Chispas de fuego [MikoTara]

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-¡King, King! -ahí estaba otra vez, ese chiquillo molesto que parecía perseguirles, que parecía perseguirle-. ¡Espérame, King!

-No hay manera con él, Mikoto.

A pesar de que suspirase cansado, Izumo no dejaba de parecer divertido. Y él, Suoh Mikoto, aunque no pensaba admitirlo, también. Al fin y al cabo, la sonrisa de Tatara les iluminaba. Brillaba, infantil y feliz. Y aunque es posible que quizá no debiese pensarlo, a Mikoto no dejaba de resultarle adorable. Por eso frenaron para esperarle.

*

-Porque, King... no, Mikoto -los ojos castaños quizá sean el color más común del mundo, un alelo dominante, el gen más fuerte. Suoh lo sabía, sabía que eran ordinarios, pero por ello podía dejar de encontrar hermosos los de Totsuka-. Mikoto, te quiero.

¿Cuántos años tenía ese chico? ¿Quince? ¿Dieciséis? ¿No era muy joven para declararse con semejante seguridad en su bruna mirada?

-¿Por qué?

-¿Por qué? No lo sé -no, no es que estuviera seguro. A pesar de la veracidad de sus sentimientos, el nerviosismo corría por sus venas-. Quizá es que me gusta jugar con fuego. Tanto que he acabado enamorándome de ese fuego.

-Idiota.

Labios sobre labios en un primer beso demandante. Las pequeñas y delgadas manos de Tatara aferrándose al cuello del más alto. Luchaba valientemente por seguirle el ritmo lo mejor que podía. Así era ese chico, pequeño, sí, pero peleón. Dulce pero decidido. Y Mikoto se había enamorado a su vez de esa dulzura y esa tenacidad.

*

Aquellas pequeñas manos apenas podían abarcar una suya, pero a Totsuka no le importaba. Sostenía una de las del mayor mientras la otra estaba posada en su rostro. Una suave caricia, tan cálida que podría derretirlo. Tan cuidadosa que no parecía propia del pelirrojo. Suoh siempre le trataba como si fuese una muñeca de porcelana, una escultura de cristal. Y él realmente no estaba acostumbrado a ser tratado con tanta delicadeza.

Posó sus finos labios en los nudillos de la mano que sostenía. En comparación a las suyas, las de Mikoto eran unas manos adultas para un chico adolescente. Siempre estaban llenas de callos y marcas de peleas.

-Me gustan tus manos, King.

-Son horribles.

-Eso es mentira -Tatara esbozó una de sus confiadas sonrisas, tan hermosas y amables que revitalizaban el corazón hecho cenizas de su pareja-. Nada que sea tuyo puede ser horrible.

-¿Por eso tú eres tan perfecto?

*

A su alrededor todo era fuego, luz, caos, un cataclismo en estado puro. Y él gritaba mientras las llamas se descontrolaban. Tenía miedo. ¿Esa era su naturaleza? ¿Esa era su realidad? ¿De verdad no era más que un monstruo destructivo?

-¡Mikoto! ¡Mikoto!

Entre las llamas que ondeaban, escuchó a Tatara gritar. Izumo le agarraba por el brazo, intentando detenerle. Sobrepasaba en fuerza al chico y eso era lo único evitaba que se adentrase en el huracán de fuego. Por las mejillas del menor, quizá gracias al efecto de las llamas, corrían lágrimas amargas de color ámbar.

-¡Resiste, Mikoto!

No podía, no podía resistir. Su fuego lo consumía todo, su cuerpo ardía y dolía. Sobre su cabeza, aquella gran espada se alzaba por primera vez.

De alguna forma, Totsuka consiguió soltarse. El joven se lanzó hacia el círculo de llamas. Le quemaron pero no se detuvo. No se detuvo ni cuando estas calcinaron su ropa y mordieron sus brazos, dañando su piel. No se detuvo hasta poder abrazar a Suoh.

Baile de Colores [K Project One-shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora