Capítulo 31: Sesenta segundos

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¿Conocéis esa sensación, cuando el tiempo pasa muy rápido e intentas atraparlo entre tus dedos, intentando retener ese instante un poco más? Pues yo me siento así.

Sin darme casi cuenta, habían pasado nueve meses desde que había llegado a St. Peter’s College. Nueve meses en los que había pasado de todo. Nueve meses que nunca olvidaría. Nueve meses que habían pasado como sesenta segundos.

Pero no sólo pasaba con este curso. En otros años, con la llegada del mes de junio, llegaban los exámenes finales, mi cumpleaños y el final de curso. Final de curso que para mí consistía en una gran fiesta con mis antiguos compañeros de St. Jude, y días después marcharme a pasar el verano en California.

Sin embargo, este año me siento nostálgica. No sé si es porque se termina un año memorable, por ser mi último año en la escuela, o porque definitivamente me estoy convirtiendo en una adulta.

Los días previos a la graduación habían pasado como un suspiro. Las clases ya habían terminado para los del último curso, por lo que nos pasábamos todo el día tomando el sol en los jardines del internado. Sin embargo, los días que en apariencia parecían tranquilos habían estado cargados de emociones: firmas en los anuarios, fotografías con los profesores, abrazos de despedida, menú especial en el comedor… La culminación de esa semana sería el baile de fin de curso y, por último, la graduación.

Esos días también habían servido como reconciliación. Jill había sido aceptada de nuevo  en la sociedad estudiantil, aunque con algunas reservas por parte de algún sector concreto del internado, como la pandilla de seguidoras de Blondie Fox. Jill le había pedido perdón a Blondie Fox, que se lo concedió de mala gana, aunque al final acabó admitiendo que le encantaba sentirse el centro del mundo.

Con respecto a Christian, aunque él se mantuvo algo alejado de Jill durante unos días, al final acabó perdonándola por todo lo que había publicado acerca de él en el boletín de Fionna Catchpole. Además, Christian está loco por Jill, por lo que el enfado no le habría durado mucho de todas maneras.

En mi pandilla hubo ciertas opiniones contradictorias. Johnny, Charlie, Kevin y Penny estaban a favor de perdonarla. Nat y Jerry tenían sus recelos, al igual que Chris. Mis amigos dijeron que la decisión dependía de Chris y de mí. Yo por mi parte la había perdonado, y al final Chris también lo hizo.

Y por fin llegó el día del baile.

Creo que existen tres días muy estresantes para cualquier chica: su primer beso, el día de su boda y el día del baile de graduación. Y como puede imaginarse, nuestra habitación es un completo caos. Ninguna encuentra nada de lo que tenía pensado utilizar, y el pánico reina en la habitación. Ninguna de las cuatro está maquillada, peinada o vestida. Pero lo peor no es eso. Lo peor es que quedan cuarenta minutos para reunirnos con los chicos.

-          ¡HELENA WILLIAMS! ¿DÓNDE HAS METIDO MIS MANOLOS?

-          Cálmate Nat, tus Manolos están debajo de tu cama. Donde han estado desde hace tres días. – le recuerdo mientras yo misma busco mis zapatos en mi armario.

Nat se agacha para ver si lo que le había dicho era cierto, y sonríe cuando localiza sus tacones.

-          ¿Sabías que te adoro y que en un futuro te contrataré para que seas mi asistente personal?

-          Lo sé, lo sé. – añado. Y de repente oímos un grito procedente del cuarto de baño – Venga, acompáñame al baño, vamos a ayudar a estas dos.

La que grita es Charlie, cómo no. Y está gritándole a Penny.

-          ¡Dijiste que querías sombras oscuras! – dice Penny con un hilo de voz.

St. Peter CollegeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora