Jamás tuvimos algo

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— ¡Gerard, espera! —le llamó Frank, corriendo tras él. Pero era inútil. Gerard se empecinaba en dejarlo atrás y lo único que hacía era apresurar el paso. Quien hubiera dicho que podría caminar tan rápido, pensó.

— Déjame solo, Frank. No quiero hablar contigo —dijo. Obviamente Frank no se daría por vencido tan rápido. Él tenía fama de ser terco y demostraría que de hecho lo era, no permitiría que Gerard se quedase con la idea errónea de que no lo quería. Nada de eso había sido cierto.

— Si tan solo escucharás lo que tengo para decir...

— He oído todo lo que tenía que oír. No necesito más —espetó. Frank le alcanzó y le hizo detenerse.

— Gerard, yo... Lo siento. Lo siento mucho. Lo que oíste allá...

— No te entiendo, Frank —le interrumpió el chico, alejándolo de él. Sus ojos estaban llorosos y Frank temió que lloraría en cualquier momento— Primero dices que te gusto y luego... Sé que soy feo, ¿está bien? Pero no necesito que lo digan en mi cara.

— No era cierto. Nada de lo que dije. Sólo trataba de hacer que Mikey no sospechará...

— ¿Porque Mikey no debería enterarse? ¿Porque sería algo malo que lo hiciera? —exigió saber, y Frank no supo cómo responder a eso. No había manera de hacerlo que no le hiciera quedar como un idiota— ¿Temes que te avergüence? ¿Quedar en ridículo porque te cogiste al raro de Gerard Way y luego te enamoraste de él?

Silencio. Frank no tenía nada para decir, porque sabía que todo era cierto, cada mísera palabra, y ya no quería seguir mintiendo. Gerard negó con la cabeza.

— Una vez me dijiste que estaba tan acostumbrado al rechazo que ya no creía cuando alguien me confesaba su amor. Te equivocas. Si lo creo. Lo único que hago es alejarme porque sé que de una forma u otra siempre saldré herido. Y tenía razón.

Una lágrima solitaria rodó por su mejilla. Se frotó los ojos y lo miró. Luego, sin nada más que decir, comenzó a alejarse, pero Frank reaccionó y lo tomó por la muñeca. Tenía tantas cosas para decirle pero nada lograba salir de su garganta.

Se frenó en seco cuando Gerard hizo una mueca de dolor. Rápidamente lo soltó, pero se dio cuenta de que no era él quien causaba el daño. Levantó la manga de su camiseta antes de que este pudiera siquiera protestar, y vio marcas de dedos alrededor de esta. La zona presentaba hematomas y se veía bastante reciente.

— No es lo que parece —comenzó Gerard, volviendo a cubrir su muñeca— No es nada, en serio.

— Levántate la camiseta —pidió Frank. Gerard frunció el ceño. Le vio sujetar su camiseta con ambas manos.

— No, no voy a hacerlo.

— Hazlo.

— ¿Porque debería? —el chico no se veía dispuesto a querer contribuir con él. Frank recordaba la ocasión en su habitación, en la cual había surgido la intimidad entre ellos, y Gerard se había negado a quitarse la camiseta. Solo esperaba que lo que estaba pensando no fuera cierto.

— Porque yo te lo pido.

— No, basta. ¡Frank, detente! —gritó Gerard cuando Frank decidió tomar mano propia en el asunto. Después de algo de forcejeo entre ambos, finalmente logró su cometido y vio lo que buscaba, para gran pesar de Gerard. Dejó de respirar.

El pálido torso de Gerard se encontraba decorado con una amplia colección de diferentes hematomas, muchos de ellos se veían viejos, pero algunos no tanto y parecían haber sido hechos con intención. Había uno que resaltaba por sobre los demás en su cadera, era grande y tenía horribles tonos de verde y morado.

Mikey's Creepy Older Brother ↠ FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora