Elegía

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Eve se recostó sobre la cama sin desplegar las sábanas, con las cortinas cerradas y las luces apagadas. Estaba completamente a oscuras, mientras las paredes sofocaban el silencio del exterior. Se recostó boca abajo y finalmente dio vueltas hasta terminar en posición fetal, mirando hacia las ventanas cubiertas. Ni Oberón ni Ophelia estaban ahí, con ella. Se hallaba sola, en aquella oscuridad que se volvía toxica y asfixiante, con esos enigmáticos matices grises y negros. Extrañaba a sus sirvientes mecánicos, quienes siempre la atendían y cuidaban. En cambio ahora estaba por su cuenta, en un cuerpo extraño, sintiendo como todas aquellas emociones plenamente humanas se apoderaban de ella; sin poder controlarlas. Cada vez se hallaba más enojada, más desconcertada...

Deseaba una taza de té.

Observó mejor sus nuevas  manos, mientras suspiraba frustrada y sentía, un cosquilleo en la nariz y los ojos. Ahora que lo pensaba, la vida de Add parecía verdaderamente solitaria. Él era alguien que siempre quería estar solo... ¿Cómo podía soportarlo?

Eve recordó, cuando despertó de su largo sueño. El sentimiento de soledad casi la asfixiaba, e intoxico parte de su sistema. No lo entendía ¿Cómo era que aquel ser humano podía tolerar la soledad? 

Aquellos pensamientos la hacían sentir peor. Como ya no contaba con un circuito de emociones controlable, no podía identificar qué era lo que estaba sintiendo con exactitud. Su cabeza daba vueltas. Fue peor cuando llegaron las memorias de todo lo que le había pasado en las últimas horas.

Se cansó, de luchar contra emociones cuyo significado desconocía. Sucumbió por un instante y finalmente, se quedó profundamente dormida.


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Add por su parte, terminó su cena y también subió a recortarse. La sensación que ofrecía el cuerpo de Eve era de mucha ligereza. Era sencillo moverse usándolo. Por otro lado, el no era alguien que se distinguiera por rendirse fácilmente. Su mente estaba concentrada en encontrar alguna forma de recuperar su cuerpo.

"-en cada contrato hay un agujero siempre-"se decía a sí mismo. Una taza de té negro se mostró frente a él.

-Tome, beba majestad- ofreció Oberón. Su actitud le recordaba a Ciel; siempre tan dispuesto a servir a su demoníaca ama Lu. Pero era Eve quien lo había creado, y al fin y al cabo ella era la innegable reina Nasod; tenía que obedecer de cualquier forma.

"-me pregunto qué diría este tonto sirviente si supiera, que en realidad, a quien le presta tantas atenciones es a mí y no a su frívola reina-" pensaba burlonamente. Desde su llegada a la habitación, los dos androides se habían hecho cargo de él, bajo la errónea idea de que se trataba de su ama.

Por lo que Add podía ver, Eve era realmente una princesa mimada. Nunca estaba sola, ni un instante. Incluso esas pequeñas criaturas mecánicas -Moby y Remy- siempre la acompañaban.

¿Cómo toleraba no tener un rato de soledad? Eve era alguien muy difícil de tratar, pero aun más de entender.


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