Reina de carne y hueso

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Eve se incorporó de una pesada noche de sueño. Su respiración estaba alterada y sus nervios estaban a flor de piel, no tuvo precisamente lo que se llama una noche de sueño reparador, sino todo lo contrario. La emoción del día anterior se había desvanecido como vapor de agua y en su lugar se sintió llena de una sensación extraña. Estaba furiosa, por lo que había soñado; ella se sintió incapaz de volver a dormir, así que, apuró los pasos y se cambió las ropas de dormir por la camisa y pantaloncillos de Add.

El sol aún no se asomaba por completo en el horizonte. La elegante y quisquillosa Nasod extendió las cortinas de su recamara para mirar el nuevo día que nacía poco a poco, a través de su ventana. El bello paisaje no lograba contener a su corazón humano, lo sentía desbordarse sin control y así, sintiendo y asimilando que pasaría buena parte del día molesta, salió cuidadosamente de la alcoba. Todos los demás dormían como troncos, los ronquidos de Aisha se escuchaban hasta el final del pasillo, compitiendo contra los de la pulga rojilla de Elsword.

-Quizás...- se decía Eve – si a ellos los hubieran cambiado de cuerpos, se hubieran adaptado con más facilidad- pensaba con mucho pesar. Decidida y con pasos de asesino en mitad de la noche, descendió las escalinatas, pasando sus dedos por el tapiz con relieves que ornamentaba las paredes. Para llegar hasta el comedor, había que pasar por un corredor donde hermosas pinturas familiares daban la bienvenida a los huéspedes y curiosos. En una de ellas posaba el rostro del padre del menor de los Seiker. Era curioso como todos los humanos guardaban ese parecido entre ellos, a excepción de que las facciones de Chung eran más finas, y los ojos del aquel hombre adulto eran más frescos. Los Nasod eran similares entre ellos, sus rostros elegantes e inexpresivos, salvo por los cabellos y las voces...así como el numero serial de cada uno. No se podría decir que ellos fueran programados para tener los gestos de alguien cercano, porque Padre les dio autonomía individual, a partir de un molde específico.

Sus pasos se detuvieron en el alfombrado, pues escuchó voces provenir del otro lado de aquella pared de madera pulida y mármol. Eran las inconfundibles voces de Rena y Raven; juntos y solos. Imposible no cotillear.

Eve asomó sus tímidos y nuevos ojos con precaución extrema, no quería ser vista, más porque esos dos verían a Add curioseando y quizás, le tocaría una buena paliza por parte de la impetuosa elfa. Rena era alguien amable, extrovertida, fuerte y con una actitud de líder; alguien madura, alguien a quien recurrir de necesitar un consejo y al mismo tiempo, manipuladora, explosiva y peligrosa.

Estando con Raven, su semblante cambiaba, su sonrisa se ampliaba y todo su cuerpo irradiaba un manantial de vitalidad. Raven, siempre solitario, parecía un niño estando en compañía de Rena.

Estaban solamente riendo bajito cuando de pronto, la arquera interrumpió a Raven:

-Se está tan a gusto en Hamel, que no quisiera irme-

El de cabellos azabaches le confirmo asintiendo.

-No les va a agradar mucho dejar los días de vacaciones...honestamente, a mí tampoco- le confesó

-¿De qué tienes miedo?- le devolvió Rena con una voz burlona.

Raven tomó aire y suspiró largamente.

-De no volver a tener otro día de paz- enmudeció –tiempos como este son valiosos para mí-

Rena rió bajito y tímida pero al mismo tiempo, con una seguridad tremenda, tomó el rostro de Raven entre sus manos, porque ella sabía cuánto había perdido, porque conocía el dolor de su corazón, pero ella le quería aun con todo y cicatrices. Sin rodeos, ella conectó sus labios con los del contrario, sintiendo como el cuerpo de Raven se estremecía de la emoción.

♂ Contrato de Almas ♀Donde viven las historias. Descúbrelo ahora