Tras el final [HiSaru]

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Desde la destrucción de los slates, el mundo parecía haber vuelto a como era antes, uno terriblemente aburrido. Ningún clan se disolvió, pero ya no peleaban. Scepter 4 siguió funcionando como un organismo gubernamental encargado de la justicia, HOMRA como una especie de pandilla, Jungle como una red social y Hakumaito se instaló con sus tres miembros como parte del profesorado de la Academia de la Isla. Todos rehicieron sus vidas como buenamente pudieron, avanzando, mirando siempre al frente, a un futuro incierto, pues ya no había un guión escrito para ellos.

En Scepter 4, los primeros días fueron difíciles. Por sus heridas, Fushimi tardó un tiempo en poder reincorporarse. Cuando lo hizo tuvo que volver a aguantar las miradas de desconfianza, los silencios incómodos en su presencia y los cuchicheos a sus espaldas, incluso aunque Munakata hubiese aclarado que su marcha a Jungle fue un plan. Desde fuera, cualquiera diría que no le importaba lo más mínimo, pero esa no era la verdad. Le molestaba. Más que eso, le dolía. Había arriesgado su vida por aquellas personas. No quería ser tratado de forma especial ni mucho menos, pero tampoco quería volver a oír esas voces, esas que le acusaban de traidor. Quizá la vida solo había vuelto a la normalidad en lo superficial, porque él se sentía más lejos que nunca de todos. Pero nadie era capaz de notar eso; nadie sabía como se sentía, las veces que sólo deseaba gritarle a todo el mundo cuando escuchaba esos susurros. Para él la vida no había continuado, sencillamente se había ido a la mierda.

Su visión cambió repentinamente un día. Tras una reunión de todo el clan, un grupo hablaba sobre él a sus espaldas. Quiso ignorarlos e irse, es más, estaba a punto de hacerlo, pero una frase, una voz saliendo en su defensa, le detuvo.

-¿Por qué no os calláis de una vez, hipócritas?

Saruhiko se volvió sobre sus talones. A unos metros, Hidaka se estaba enfrentando al grupo que hablaba mal de él. Su rostro estaba cruzado por una expresión de rabia frustrada. Y los ojos de su superior, llenos de incredulidad.

-¿Perdona? ¿Por qué te metes donde no te llaman?

-Porque ya me he hartado. No tenéis derecho a decir esas cosas de él.

-Simplemente constatamos lo que es, yo no me trago lo de que fuese un plan del capitán. Ese chico es un tra...

-¡No te atrevas a llamarlo traidor! -muchas otras unidades volvieron sus ojos hacia el centro de la discusión, al oír aquel grito. Saruhiko también, pero ya llevaba un tiempo con la vista puesta en él-. ¡No es ningún traidor! ¡Pudo haber perdido la vida en esa misión! ¡Y de no ser por él jamás habríamos derrotado al clan verde!

-Pero...

-No te atrevas siquiera a hablar de él.

Aquellos chicos se dispersaron, asustados por la repentina seriedad de alguien tan vivaracho. Ya lo dicen por ahí, que no hay nada más aterrador que la ira de un hombre alegre. La multitud también hizo lo propio. Sin saber como, se habían quedado solos, aunque Hidaka no había llegado a reparar en la presencia de su superior.

-Hidaka... -susurró. Aún le miraba, sin saber cómo reaccionar. Era la primera persona que saltaba en su defensa tan efusivamente, como si de verdad le importase.

-¡Fushimi-san! -el rostro del chico se tiñó de rojo-. ¡L-Lo siento! Sé que no debería meterme donde no me llaman, pero no puedo soportar que hablen así de ti. No lo soporto. No tienen derecho a hacerlo.

-Me da igual. Después de todo, tienen razón...

-¡No la tienen! ¡No puedes dejar que lo que digan te afecte! Yo... yo no creo que seas ningún traidor.

-Tsch...

-Siempre he creído que eres una buena persona -Akira tenía una sonrisa atractiva, inconscientemente esos fueron sus pensamientos mientras el chico se acercaba a él. Era cálida y divertida, el tipo de sonrisa que a todos encandilaba. Normalmente era inmune a ellas, pero esa chispa había logrado atraparle, introduciéndole en una vorágine de pensamientos confusos y vergonzosos. Y esa maldita y amable expresión era el centro, el ojo del huracán-. Jamás te he visto como un traidor, ¿sabes?

***

Desde aquel incidente, poco a poco ambos se hicieron amigos. Más que eso, según el resto de miembros de la unidad especial. Hablaban con frecuencia, mucha más que antes, y no eran pocas las veces que Hidaka ayudaba al menor por las noches con las eternas pilas de informes atrasados. Tonteaban como podrían haberlo hecho cualquier par de adolescentes -si es que dentro de la actitud de Fushimi algo se podía ver como tontear-. Delante del castaño, Saruhiko sonreía de vez en cuando. Eran sonrisas tímidas y nerviosas, casi invisibles, que hacían que el corazón del mayor diese tres vueltas de campana.

El suceso que marcó el fin de esa "relación" en la que nunca se decían las cosas claras, tuvo lugar una tarde de otoño. Fushimi estaba en su cuarto, leyendo. "Indigno de ser humano" era el nombre del libro. Se encontraba atrapado en la lectura, cautivado por las intrigantes, certeras y, en determinados puntos, incomprensibles palabras de Osamu Dazai, cuando escuchó un ruido en el pasillo. Chasqueó la lengua, molesto, y cerró el libro, acordándose de marcar la página en la que estaba. La curiosidad le instó a abrir la puerta en el momento justo.

Hidaka corría hacia allí, con cara de estar siendo perseguido por algo peligroso. Al chico le pilló por sorpresa que su superior abriese la puerta del cuarto y ni tiempo a frenar tuvo. Se tropezó y ambos cayeron hacia dentro del cuarto. La puerta se cerró tras ellos como si fuera su cómplice, silenciosa.

-Agg... -Saruhiko se quejó por el golpe que había recibido. Akira estaba sobre él-. ¿Pero qué...?

El mayor colocó rápidamente el índice sobre los suaves labios de su superior, silenciándole. Los rostros de ambos se tornaron del color de HOMRA; realmente, la postura en la que estaban lo ameritaba.

-Por favor... Andy me persigue.

Fushimi asintió y no dijo nada. En el pasillo escucharon voces confusas durante unos minutos, y luego silencio. El mutismo se prolongó. Ambos se miraban. Hidaka seguía sobre él, convenientemente colocado, con una mano apoyada a cada lado de su rostro. De vez en cuando, alguno tragaba saliva. Ambos se devoraban con la mirada. Se observaban como nunca habían observado a nadie. Y estaban tan nerviosos que pensaban que el otro podría escuchar los latidos de su corazón interrumpiendo la quietud.

-F-Fushimi-san...

-No hace falta -susurró mientras retiraba la mirada-, que seas tan formal...

-Entonces... ¿Saruhiko?

-¿Sí?

-¿P-Puedo besarte?

Las mejillas del menor estaban rojas. Muy rojas. Tanto que Akira se arrepintió de haber preguntado. Se preparó para ser rechazado y levantarse, pero Saruhiko le detuvo.

-No preguntes eso... idiota, solo hazlo.

El rostro del mayor se iluminó con una de sus radiantes sonrisas antes de que se inclinase para besarle. Sus labios se unieron con suavidad, cerrando ambos los ojos, simplemente centrándose en saborearse.

Puede que el mundo le hubiese parecido increíblemente aburrido y molesto a Saruhiko, pero en ese momento descubrió que, tras el final, siempre hay un nuevo principio.

Baile de Colores [K Project One-shots]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora