Prólogo

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Nueva Habana, República Unificada del Caribe 14 de Julio 43 Después de la Pandemia

Es casi una obligación mía despertar con el sol cuestionándome como sería el mundo sin el nacimiento de la plaga. Dedico algunos minutos de cada día para recordar a mis viejos compañeros de mi antigua vida, sobre todo ahora, que me encuentro en mis últimas, y puedo decir con júbilo que me iré en gracia y no en pena como ellos me abandonaron. Y ahora me encuentro con este extenso y dudoso texto, que, a pesar de cada una de sus fallas; ya lo he leído de alfa a omega. Y no para de sorprenderme, como llegó a mí en el momento más indicado, cuando estoy próximo a cruzar el río con el barquero y devolver el tiempo que me han prestado. Y es que, aunque su escritor probablemente ya esté muerto, se ha hecho mi amigo. Pues es quien ha estado conmigo ahora que me despido, y he podido empatizar con él a la perfección, pues ahora me doy cuenta que sus desgracias son también las mías y las de cualquiera que quede con vida.

Y es que últimamente, no paro de pensar en todo hemos perdido. Y no solo los millones de almas que cayeron en desgracia con la enfermedad, sino las ideas que dejaron atrás. Ya no habrá nadie que sepa cómo suena una de Beethoven, de Mozart, de Paganini, de Pieaf, Presley, McCartney, de Mercury e incontables más. No quedará ser humano, que admiré las obras de Miguel Angel, Rebrandt, Delacoix, Picasso, Van Goghh, Haring, por decir algunos. Oh, y esas bellezas que se reproducían en rollo y luego en digital, lo que nos dieron los Lumiere, Hitchcock, Tarantino, Spielberg, Burton...todo aquello, más de dos mil años de historia y cultura humana que se hundirán en las aguas oscuras del océano del tiempo.

Así que dejo a tu disposición, está, la última obra de la pasada época Antes de la Pandemia, o quizás la primera, del Después. No lo sé. De cualquier forma, la considero de gran importancia literaria pues su autor, a través de su no muy variado vocabulario, te llevara en increíble viaje por el tiempo: de cuando los árboles verdes y las rosas rojas se secaron, y dejaron de florecer para cualquiera; cuando los cielos se tiñeron de rojo y las nubes cubrieron al sol que ya quemaba, en vez de bendecir el día; cuando el último arcoíris brilló como consuelo para un niño que había perdido a su madre; cuando la gente dejó de estrecharse la mano y de actuar como seres humanos; cuando este mundo dejó de ser maravilloso. Y me parte el corazón, pensar que esto inicio tiempo antes de la plaga. Quizás tenían razón, nos lo merecíamos.

Un futuro incierto, de camino neblinoso, es lo único que veo. Así que te dejo este diario que le arrebaté a un joven que había muerto a manos de otro hombre, que seguramente, se lo había arrebatado a alguien más antes y es así que estoy muy seguro que querrás arrebatármelo a mí. No lo hagas. Te lo regalo. Que te recuerde quienes somos, nuestros orígenes. Que te guie en este oscuro camino que nuestra especie recorre. Que te susurre de lo que somos capaces de hacer, que te ayude a mantener la mayor cantidad de moral posible.
Mientras vivas, porque morirás y alguien más te lo arrebatará.

Éramos siete billones, ahora somos unos pocos miles. No tengo mucha esperanza de que podamos volver a ser lo que antes. Pero te pido que mantengas la fe que yo ya he perdido, y que el momento que estés aquí, dejes que este escrito te ayude a construir un mejor futuro para los pocos que al final queden. Y si es ese nuestro destino, la extinción y el olvido absoluto; no temas, te pido, porque eso no es sinónimo al final del todo; recuérdalo como yo: observando los diamantes en las alturas, lejanas y casi eternas, ajenas a todo nuestro sufrimiento; aún cuando sobre la Tierra muera el último humano, las estrellas seguirán brillando


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