora, ¿Qué era lo que se arrastraba ahora?, las gotas de lluvia empezaron a caer sobre la ciudad para luego hacerlo de forma torrencial, acoplándose todos los sonidos, confundiendolo. Permaneció estático al reconocer el arrastre de Jyushimatsu acercándose a él, igual que al de esa mañana.

Un cuarto rayo, seguido de un trueno ensordecedor hizo reaccionar todos los nervios de su cuerpo. Corrió todo lo que sus piernas dieron, al llegar ni siquiera se preocupó de cerrar correctamente la puerta, tampoco le importó chocarse con cada mueble que había en la casa, ni siquiera respondió las preguntas de sus hermanos referentes a: ¿Dónde esta Jyushimatsu?, haciendo caso omiso a los regaños de Choromatsu con respecto a lo irresponsable que él era por salir sin que siquiera su salud estuviera renovada. Los ignoró sabiendo que terminarían por dejarle en paz. Estaba bloqueado, tanto que sólo atinó a sentarse en una de las esquinas del cuarto, abrazando sus piernas, común de él de no ser porque ahora estaba asustado.

Los minutos pasaban tranquilamente, siempre lentos y tediosos, los cuatro hermanos restantes en la habitación se reunían alrededor de la mesa, "Mahjong" era lo que solían jugar en las noches de tormenta, juego que a Ichimatsu no le agradaba para nada, dándole más puntos para permanecer en esa esquina del cuarto, sumergido en sus propios pensamientos, haciéndose un sin número de preguntas que involucraban el: ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Quién?, sin poder responder ninguna de estas, manteniéndose incrédulo ante esa idea tan fantasiosa pero al fin y al cabo real.

—¡Ya mueve de una vez, Totty! —Exclamó el mayor de los Matsuno.

—Y-yo.. Paso.

—¡No puedes pasar! —Exclamó el tercer miembro de la familia.

—Oh, awful brother, lo harás llorar como sigas.

—No pienso llorar!

La acalorada discusión fue rudamente interrumpida con el abrir de la puerta del cuarto, un sonriente Jyushimatsu entró mientras agitaba sus brazos de un lado a otro, armando bullicio, captando la atención de todos los presentes, exceptuando al cuarto Matsuno, quien se encogió más en su lugar.

—Finalmente llegaste —Dijo Osomatsu con poco interés.

—¿¡Dónde habías estado!? ¡Hay una tormenta afuera!

Jyushimatsu dejó a la vista su gran bate, sucio con polvo y otros elementos de quien sabe qué, en quién sabe donde. Fue recién cuando Ichimatsu giro los ojos hacia él, ambas miradas chocaron por unos segundos y la enorme sonrisa de su hermano se ensanchó, enmarcando las lineas de expresión. Volteó los ojos a la ventana de inmediato, las primeras gotas se deslizaron por el cristal empañado, afuera los faroles apenas iluminaban las calles, incluso desde ese lugar podía identificar sin problemas el callejón, probablemente el olor a putrefacción no se sentiría con la humedad del agua.



—Voy a apagar la luz —Dijo Choro, dando un bostezo.

Por alguna razón el futon daba la impresión de ser muy frío. Ichimatsu se removía inquieto, mirando la pared a su derecha, volvía a pensar en Jyushimatsu, ahora con un nuevo sentimiento.

Satisfacción.

—¿Satisfacción de que..? —Se calló y miró a su espalda para comprobar que nadie le había oído.

Las ventanas retumbaban a causa del viento, el sonido de la lluvia cayendo de forma torrencial era lo único que le hacía compañía a sus turbios pensamientos. Una idea atacó su mente:

"Jyushimatsu lo sabe"

Se mordió el labio hasta sentir un punzante dolor, la nueva ocurrencia bloqueaba el resto de las preguntas. Se levantó con cuidado, las sábanas se rozaban la una con la otra. Ya en la puerta dirigió una ultima mirada a todos sus hermanos; dormían plácidamente.

—Que envidia —Murmuró.

La madera crujía con cada pisada, el color marrón del suelo se volvía sucio, transformándose en un grisaseo pavimento con la victima en el suelo, las paredes se agrietaban hasta no ser mas que ladrillos salpicados de gotas rojizas, el gato maúlla y se ríe de la escena, ¿No es ese hombre el que trae las gafas de sol?

Le puso seguro a la puerta a su vez que una gran calma le obligaba a suspirar, la cerámica era muy fría durante esas noches. Se lavó la cara y observó su rostro en el espejo con la poca luz que la bombilla le otorgaba; estaba demacrado, los ojos se hallaban más caídos que de costumbre, debajo de estos, grandes ojeras se implantaban. Volvió a lavarse la cara, ni siquiera alcanzó a cerrar el grifo cuando la madera crujió desde fuera. Miró de reojo la puerta con cierta duda, sujetó el pomo de ésta quitando la llave, mientras giraba muy despacio el metálico objeto para abrir de golpe.

Oscuridad, nada mas que oscuridad.

Un jadeo escapó de sus labios, caminó con prisa por el corredor sin importarle el ruido que sus pies hicieran mientras se maldecía internamente por dejar que la paranoia jugara con su mente de una forma tan morbosa y cruel. Se detuvo justo en frente de la entrada, una presencia se sentía detrás, sus ojos temblaban por el pavor, trago seco, volteándose.

—Meow

El gato meneó su cola de un lado a otro, sus ojos amarillos brillaban relampagueantes en medio de la penumbra.

Por segunda vez volvió a suspirar, se acercó a la entrada y abrió para que el felino saliera a la calle, perdiéndose en medio de ese paisaje lluvioso que reducía la intensidad de su caída. Una pequeña sonrisa se formó en el rostro de Ichimatsu, respiró hondo, el olor a humedad transfería a él una gran calma, erradicando todas las inseguridades que se apoderaban de él en esos momentos, una calma que hacía juego con ese maravilloso panorama de los faroles alumbrando tenuemente la calle y los árboles que se mecían por el viento y el agua. Cerró los ojos, perdiéndose en un abismo de paz, una extraña paz que le tomaba de los hombros desde su espalda.

—Ichimatsu nii-san

Efectivamente "él ya lo sabía".

ADDICTION [Jyushiichi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora