La caminata de la vergüenza

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Frank despertó con la fuerte luz del sol sobre sus sensibles ojos, haciéndolo gemir ligeramente. Parpadeó rápidamente tratando de ajustar sus ojos a la habitación demasiado clara. Una vez que los puntos negros no estaban perturbando su vista, lentamente miró a su alrededor. Su primera observación fue que no estaba en su propia cama. La siguiente fue que que estaba envuelto en una sábana.

Gimió cuando levantó una mano y se rascó la parte trasera de su cabeza tratando de recordar. Lo último que recordaba era que había asistido a la fiesta en casa de Mikey y luego le había dicho a sus amigos que iría por un trago... Una bombilla se encendió de pronto en su cabeza; entonces ahí era donde debía estar, en la casa de Mikey, lugar donde se había realizado la fiesta. Pero, ¿por qué diablos no se había ido la noche anterior?

Se quedó mirando fijamente hacia el techo mientras su cerebro trataba de dar sentido a los confusos recuerdos. Debió de haberse emborrachado y luego... ¿se desmayó, tal vez? Ahora que pensaba en ello, recordó la gran cantidad de alcohol que él había tomado. ¿Pero qué había sucedido después de eso?

Pequeños destellos de lo que sucedió ayer por la noche regresaron a su mente como un balde agua fría; se vio a sí mismo bailando... y algo más. Estaba seguro que había algo más pero no recordaba exactamente que. Podía recordar una sonrisa, una bonita sonrisa. ¿Quizás había bailado con alguien? Con quien era la cuestión. El primer nombre que vino a su cabeza fue el de Jamia, obviamente, pero rápidamente descartó esa teoría. Frank recordaría si hubiera sido Jamia, no, era otra persona.

Se frotó los ojos y buscó su teléfono. No tenía idea de que hora era pero sabía que era de mañana. Cielos, su madre le mataría al regresar a casa, ni siquiera quería pensar en ello. Fue entonces cuando súbitamente su mano entró en contacto con algo carnoso y cálido. Se congeló de inmediato en su lugar, sin atreverse a moverse.

No estaba solo.

¿Había dormido con alguien? Pero lo más importante, ¿con quien? No quería mirar, vaya que no quería. Podría ser Jamia, eso sería fantástico pero también podía no serlo. ¿Y sí había dormido con alguien que conocía? ¿O quizás alguien que no conocía? Pero no podía permanecer allí todo el día debatiéndose si debía hacerlo o no. Así tomó coraje y miró de reojo a la persona que yacía junto a él.

Palidez. Una espalda increíblemente pálida fue lo primero que captó en su rango de visión. Fue subiendo y el color negro fue el siguiente que apareció. Cabello negro y piel pálida. Luego sus ojos vagaron a su rostro y dejó de respirar. Los ojos de Frank se abrieron en par en par cuando el nombre de la persona le vino a la mente:

Gerard.

El nombre del chico de cabello oscuro provocó que una gran cantidad de imágenes destellaran en su mente a tiempo récord: labios contra labios, lenguas enredadas, cabello, piel, manos, toques. Oh, mierda. Se sentó de golpe en la cama, tan rápido que se mareó y su visión se volvió borrosa.

— ¡Demonios! —maldijo en voz baja mientras se agarraba la cabeza, no queriendo hacer demasiado ruido para no despertar a la otra persona.

¡Había dormido con el hermano de su mejor amigo! Peor aún, ¡había dormido con el raro Gerard! Recién en ese entonces entró en razón que estaba completamente desnudo y vio su ropa esparcida por toda la habitación. Gerard también lo estaba; la sábana de Star Wars apenas cubría sus partes. Su cabello despeinado le cubría gran partedel rostro.

Se sujetó los cabellos. ¡¿Qué mierda había pasado por su cabeza anoche?! ¡¿Cómo había terminado en la cama con Gerard Way?! ¡Él ni siquiera era gay! Sintió náuseas al pensar en aquello, su cuerpo deslizándose contra la grasa de Gerard... y cuando más pensaba en ello las imágenes volvían más claras. Gerard apretándose contra él, el recuerdo de su cuerpo y su persistente calor volvieron a su mente.

Contuvo un grito.

Esto no podía estar pasando. No lo podía creer. No lo haría. No podría haber  dormido con un hombre, mucho menos a alguien que sólo conocía de vista y a quien todo el mundo tachaba de raro. ¡Él mismo lo tachaba de raro y espeluznate!

Quizás eso había sido. Quizás le había hecho algo o lanzado algún hechizo porque él nunca podría acceder a hacer algo como eso, ni siquiera ebrio. Sin embargo, todo apuntaba a que efectivamente lo había hecho.

Había dormido con Gerard el raro. ¡El indeseable y espeluznante Gerard!

¿Qué pasaría si la gente se enteraba? ¿Qué dirían sobre él? ¿Qué dirían sus padres? Tenía que salir de allí y ahora.

Así que bajo de la cama lo más silencioso que pudo y comenzó a ponerse de nuevo su ropa. Soltó una maldición al pisar un dinosaurio de juguete y se detuvo en seco cuando Gerard se removió en la cama pero no despertó. Suspiró, eso había estado cerca.

Tomó el dinosaurio y lo lanzó lejos. No se había dado cuenta de que se encontraba en el cuarto de Gerard. ¿Qué clase de persona de veinte años tenía un dinosauro de juguete? De hecho el lugar estaba repleto de cosas de ese tipo, figuras de acción, historietas desparramadas por el piso y numerosas hojas arrugadas de lo que parecían ser bocetos. El cuarto estaba lleno de ellos. Pero no se detuvo a mirar demasiado.

Caminó con cuidado de no pisar nada más y pudo volver a respirar cuando salió al pasillo. Luego procedió a moverse sigilosamente por la casa  tratando de no pisar la cara de alguien. Las personas estaban literalmente por todo el piso de la planta baja, así que no era fácil pasar desapercibido; o tal vez lo haría ya que todos estaban completamente fuera de sí.

— ¿Frank? —una aturdida voz lo llamó cuando estaba caminando de puntillas más allá de la sala. Se puso rígido, sus latidos aumentaron a medida que lentamente se dio la vuelta. Era Mikey, quien se encontraba medio sentado, medio tumbado sobre el sofá. Ray dormitaba plácidamente a su lado. Alguien había dibujado un bigote con un marcador sobre su labio, posiblemente Mikey.

Y su amigo le estaba mirando con el ceño fruncido— Pensé que te habías ido a casa —bostezó mientras se rascaba la barbilla y lo miraba con curiosidad.

Frank comenzó a tartamudear miserablemente— Yo... eh... ¿supongo que me quedé?

Se hubiera abofeteado a sí mismo si no lo hubiera hecho parecer más retardado. Cuando Mikey lo miró fijamente sentía como si el chico de lentes estuviera mirando directamente hacia su alma, viendo las imágenes de lo que había sucedido con su hermano el rarito.

Mikey le sonrió con picardía— Ahh, ya veo. Tuviste un poco de diversión anoche, ¿eh? —él sonrió mientras indicaba un lugar en su propio cuello.

— ¿Qué? No, claro que no...

— ¡Tuviste sexo! —repitió Mikey desde el sofá con una amplia sonrisa creciendo cada segundo— Puedo verlo en ti; la ropa, el cabello, la caminata de la vergüenza. ¡Todo indica que has metido la llave en la cerrudura! ¿Quién fue? ¿Fue Jamia, cierto? ¡Fue Jamia! ¡Vamos, dime todos los detalles!

Frank se quedó sin habla. No, no había sido Jamia. ¿Cómo diablos iba a decirle a su mejor amigo que se había acostado con su hermano? No le daría la cara para hacerlo ni en mil años.

Sabía que si Mikey no estuviera con resaca lo habría atado a una silla y no lo hubiera dejado en libertad antes de que obtuviera cada pequeño detalle de lo que había sucedido.

No podía decirle.

— Uh... nadie... una chica —mintió. Sabía que sonaba sospechoso, por lo que decidió escapar antes de que sucediera algo más. Y se volvió sobre sus talones y salió corriendo de la casa dejando a Mikey gritando su nombre.

Mikey's Creepy Older Brother ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora