Cómplice

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El miedo degenera en la desesperación y la agresividad es una consecuencia de la desesperación. Una reacción instintiva que, por muy racionales que sean los seres humanos, no pueden reprimir una vez se ven acorralados ante el peligro, al mismo tiempo que la adrenalina se aglomera y el sentido del juicio se disipa.

Una combinación terriblemente adictiva.

El cuello de la muchacha era delgado y frágil, o quizás las manos de Jyushimatsu eran muy grandes y toscas. Había sido un encuentro casual y, tan agobiado se hallaba de que todo quedara en silencio, que ni los gritos de la chica fueron suficientes para romper el trance en el que se hallaba inducido.

"CRACK", fue el sonido que finalmente acalló por completo la algarabía. Los ojos desorbitados e impregnados de horror de la joven, congelada en una mueca de infinito agobio, observaban un punto perdido tras su agresor, mientras finos hilos de saliva se deslizaban de su boca entreabierta, la cual alguna vez trató de aferrarse a la vida, en vano.

Jyushimatsu soltó el cadáver sin cuidado y emitió una risilla nerviosa ante la agradable sensación que experimentaba. Alzó sus manos para contemplarlas; temblorosas, las cerró con fuerza y sus nudillos se emblanquecieron, el efecto de la dopamina liberada en su sistema nervioso empezaba a languidecer a causa del eco lejano de "ellas".

Ha sido mordido.

Ha sido corrompido.

Ha sido...

—Jyushimatsu.

El susodicho se volteó ante el llamado, sin rastro de preocupación, tan monótono como los días felices. Ahí estaba Ichimatsu, con las manos en los bolsillos, indiferente a la situación. No, era porque aún no se había percatado del cadáver, ¿Era eso, verdad?

—Nii-san...

—Déjame explicártelo.

—¿Cuánto tiempo has estado ahí? —Preguntó, estupefacto.

—El suficiente.

Ichimatsu lo sabía, había estado ahí desde el comienzo, los ojos de la chica lo miraban a él, le habían suplicado auxilio y se lo negó, limitándose a mirar por pura morbosidad.

—¿Se sintió bien?

Jyushimatsu desvió cautelosamente la mirada al suelo y una risilla emergió de su boca entreabierta, intensificándose hasta alcanzar una estruendosa y ronca carcajada emergente de las cavernas de su garganta.

—No se detendrá —Dijo como le permitieron sus risotadas —¡Ellas siempre piden más!

Ichimatsu permaneció inmutable a la espera del próximo movimiento de Jyushimatsu, el cual se movió ligeramente, cambiando de posición y, por consiguiente, haciendo crujir sus articulaciones que no hicieron más que estremecer al despeinado en su interior, espectante a que su hermano se le abalanzara y le rompiera el cuello, pero el menor no se levantó, si no que se limitó a curvar su cuerpo hacia atrás y, con el impulso conseguido, darse de lleno en la pared de ladrillos una y otra vez en intervalos de escasos segundos que parecían eternos para el despeinado, cuya mandíbula se había tensado en una expresión de inquietud, estrepitosamente invadido por los recuerdos. Dichos golpes tan afines a los del callejón del otro día, los que aún le atormentaban en sus tiempos de soledad.

—Y no se detendrán...  —Masculló, está vez golpeándose con más fuerza, siendo el vocero de las voces lejanas que aún estaban acongojándole, ¿Por qué no se iban?

En aquella pared de ladrillos grisáceos ya había empezado a lloviznar, las gotas carmesíes se deslizaban por el concreto, finas, errantes. 

—Espera, detente... —El despeinado avanzó un paso —Deja de...

ADDICTION [Jyushiichi]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora