Papeles Invertidos

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Debía ser cerca de medio día, cuando la pandilla regresaba llevando con ellos a la banda de elfos prisioneros. El sol se alzaba en su cenit, otorgándole su luz y calor a todo aquel que saliera un rato a respirar aire limpio. Las brisas eran tibias y acogedoras; dentro de pocos días, el solsticio de verano estaría visitando Elrios de nuevo. La primavera se había ido como un torrente de agua, dejando tras de sí, un lecho de flores en todos los prados.

Era un momento incómodo, pues algunos individuos –como Rose quien no era de esas tierras- no estaban acostumbrados al polen del continente antiguo, por lo que desarrollar alergias era común.

-Está bien- decía ella despreocupadamente después de cada estornudo –Es normal que mi cuerpo reaccione de esta forma; pronto mi sistema inmune será lo suficientemente fuerte como para soportarlo- y a decir verdad, se estabilizaba cada vez más rápido. Bueno, ella no era alguien que fuera ruidosa, ni siquiera para estornudar. Entre alergias y problemas por aquí y por allá, las estaciones volaban.

Add miraba pensativo al cielo azul, cubierto por algunas cuantas nubes de aspecto suave. Parecía un día tan tranquilo...y pensar que hacia tan solo un rato estaban defendiéndose de esos rufianes.

Ese pedazo de mapa...Elrios es un sitio enorme, y lo era aún más antes de la mítica gran Guerra Nasod, sin embargo, mapas y topografías había de sobra en todos lados.

¿Un mapa tan viejo? ¿Para qué? Esa pregunta le seguía carcomiendo el interior. Él era una persona que meditaba los asuntos una y otra y otra vez hasta hallar una respuesta. Esa era una de las tantas causas de sus frustraciones.

Aquella hoja amarillenta y con olor antiguo tenía claras acotaciones en el lenguaje local, amén de otro idioma que él no había visto antes. Aquello podía no parecer importante pero por alguna inquietante razón, para sus adentros buscaba darle lógica a sus pensamientos.

Por otro lado, estaba el hecho de que si no se hubiera mantenido a lado de Eve, quizás ella hubiera corrido peligro. Y no, Eve no era alguien débil. Ella confrontaba a quien fuera, cuando fuera...pero su instinto de protección hacia ella había obligado al rastreador a actuar en serio en más de una ocasión. Aunque eso tenía una justificación lógica, y era precisamente el hecho de que el buscaba desesperadamente hacerse con sus preciados códigos. Pero pensar en aquello se le hacía repetitivo, tanto que incluso al pisar el suelo de Elysion perdió completo interés.

...Entonces ¿Por qué seguía protegiéndola?...

-Sentimiento no específico detectado- alertó el sistema de emociones de la Emperatriz. Constantemente recibía alertas como esa ¿así era el día a día de aquella perfecta androide?

La vio de reojo, sentada en la amplia escalinata de los jardines del palacio de Hammel. Aunque ella estuviera encerrada dentro del viejo cuerpo de él, seguía pareciéndole alguien frágil...poderosa pero delicada. No tenía mucho con que defenderse.

Pensó algo más, algo diferente a lo que atarantaba su mente instantes antes.

-Oye...- le habló Add acercándose con el peculiar sonido del calzado de la muñeca mecánica contra las plaquetas de fino mármol.

Eve le dirigió los enigmáticos orbes purpuras que un día le pertenecían a él, y con toda calma le respondió:

-¿Qué pasa?- parecía ida, perdida en un mar de ideas.

-¿Te sucede algo?- preguntó sin darse cuenta. Eve se sorprendió, de que el comentario de su compañero de viaje no fuera una broma absurda o algo sarcástico.

♂ Contrato de Almas ♀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora