FARAH

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Aquel viernes veinticuatro de julio me levanté pensando que iba a ser probablemente mi último finde en Inglaterra. Lo había estado pensando toda la noche y había decidido que el lunes como muy tarde le comunicaría a Bill mi intención de volverme con ellos a España para que me reservase un vuelo en el mismo avión. Siendo realista, no tenía ningún sentido quedarse en un pueblo donde los amigos eran pocos e impredecibles, los enemigos muchos y donde tampoco me había planteado cómo ocupar mi tiempo. Trabajar, eso había pensado cuando estaba en Madrid, pero ahora no me imaginada de qué ni cómo conseguir un empleo. Por si fuera poco, el dinero que me quedaba era escaso, ni por asomo suficiente para pagar dos meses de alquiler a Janet.

Con esta idea en mente pasé las clases de la mañana y los deportes del medio día. Ahora el plan era divertirme ese último fin de semana a muerte, hacer bien el examen para el diploma de inglés y meterme en el avión el jueves siguiente con destino a Madrid. Por alguna extraña razón no le comuniqué mi decisión a Janet e incluso durante la cena le dije que todavía no había decidido nada. Después de papearme el roast beef que me sirvieron, me pegué una ducha. Cuando me estaba vistiendo recibí una llamada telefónica que cambiaría las cosas.

Chenchou, Chenchou, there's a phone call for you!

«¿Qué, una llamada para mí? ¿Quién cojones será?». Cogí el teléfono y era el Dieguito.

―Chencho, tío, hay una chica aquí que está preguntando por ti.

―¿Una chica, quién, la Pili, la Vanesa?

―No, una chica desconocida que nos pregunta por ti. Dice que si vas a venir.

―Espera un momento. A ver, primero, ¿dónde coño estáis?

―Estamos en el centro, enfrente del Friday's. Yo estoy en una cabina y hay una chica que quiere conocerte. ¿Te acuerdas de la Hindú?

«¿La Hindú? Retrocedamos un día en el pasado», me dije a mí mismo. Podía recordar que había estado sentado en los bancos que hay enfrente del Friday's con todos los españoles. De repente pasó por delante de nosotros una chica muy morena, como india, pero india de la India, no de los comanches. Todos nos quedamos mirándola, porque estaba buena, aunque era un poco flaca. Debía de tener unos veinte años. Me acuerdo de que yo le dije algo y ella me ignoró, al igual que habían hecho todas las chicas antes que ella. Una de esos miles de tías buenas que pasa dos segundos por la vida de uno y luego se desvanece en el olvido. No le di más importancia y me centré en lo mío, que era reunir el dinero para ir a comprar las cervezas al supermercado.

La casualidad quiso que cuando un cuarto de hora más tarde volvíamos de allí Alfreditu y yo cargados con las bolsas, nos la volvimos a encontrar caminando por la calle. De nuevo le dije algo: «Do you wanna join in da party?», o algo igual de patético. De nuevo fui ignorado y esa fue toda la historia.

―A ver, Diego, ¿dices que la Hindú está allí y pregunta por mí?

―Sí.

―Vale. ¿Tú te crees que yo soy gilipollas y me lo creo? Mira, siento llegar tarde, pero es que tenía cosas que hacer. ¡Idos a gastar bromitas a vuestra puta madre!

―Que no, joder, que está aquí.

―Que se ponga. ―Al momento oí una voz de chica que murmuraba algo en inglés y se reía.

―Diego, voy para allá. Dile que no se vaya. Ah, y como sea una coña os mato.

Colgué el teléfono y me empecé a vestir rápidamente con una mezcla de excitación y aprensión. «Una chica quiere conocerme, ¿por qué?», me preguntaba. «Lo más probable es que todo esto sea una broma, seguro que es una broma de estos cabrones», me repetía una y otra vez. Bueno, eso era bastante probable, pero no la única posibilidad. Por una parte, podía ocurrir que simplemente yo le hubiese gustado a una piba y quisiese conocerme. Contemplando esto tuve especial cuidado en escoger mi ropa, peinarme con gomina y lavarme los dientes para tener aliento fresco. Otra posibilidad era que, justo al contrario, mis piropos e insinuaciones la hubiesen ofendido. En este caso, igual se había propuesto volver para decirme cuatro cosas y humillarme delante de mis amigos. Quién sabe, igual era una de esas feministas de armas tomar que disfruta castrando hombres.

YOBBO 98Donde viven las historias. Descúbrelo ahora