CAPÍTULO 37. Para dormir más tranquilo.

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CAPÍTULO 37.

Para dormir más tranquilo.

Cierra los puños, princesita.


-¿No vino a ninguna clase? -le pregunté a Chris con el ceño fruncido, a Justin le importaban las clases tanto como a mí me importaba el perico de la vecina.

Chris negó con la cabeza y una sonrisilla traviesa en el rostro.

-¿La pequeña Marissa ya no puede estar ni un día sin ver a su nene? -preguntó riendo, fingiendo ternura con una mano en el pecho.

Yo lo fulminé con la mirada, pero mis mejillas ardientes me delataron.

-¿Dónde está, Chris? 

-I dunno! -gritó riendo, pero yo sabía que sólo bromeaba para intentar distraerme y evitar mis preguntas. Miró mi expresión seria y suspiró: -Sólo sube, Marissa.

Subí a su auto con los brazos cruzados -lo cual es más difícil de lo que parece- y el ceño fruncido, sé que era inmaduro de mi parte actuar de esa manera, pero en todo el día ni Justin, ni Lil, ni Alfredo se habían presenteado a clases, mucho menos Kevi, pero él estaba arrestado hasta donde yo sabía, el punto era que algo debía estar pasando (probablemente grave), para que Justin permitiera que Chris me llevara a casa sin la compañía de un tercero.

-¿Desde cuándo tienes auto? -pregunté confundida.

Chris rió un poco más, como recordando algo gracioso.

-No es mío.

Yo lo miré confundida, por primera vez desde que llegué a Bradford sentí que Chris era en verdad un delincuente, como los demás. No pregunté nada más en todo el camino.

-Llegaste, Julieta. -anunció con voz divertida, volviendo a la inocencia de siempre.

Tomé la manija de la puerta y dejé mi mano reposar ahí.

-¿Justin ya está en su casa? -pregunté en voz baja.

Chris me miró unos segundos y suspiró. Sacó su celular de uno de los bolsillos de su pantalón y tecleó, depués se lo llevó a la oreja y esperó:

Nada. 

Bajó el celular y volvió a teclear, y de nuevo, nada.

-No lo sé. -murmuró con el ceño fruncido. De pronto sus ojos se abrieron más de lo normal y una extraña pizca de diversión brillo en su mirada. Después me miró con ojos entrecerrados: -Hagamos un experimento, tortolita.

Yo lo miré confundida.

-Dame tu celular. -pidió. Yo dudé un egundo sin saber a dónde quería llegar y le entregué mi teléfono. El tecleó algo y se lo llevó al oído. Pasaron unos segundos y Chris comenzó a reíse a carcajadas tan fuerte que se le saltaron las lagrimas y creí que mojaría su pantalón. -Estoy bien, príncipe. -alcanzó a decir entre risas. Pasaron unos segundos más y a pesar de estar considerablemente lejos pude escuchar los gritos de Justin desde la bocina de mi teléfono, la cara de Chris fue un poema, pasó de diversión a preocupación en segundos. -No... n... no, Justin... escucha... no, Justin... ¡No, por favor!... Ya, ya, está bien, te la paso, lo siento, lo siento. -rogó y con cara de sufrimiento me entregó el celular.

Yo lo miré con ojos abiertos, no quería contestar, no iba a permitir que me hiciera eso, primero lo hace enojar y ahora me deja con el problema. Miré mi celular como si fuera un pase a la horca y negué con la cabeza. Chris insistió con la misma expreción dolida hasta que lo tomé.

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