Pasaron unos cuantos días sin que llegara a pasar nada entre Christopher y yo. Nos hablábamos, y él intentaba actuar con normalidad conmigo, pero ya casi nada era lo mismo.
Llevaba todos esos días intentando estar con él a solas, pero él siempre encontraba un pretexto para que no estuviéramos solos. No habíamos estado solos en ningún momento. Y quería hablar con él, pero era imposible. Por más que yo intentara arreglar las cosas con él, más me evitaba.
Pero yo no me refería únicamente al tema del sexo, sino a intentar arreglar nuestra relación. Quería a Christopher, y había estado demasiado tiempo sin él como para ahora dejarlo. No quería dejarlo. Lo quería. Puede que demasiado. Y sabía que él me quería a mí, por eso no podía entender por qué me rechazaba. ¿Acaso le importaba más su propia conciencia que yo?
En esos días que no pude hablar con Chris, me entretuve con otros asuntos. El bebé de Nat crecía lentamente mientras que su madre debía guardar reposo en sus horas libres. Nadie en el internado se había enterado de su embarazo aparte de nosotros, y Nat no pensaba decirlo a no ser que fuera estrictamente necesario.
Pero Nat estaba radiante. Casa día estaba más feliz, pese a los vómitos de por la mañana y las náuseas en las comidas. Jerry se había convertido en su sombra, y siempre estaba con ella para lo que necesitara. Y cada día que pasaba estaban más enamorados que nunca. Me alegraba mucho por ellos. Se lo merecían.
Penny, Charlie y yo queríamos organizarle un babyshower, y de eso hablábamos cuando Nat recibió su primer regalo:
- ¿Para cuándo el babyshower? – preguntó Nat.
- Nat, ¿no crees que eres un poco impaciente?
- No tengo nada de bebés. Ni siquiera un par de patucos. Ni un babero. No soy impaciente, soy realista.
- Ya te regalaremos algo, no te preocupes. – le dijo Penny.
- No si antes le regalo yo algo – dijo Jerry apareciendo en la habitación sin llamar.
- En otras circunstancias te reñiría por entrar sin llamar, pero en esta no. ¿Qué me vas a regalar? – le preguntó Nat, que estaba más ilusionada que una niña el día de Navidad.
- No es para ti querida, es para el bebé.
- Dámelo Jerry – le dijo Nat arrebatándole el paquete, que abrió corriendo.
De la caja antes perfectamente envuelta salieron un pijama de bebé, unos patucos, un gorrito y un babero, todos ellos en color verde.
- Jerry, es todo precioso, pero es tan…
- Verde – completamos Charlie, Penny y yo.
- Lo sé, lo sé, pero como todavía no sabemos si es niño o niña, pues lo cogí todo en este color, porque sirve para ambos sexos.
- Eres incorregible – le dijo ella dándole un beso.
Chris entró en la habitación y se sentó a mi lado, agarrándome por la cintura y posando un beso en mi pelo.
- ¿Habéis leído el último boletín de Fionna Catchpole? – preguntó Jerry.
Fionna Catchpole. Hacía tiempo que no oía hablar de ella. Jerry me pasó el folio ya manoseado, que empecé a leer mientras Chris hacía lo mismo por encima de mi hombro.
“Hola a mis queridos compañeros de St. Peter:
Como siempre, vuestra fiel Fionna Catchpole os cuenta los últimos cotilleos del internado.
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St. Peter College
Romance¿Qué harías si tu novio te engaña con tu mejor amiga?¿Si tus padres se divorcian? ¿Si tu padre se vuelve a casar con la mujer con la que engañó a tu madre? Pues eso es lo que le pasa a Lena Williams. Tiene dos opciones para su último año en el insti...