En silencio [MiSaru]

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Pensaba en él, aunque no lo dijera. Las veinticuatro horas del día pensaba en él, en ese maldito traidor. Incluso cuando no debía de pensar en él lo hacía. Aunque ni una palabra saliese de sus labios, no podía evitar que pasase.

Los había abandonado. La imagen de aquel día no salía de su cabeza. Nunca lo hizo, a decir verdad, desde que ocurrió. Sus dedos en llamas quemando la marca de su clavícula, su rostro inusualmente pálido, aquella sonrisa rota, aquellos ojos al borde del llanto. Muchas veces se dijo que esas lágrimas eran por el dolor de la quemadura, quiso convencerse de que sólo eran por una causa carnal. Que un ser tan traidor y rastrero como él no podía sentir remordimientos ante aquel acto. Que no le producía ningún tipo de tristeza abandonarlos. Sin embargo, algo estaba mal con su pensamiento. Desde aquel día algo estaba terriblemente mal.

Aun mientras intentaban matarse el uno al otro, las veces que sus bandos tenían la "suerte" de colisionar, y centraba toda su atención en él, sus pensamientos no estaban enfocados en lo que debería. No se fijaba en su patrón de ataque para así encontrar un lugar por donde filtrarse, no. Se fijaba en el sutil balanceo de sus negros cabellos, en la mirada fría de sus ojos grises, en sus elegantes movimientos de pies y giros de muñeca, en la arrogancia de todas y cada una de sus certeras estocadas y en la expresión, a veces frustrada y a veces desquiciada de su rostro. Se fijaba en cosas en las que no debería reparar; o bien por ser enemigos o por ser ambos chicos, sencillamente no debía. Pero lo hacía, aunque no tuviese que hacerlo. Se suponía que se odiaban a muerte, no era normal que pensase en esas cosas. Y realmente juraba que desde aquel día le odiaba con toda su alma. Pero, aunque nunca fuese a admitirlo, pensaba... que era hermoso.

Aunque quisiera, no podía apartar los ojos de él, de Saruhiko. Desde luego, no por que las batallas tuviesen en mayor o menor medida su atención. En realidad, estas casi habían perdido su interés. Solo eran un intercambio de golpes vacíos cuyo único propósito era continuar hasta el infinito. Sus reyes se habían detenido ya, como siempre pasaba, mas ellos seguían peleando. Porque su lucha se dedicaba más bien a devorar al otro con su mirada. Y, aunque Misaki estaba seguro de que el moreno había sentido su penetrante y constante observación también podía sentir los ojos del otro fijos él. Siempre había sido así. Desde antes de su traición, desde antes de HOMRA.

Desde siempre.

Así era su relación, por eso, realmente no le extrañó hacia dónde habían avanzado con los años. Sabía que harían todo lo posible para seguir bebiéndose con la mirada, para tenerse mutuamente. Cuando se alejaban de las peleas, siempre empatadas, cuando nadie los veía, daban el siguiente paso, encontrándose en el cuarto de Fushimi en Scepter 4.

No había palabras, nunca. El silencio era su mejor aliado. Sabían que, si abrían la boca, intentarían matarse mutuamente, que llegarían los eternos reproches, los insultos y los comentarios con los que mutuamente se herían. Por eso callaban, esa era la mejor forma de hacerlo: en silencio. De la misma manera en la que Yata siempre pensaba en él. En el silencio y la complicidad de la noche, dejaban a un lado su espada y su bate. En el silencio del cuarto del menor, se deshacían de la ropa que les definía como miembros de uno u otro grupo. En silencio, unían sus labios y sus cuerpos, sintiendo el contacto hasta en el último milímetro de sus pieles. Y se complementaban a la perfección. Saruhiko llevaba un ritmo lento y pausado, mientras que Misaki aportaba la pasión, el fuego. Una vez se rompía el silencio, le doblegaba ante su ritmo pasional. El primero en gemir perdía.

Y el nombre "Misaki" solía ser el primero en escucharse.

Todas las noches, después de aquel acto no tan silencioso, el pelirrojo se vestía y se marchaba. Esto de nuevo callando, con un regusto amargo. Y siempre se despedía besando suavemente la marca quemada de su pecho. Era en el momento de ese beso cuando, siempre en silencio, Saruhiko dejaba caer su maldito orgullo. Siempre que se iba de su cuarto, saliendo furtivamente por la ventana, el moreno estaba llorando.

Hasta que un día, harto de aquellas lágrimas de desgracia y autocompasión y esa hipócrita sonrisa rota, rompió la quietud que caracterizaba sus encuentros.

-Sabes que sólo necesitas una palabra -dijo, apretando los puños. Su voz temblaba con la rabia contenida-. Solo una palabra... y no me iré.

-¿Y renunciar a mi escasa dignidad? -un quedo sollozo acompañó su respuesta-. Tsch, ni lo sueñes.

Apretó los dientes, maldiciendo aquel orgullo barato que dominaba al azul. No quería seguir así. No quería ver más llantos. No era eso lo que le gustaba observar.

-No te mataría decirlo, Saruhiko.

Comenzó a abrir la ventana, más molesto y enfadado de lo normal. Supuso que cuando volviese a HOMRA, se desahogaría.

Una palabra, una única palabra rompió el silencio, impidiéndoselo.

-Quédate...

Aquel día no solo besó su marca al acabar.

También sus labios.

Algunas me habéis pedido MiSaru, pero este no es ningún pedido (no me olvido, tranquil@s, ni de los MiSaru ni de ningún otro one-shot). Este es el primer one-shot que hice de K, y que publiqué y borré en el acto. Tras reeditarlo y corregirlo unas cinco mil veces, me he decidido a subirlo. Seguiré con los pedidos tras el próximo capítulo, que no es tampoco ninguno. Es un lemon ReiSaru inspirado en un doujinshi, que ya tengo escrito, solo queda corregirlo, el sábado seguramente lo suba.

Ekaterina Kurae

Baile de Colores [K Project One-shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora