Capítulo 25: Miseria

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El día siguiente llegó, y con él, la típica calma que precede a una tormenta. Experimentaba la sensación de que mi día no iba a ser como cualquier otro, sino que iba a ser “algo” diferente. Me inquietaba ese “algo”, porque lo desconocía y no sabía como reaccionaría ante él.

Descubrí la causa de mi inquietud cuando decidí levantarme de la cama, ir la pared de la habitación y consultar mi horario. Equitación las dos primeras horas. Solté un suspiro de resignación. No por tener que ir hasta los establos cuando hacía tanto frío por las mañanas, sino por ver a Fred Hilton.

Sinceramente, no me apetecía nada volver a verle. Me ponía de los nervios la manera en que intentaba ligar conmigo, aun sabiendo que tenía novio. Vale, no le había dicho quien era mi novio, pero tampoco creía que hiciese falta. Si Charlie no se lo había contado todavía, ya se habría enterado por Fionna Catchpole. Los cotilleos volaban por el internado.

Por todo eso, volví a meterme en la cama y a taparme completamente con las sábanas, sin intención de levantarme.

-          Despierta dormilona – me dijo Nat lanzándome un cojín por encima.

-          No quiero ir a clase. – gruñí yo.

-          ¿Y se puede saber por qué? – preguntó Charlie sumándose a la conversación.

-          Estoy enferma.

-          ¿Qué vas a estar tú enferma? Ayer por la noche ni querías dormir – añadió Penny algo somnolienta.

-          Eso era ayer. Hoy me encuentro mal.

-          ¿Pretendes que nos creamos que te encuentras mal? – preguntó Nat con ironía.

-          ¿Por qué no?

-          Teniendo en cuenta la cantidad de comida sana que comes, dejando aparte tu adicción por el chocolate… - comentó Charlie

-          Y siempre vas muy abrigada a clases. Es imposible que estés enferma. – la secundó Penny.

-          ¿Por qué nadie se cree que estoy enferma? – dije saliendo de la cama.

-          Porque tienes el cutis demasiado bien para estar enferma, querida. – añadió Nat. – Así que dúchate y vístete, o llegaremos tarde a desayunar. Y hoy seguro que llegamos a tiempo para coger las mejores tortitas.

-          No estés tan segura. – le dije dirigiéndome al armario para sacar el uniforme. – Seguro que todo el sector masculino ya está haciendo cola para las tortitas.

-          Seguramente todavía estén durmiendo. – añadió Penny.

-          En serio Lena, ¿no se te hace la boca agua con las tortitas? – me preguntó Charlie.

-          Tortitas con mucho chocolate – terminó Nat, poniendo mucho énfasis en lo de chocolate.

Vale, unas buenas tortitas eran capaces de levantarme el ánimo. En vez de ponerme el uniforme, me puse una camisa blanca, un jersey verde de lana, unos pantalones de montar marrones y las botas de montar, además de un chaleco impermeable de color verde oscuro.

Una vez que Charlie y Nat se pusieron los uniformes y Penny se vistió de manera similar a la mía, nos dirigimos al comedor para desayunar. A esa hora estaba casi lleno, por lo que abrimos camino hacia nuestra mesa habitual casi a empujones.

Los chicos ya estaban sentados, cada uno con un plato lleno de tostadas delante. Estaban casi dormidos, por lo que no dieron mucha conversación. Miré hacia la izquierda de Johnny. El sitio, normalmente ocupado por Chris, estaba vacío. Lo echaba terriblemente de menos.

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