Fire Blossom ["ReiSaru"]

749 47 6
                                    

Inspirado en la preciosa pequeña novela ligera del mismo nombre. Una especie de tributo a la misma, más o menos. Lo escrito en cursiva viene escrito también en la novela.

Si había una palabra que describiese sus sentimientos en aquel momento, sin duda era confusión, una apabullante y caótica confusión. Sentía frío, sí; con la muerte del rey rojo el mundo parecía haberse vuelto el Polo Norte. Una parte de su cuerpo era la excepción que confirmaba la regla. Sobre su clavícula izquierda, la marca de HOMRA ardía como nunca antes lo había hecho. Dolía, dolía como el infierno mismo. Dolía tanto que debía hacer gala de todo su autocontrol para no gritar. Y sabía que todos los miembros de su antiguo clan estaban experimentando el mismo ardor.

Alzó sus grises ojos al cielo. La noche parecía haberse vestido de luto por Suoh Mikoto. Sin estrellas, sin luna, sólo las rojas luces que poco a poco se elevaban daban color al firmamento. Eran como ardientes pétalos de cerezo. Parte del aura roja iba en ellas, en ese conjunto que parecía marchar a donde quiera que se encontrase el rey. Y la suya se alzaba solitaria en un extremo, avanzando hacia el infinito también. No era parte del gran grupo pero ahí estaba, progresaba como podía. Básicamente, ese era él.

Sentía pesar. Él no había llegado nunca a desear la muerte de Suoh Mikoto. Podría haber estado harto de él o haberle tenido miedo, haberle detestado, pero nunca había deseado que muriese. Y podría no ser una persona empática, que no lo era, pero ni él podía evitar sentir cierto tipo de pena al contemplar la escena. Sentía una especie de nudo en su garganta. No tenía los ojos húmedos y cualquiera que no le conociese habría dicho que estaba normal. En no conocerle se hallaba la clave. Porque quien hubiese podido mirar en el fondo de su frío y desértico corazón, vería que realmente no estaba bien.

Apretando los dientes, llevó una mano a su clavícula. Seguía mirando al cielo, en un vano intento de olvidar el dolor. No podía negar, ni se molestaría realmente, que aquella escena era hermosa. Cruel y triste, sí, pero hermosa. A base de golpes de la vida había aprendido que las cosas más bellas solían ir por ende acompañadas de los dos anteriores adjetivos.

Una mano helada se posó sobre la que descansaba en su cuello. No necesitaba volverse para identificar a su dueño. Sabía perfectamente a quien pertenecía esa fría y estilizada mano que envolvía la suya. Sabía quién era aquel que bajaba su temperatura cuando ardía y la subía cuando se helaba.

-¿Te duele? -susurró aquella conocida grave voz a sus espaldas.

-Sí -¿para qué molestarse en mentir si él siempre destrozaba sus barreras con sólo desearlo?-. Duele.

-Era la única salida. Y no puedo pedir perdón por hacerlo.

Saruhiko sintió el aura azul recorrer su cuerpo. La rechazó suavemente. Sentía algún tipo de responsabilidad, sentía que debía sobrellevar ese sufrimiento. Él respetó eso, aunque no retiró su helada mano.

-Lo sé. Ni yo te pediré que lo hagas.

-¿Deseabas que él muriese?

-Deseaba que desapareciese de mi vida, él y todo HOMRA. Pero tampoco deseaba su muerte.

Y es que aquellas personas estaban llorando. Él sólo quería olvidarles, no ver su sufrimiento. Aunque no pudiese experimentar sus sentimientos o empatizar con ellos, no le gustaba contemplar a tanta gente llorar. De alguna forma, no quería que alguien a quien alguna vez quiso derramase lágrimas. La sensación de desagrado que solía mostrar ante actos de debilidad se unía a la anteriormente mentada opresión en su garganta. Era sumamente molesto.

-Es increíble lo indiferente que puedes llegar a ser.

Su tono no transmitía reproche. Estaba serio. Para él tampoco había sido un acto fácil, por eso Saruhiko permitió que lo abrazase allí, donde cualquiera podría verles. Y porque realmente él también necesitaba un abrazo. Sus abrazos siempre conseguían calmarle.

-¿Y de qué otra forma podría reaccionar? -cuestionó. Su voz estaba perfectamente sosegada.

-Cualquiera vería normal que llorases.

-No. Sería un acto hipócrita. No voy a demostrar los sentimientos que no tengo. Aunque los tuviera no lo haría. Soy un traidor, ya sabes.

-También es increíble lo franco que eres.

-¿Preferirías que te mintiese?

Sólo supo que negaba con la cabeza porque sintió el flequillo ajeno hacerle cosquillas en la nuca, antes de que escondiese el rostro en el hueco entre su cuello y su hombro. En ningún momento dejó de abrazarle por la espalda. Al cabo de unos instantes, de mantenerse en esa cómoda posición, alzó la vista al cielo, siguiendo la mirada de Saruhiko. Todos aquellos rubíes luminiscentes cada vez estaban más lejos.

-Son como pétalos de cerezo, ¿no crees?

-Podría ser... quizá son un regalo de Mikoto-san a quienes se han quedado aquí.

-Eso es extrañamente romántico por tu parte.

Sus dos opciones eran o chasquear la lengua o sonreír. Eligió esta última, mostrando una sonrisa torcida, tan amarga que costaba creer que fuese de verdad una sonrisa.

-Algún día, en primavera -susurró, apretando su abrazo en torno al delgado cuerpo de Fushimi-, podríamos ir juntos a ver los cerezos en flor.

-Quizá, si tenemos tiempo.

Y ante esa respuesta tan permisiva, le dio la vuelta y lo atrapó en sus brazos. Saruhiko no protestó, correspondiendo también al abrazo, agarrándose casi por instinto a su abrigo azul. Sabían, los dos, que Awashima estaba allí cerca, a la espera. La unidad especial también, pero decidieron obviarlo. Por estar ellos allí quizá no harían nada "indebido" a ojos de la sociedad, pero eso no les impidió permanecer abrazados, sólo un poco más.

Baile de Colores [K Project One-shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora