Autor: Issa Michelle Frausto Alejos
Dos corazones y mil reglas de por medio, dan por hecho... Un Amor Imposible. El corazón late por los sentimientos, no sabe de estatus, de físico, de riqueza o pobreza, el corazón es ciego y late por la vida, por e...
—Llegamos. — Anuncio con una sonrisa en sus labios y apago el auto. Abrió la puerta y apenas iba hacer lo mismo cuando me detuvo, al abrir mi puerta el mismo. — Una princesa. — Tomo mi mano. —Jamás debes bajar de un auto sin la ayuda de su siervo
—Alexander, no te digas de esa forma ni de broma. — Sonrió.
— ¿Que termino deseas que utilice para llamarme a mí mismo? — Me encogí de hombros.
— Si deseas llamarme princesa lo puedes hacer, pero usted no es más que uno de esos príncipes que aparecen en los cuentos que antes nos leía mamá, ¿recuerdas? — Ensancho su sonrisa y asintió gustoso.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
—Como no recordarlos. — Suspiro y tomo de mi mano mientras caminábamos hasta la pequeña casa que estaba frente a nosotros, no estaba tan enorme como en la que vivía en ese momento, es más, parecía acogedora pero con un ligero toque de lujo. — Fui muy feliz en mi niñez gracias a tu madre Amelia, a mi querida suegra le debo mucho. — Sonreí, lo sabía mamá lo quería como un hijo y él sentía algo parecido, siempre se habían querido mucho. Saco una llave de su bolsillo y abrió la puerta, después de dos intentos fallidos, seguro no había entrado allí, desde hacía tiempo. — Adelante señorita. — Me cedió el paso y encendió la luz. Me quede estática viendo todos los detalles de ese lugar, era verdaderamente hermoso, había una frazada en el suelo, en medio de ella una pizza grande hawaiana y una Coca-Cola para cada uno, platos y vasos, alrededor velas de colores rojas y blancas, estaba justo enfrente de una chimenea con fuego y un caminito hecho de pétalos de rosa. — ¿Qué te parece? — Me abrazo por la cintura y recargo su mentón en mi hombro.
—Es... hermoso. — me di la vuelta y lo abrace.
—No sabes porque hice esto ¿cierto? — Susurro sobre mis labios ¡Vamos Amelia! ¡Tu memoria donde quedo! ¡Piensa, piensa, piensa, piensa! ¿Cómo poder pensar si estaba a escasos milímetros de mí?... ni con el mayor esfuerzo del mundo. Negué y deshice mi sonrisa. — Hoy hace un mes te dije lo que sentía por ti. — ¡RAYOS! ¿Cómo se me pudo olvidar esta fecha? Lo abrace.
—Lo siento, lo siento. — Susurre cerca de su oído— no sé cómo se me pudo pasar esta fecha y...
—Tranquila, ey... está bien, además quería que fuera una sorpresa muy especial y creo que lo logre... ¿no es así? — asentí
—Es lo más bello que alguien ha hecho por mí.
—Anda, hay que sentarnos que la pizza se enfriara. — me tomo de la mano y de pronto se detuvo. — Hay que hacer las cosas bien. — Menciono sonriendo, puso una de sus manos en mi espalda y la otra en mis piernas.
— ¡Oh no! ¡Bájame Alexander, bájame ahora! — Me cargaba y yo solo me sostenía con mis brazos de su cuello.
—No te bajare, jamás te dejare ir. — Bese sus labios y poco a poco fue doblando sus rodillas hasta quedar hincado conmigo en sus brazos, me recostó sobre la frazada y acomodo ambas manos dejando en medio mi rostro, se posó sobre mi cuerpo sin dejar que su peso me invadiera y yo rodee su cuello con mis brazos tratando de atraerlo más hacia mí, alejo la pizza de en medio para que no estorbara en aquel momento.
Nuestros beso se estaba volviendo cauteloso, rápido... lleno de pasión, me sentía extraña jamás había sucedido algo parecido entre él y yo.
—Hay algo que no te he dicho Amelia. — Se alejó un poco de mi con su mirada penetrando la mía, acaricio el pómulo de mi mejilla y sonrió. — Quizá pienses que es un poco rápido. —suspiro y dio una leve presión en mis labios. — Te amo. — me quede en shock, no sabía que decir, jamás pensé que me dijera esa frase, esas dos pequeñas palabras que significaban tanto en una relación.
—Alexander yo...
—No quiero que te sientas comprometida a responderme. — ¿Qué? si yo sabía que lo amaba mucho más que él a mí. — solamente quería que lo supieras, ya no aguantaba sentir algo que no podía decir y... — tape su boca con mis dedos para impedir su hablar y que ahora mi voz se escuchara en sus oídos.
—Alex, no sé cómo no te has podido dar cuenta que yo te amo más que mi propia vida.
— ¿Hablas en serio?
— ¿Cómo podría jugar con algo así? — Sus ojos se llenaron de ternura y casi podría jurar que se habían cristalizado. — Te amo desde que tengo memoria Alexander, desde que supe el significado de mis latidos... te amo pero jamás creí poder decírtelo algún día.
Bese sus labios y de nuevo empezó el juego de ambos, esta vez sus manos no se quedaron quietas, empezó a acariciar mi cuerpo desde las piernas hasta mi torso, jamás creí decir esto pero me causaba satisfacción sentir sus manos en mi piel, yo mientras tanto me encontraba aun degustando sus labios, tratando de parar el tiempo para tenerlo siempre a mi lado.
De poco empecé a sentir mucho calor en mi piel, y al parecer lo noto, ya que empezó a levantar de poco a poco mi blusa hasta llegar a mis pechos, paro de jugar con mi boca y empezó a retirar la blusa de mi cuerpo, cosa que no pude parar, levante los brazos y el la quito sin desesperarse como yo estaba, quito su saco negro de un solo movimiento y lo dejo al lado de mi arrugada blusa. Dibujo una línea imaginaria empezando por mis labios y terminando en mi bajo vientre. No puedo describir lo que sentía al estar en aquel estado, regreso a mi boca, con una de sus manos fue bajando hasta llegar a mi pantalón y desabotonarlo, fue bajándolo lentamente, hasta llegar a mis rodillas, lance mis zapatos con la ayuda de mis pies y ayude a que saliera de mi cuerpo, empezaba la desesperación en mi ser.
Empezaba la desesperación en mí ser. Mis manos empezaron a arrugar la blanca camiseta de Alex y quite esta de su cuerpo desesperada de sentir su piel desnuda sobre la mía. Su cuerpo era tan perfecto que me hacía sentir insegura de mi misma, de cómo podía estar en tal situación con una chica como yo... lleve mis temblorosas manos hasta su cintura y empecé a bajar el cierre de su pantalón. Lo baje hasta sus rodillas y con la ayuda de sus pies salió de sus piernas.
Poso una de sus manos bajo mi espalda y en un rápido movimiento hizo que me sentara, siguió besando mis labios y empezó a acariciar mi cuello, mis hombros, y de allí se pasó hasta el broche del sostén, lo desabrocho y empezó a bajar los colguijes de mis hombros, la prenda cayó al suelo y de nuevo me recostó para quedar sobre mí. Sus ojos se dedicaron a observar mi anatomía superior y sentí pena de no ser la persona de mejor cuerpo, la chica que seguramente el necesitaba...
—Eres tan hermosa, Amelia. — Empezó de nuevo la lucha de nuestros labios, pero esta vez sus manos se encontraban masajeando mis pechos haciéndome sentir un placer incontenible en la parte más sensible de ellos. Me sentía mal de no poder hacerlo sentir el mismo placer que yo y lleve una de mis manos hasta su bajo vientre.
Jugué unos segundos con el elástico de su bóxer hasta que introduje la mano dentro de él. Su masculinidad ya sobrepasaba su bóxer, sentí algo de pena y a la vez emoción, lograba algo que también él lograba en mí.
Empecé a acariciar su miembro, cosa que al parecer le gusto ya que empezóa dar leves gemidos justo en mi oído, ya empezaba a acariciarlo por completocuando tomo mi mano e hizo que parara. Vi como una fina capa de sudor nos invadíaa ambos y me observaba con sus mejillas rojas. ¿Acaso no le había gustado? quizáno debí ir tan deprisa, tal vez no quería que llegara a ese punto...