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Cuando era chico, a todo el que me preguntara le decía que quería ser escritor. Y ésas son preguntas que siempre se les hacen a los chicos. Ni bombero, ni astronauta, ni doctor. Hasta mis padres se preguntaban de dónde podría haber sacado eso. Bueno... mi madre; papá falleció demasiado pronto. Pero en algún momento me oyó decirlo.

Ni siquiera yo sabía por qué. Hablo de que era muy chico, tres o cuatro años, y ya andaba diciendo esas cosas. Quizás por fijación, o por propia naturaleza, nunca cambié esa respuesta. Pero mi destino fue un tanto diferente de lo que hubiera esperado. Escribiendo, sí, pero como el eterno amateur que guarda sus manuscritos en cajas apiladas sobre el ropero. ¿Un próximo Kafka?, pensará algún despistado. Lo cierto es que escribía horrible.

Y por eso me recibí de profesor de Literatura. Y empecé a ganarme la vida dando clases.


TelarañasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora