Capítulo 29: "La oportunidad de Azabachina"

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-¿Que pasa, Turquesa? -gritó Garra de Jaguar desde el otro lado del claro- Andas muy distraída hoy.

La joven sacudió su cabeza. No podía sacarse de la cabeza lo que había pasado hace una luna: Estrella de Luz, con las lágrimas bajando de sus mejillas, entrando en su guarida, al nombrar a su propio hijo Veterano. Estos últimos tiempos habían sido espantosos. Sin embargo, por fín, Cola Colorada había empezado a mejorar, y sus dos cachorros se veían muy bien alimentados. Y la gata extraña de color rojizo oscuro y manchas marrones poco a poco recordaba más, y se paseaba por el campamento.

Pero, sin embargo, cada vez que tenía una oportunidad, miraba a Ojos de Diamante, últimamente dormía mucho y nunca patrullaba, en excepción cuando las patrullas se dirigian a la frontera del Clan de la Hoja. Había algo en ella que la hacía sentir algo intrigada.

La gata se erizó hasta casi volverse del doble de su tamaño, y se acercó a su mentor, mostrándo los colmillos. Este dió una pequeña sonrisa.

-Mucho mejor. Esa es una buena manera de intimidar. Ahora, prepárate, que te voy a atacar; pero recuerda utilizar los trucos que te enseñé, -dijo, guiñeándole un ojo.

En menos de un latido de corazón, Garra de Jaguar se lanzó hacia ella rugiendo, sin embargo, Turquesa logró reaccionar a tiempo y rodó hacia un lado, apartándose de la trayectoria de su mentor. El guerrero aterrizó firmemente en el pequeño claro, agarrándose fuertemente con sus características zarpas delanteras.
En poco tiempo, el gato volvió a esconder sus garras y se lanzó hacia la aprendiza, aterrizando sobre esta. Antes de que su mentor pudiera hacerle algún otro movimiento, Turquesa lo empujó con sus patas traseras, haciéndolo caer en el suelo.

Mientras se levantaba, la joven se irguió en sus patas traseras, escondiendo la cola, tal como le había enseñado. Y luego, le golpeó con las zarpas. Parpadeando, la gata gris oscuro vió como su mentor serpenteaba hacia atrás suyo. Velozmente, la aprendiza volteó su cabeza, y vió como Garra de Jaguar le daba un mordisco al aire en el lugar donde debería estar su cola. Turquesa aprovechó la ocasión y se lanzó sobre el, dejándolo atrapado.

-¡Muy bien hecho! -ronroneó el atigrado, lamiéndole una oreja una vez que los dos se hubieran levantado- ¡Usaste muy bien los ataques que te enseñé! Y por fín hiciste bien la escondida de cola.

-¡Gracias! -ronroneó la joven. Su entrenamiento en batalla, que por cierto no era su mejor punto, iba mejorando poco a poco.

-Mañana, nos toca ir a trepar árboles con Azabachina y Garra de Hielo.

El ronroneo de Turquesa se detuvo un momento.

-¿Trepar árboles?

Garra de Jaguar asintió con la cabeza.

-Sí, Estrella de Luz considera que es importante llegar a ramas más altas al trepar, hay que aprovechar que en nuestro territorio hay robles. -maulló el guerrero. -Pero ahora, terminamos con la sesión. Volvamos al campamento.

Los dos gatos caminaron por el bosque. El cielo se estaba empezando a poner anaranjado, anunciando la llegada de la noche. Ayer, había llovido bastante, y el bodque tenía un dulce aroma. Sumida en sus pensamientos, apenas se percató de haber entrado en el campamento. Corazón de Cobre se acercó a ellos.

-Hola, -maulló, lamiendo la mejilla de Garra de Jaguar. Los dos se habían vuelto pareja hace media luna- ¿Quieres ir a compartir una presa?

-Bueno, mi amor, -ronroneó él. Luego se volvió hacia su aprendiza, -Hoy no es necesario cambiar los lechos de los veteranos, así que haz lo que quieras.

Turquesa asintió con la cabeza y miró a la pila de presas. La gata rojiza de manchas marrones comía un conejo cerca de allí. La aprendiza se acercó a ella.

-Hola, -maulló tímidamente Turquesa, a pesar de que era tímida, aquella extranjera lo parecía aún más- ¿Cómo estas?

-Aquí, sin nada que hacer. -suspiró.

-¿Recordaste algo nuevo últimamente?

La gata irguió las orejas.

-Creo que sí. Recuerdo una inundación, y creo que a mi madre.

-¿Enserio? ¡Qué bien! Seguro que pronto recordarás más, -ronroneó la gata gris oscuro, poniendo su cola sobre el omóplato de la extraña.

Las dos jóvenes conversaron largo rato, hasta que el Manto Plateado se empezó a mostrar en el cielo. Turquesa tras despedirse, se dirigió a su guarida con un campañol. Antes de entrar, creyó ver dos colas, una negra y otra atigrada, desapareciendo por una fronda. La aprendiza frunció el entrecejo. ¿Qué planeaban hacer Azabachina y Zarpa de Fango?

*****

Azabachina tenía unas tremendas ganas de saltar de alegría, pero intentaba controlarse. El bosque se eacuchaba a su alrededor, con el típico gañido de un búho y el ruido de algún saltamontes. No podía ver nada, la cola atigrada dorada de Zarpa de Fango le tapaba la vista, firmemente puesta, pero sin lastimarle los ojos. La aprendiza no podía contener la emoción. ¡Zarpa de Fango, su gran amor y amigo, la estaba llevando al bosque! Y además, ¡estaban solos!

Azabachina tomó aire. No, no podía descontrolarse en esa ocasión. Ya no era una cachorrita que quería escaparse al bosque a jugar. Ahora era mayor, y tenía que controlarse. Por su mente, pasaron los recuerdos de todo lo ocurrido en la última media luna. Últimamente había estado más cerca con Zarpa de Fango, y la relación de ellos se había estrechado. Los dos se hacían buena compañía. Detrás de aquella capa de timidez, el aprendiz atigrado dorado escondía un gran corazón y a un gato simpático, valiente, y gracioso. El gato que había logrado descubrir Azabachina.

Zarpa de Fango paró en seco.

-¿Qué paso? -maulló la joven.

-Llegamos.

Y por fín la gata de color negro pudo ver. Frente a ellos, se extendía un pequeño claro con suaves hojas en el suelo, y en el centro, había un clavel. La joven no pudo evitar lanzar un chillidito de emoción.

-¡Zarpa de Fango! -dijo con los ojos verdes centellando- ¿Tu preparaste todo esto?

El aprendiz atigrado asintió con la cabeza tímidamente.

-Bueno, sí, no sabes todo lo que me costó encontrar un clavel, primero tuve que ir hacia el río, pero allí no habían nada más que unas pequeñas flores amarillas, y tú sabes que no podía traerte una de esa-- -balbuceó, antes de que Azabachina lo callara con una lamida en la mejilla.

-Es perfecto. -maulló.

Las mejillas del joven se pusieron de un color rojizo, antes de correr la mirada al claro.

-Bueno, ahora ven, quiero decirte algo.

Azabachina lo siguió, nerviosa. ¿Que querría decirle Zarpa dee Fango? Fuera lo que fuera, parecía importante, ya que cuando los dos jóvenes se sentaron el aprendiz atigrado no paraba de mover la cola de un lado a otro.

-Azabachina, -comenzó Zarpa de Fango, con los ojos marrones brillando- desde la última luna, nuestra relación se ha estrchado más y más. Me encanta el destello de tus ojos y tu personalidad divertida, y... -vaciló un momento- y... desde hace bastante tiempo, he empezado a tener sentimientos por tí.

La aprendiza parpadeó. ¿Zarpa de Fango se le estaba declarando?

-Azabachina, ¿quieres ser mi pareja?

Los Gatos Guerreros: La historia de Pequeña TurquesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora