CAPÍTULO 10. Porque está mal.

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CAPÍTULO DIEZ.

Porque está mal.

Está mal. Es incorrecto. No es bien visto. Somos diferentes.

-¡¿Ustedes qué?! –preguntó escandalizada Gaby por el otro lado de la línea.

-Nos… besamos. –dije susurrando.

Después de cenar había regresado a mi habitación con la mente más clara y sin poder creer lo que había hecho con Justin. Lo había besado, de nuevo… ¡Y hasta lo había dejado tocarme! Había cerrado mi balcón y puesto correctamente las cortinas, después había marcado el número de mi mejor amiga y ahora le contaba mis penas.

-¡No puedo creerlo! ¿No se suponía que lo odiabas? –preguntó entre risitas.

-¡Lo odio! Pero Gaby… tiene algo. –dije resignada.

-Sí, bueno. Por lo que me has contado, debe ser ¡súper sexy!

-No, no lo es. Se viste como callejero, odio sus tatuajes, odio a sus amigos, odio su actitud, además, ¡ya te conté lo de la chica que me atacó por su culpa! –dije con voz seca.

-Pero él te defendió, eso es lo que cuenta.

-Pero la otra vez… -estuve a punto de contarle de cuando Justin me había atacado y de cuanto me ha amenazado, pero conocía a Gaby y ella era capaz de denunciarlo, lo que sólo me causaría más problemas.

-¡¿Qué?! ¿La otra vez qué? –preguntó emocionada.

-No, nada.

Hubo un silencio en la línea.

-Hay algo que me estás ocultando, ¿cierto?–preguntó perspicaz.

Yo temblé.

-Tengo que ir a dormir ya, el horario de California no favorece al de aquí. Luego te marco, te quiero. –colgué sin hacer caso a sus advertencias.

El teléfono en seguida volvió a sonar, pero colgué de nuevo y fui a dormir.

No sin dar una última mirada a mi balcón.

***

Bostece por tercera vez en lo que llevaba la clase. Me había despertado tempranísimo para alaciar mi cabello, me había puesto la blusa gris más bonita que encontré en mi clóset y que sirviera para el horrible clima de Bradford, me había maquillado un poco más de lo que acostumbro y me había puesto botas de tacón de aguja sobre el entallado pantalón negro, me había hecho manicura para combinar mis uñas con mi ropa, me había puesto aretes y un collar dorado.

Al llegar a la escuela pude sentir las miradas de los hombres más hambrientas que nunca, pude ver como las chicas miraban mis prendas, mi cabello, con envidia. Y nada de eso me importó. Pues aunque odiara con toda mi alma reconocerlo, sólo lo había hecho para que él me viera.

Lo triste, es que estaba en la última clase y no me había cruzado con Justin para nada. En el descanso, mientras me dirigía al gimnasio, porque se supone que ahí debemos comer algunos, vi a tres de sus amigos dirigirse a la cafetería, el chico tierno, el chico con rasgos latinos y el otro que me daba miedo; faltaban Justin y el chico negro.

Un golpecito en la mano me sacó de mis pensamientos.

Miré y al lado de mi mano, sobre la banca había un papel hecho bolita.

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