Iba a decirle que volvería enseguida, pero la casa se sentía demasiado silenciosa. Seguramente estaba ocupada leyendo. Aproveché la oportunidad y me escabullí hacia el auto. Los quince kilómetros de ruta más largos de mi vida.
No había gran cosa, una mancha oscura de verde, árboles. La entrada como un arco blanco. Estacioné el coche para internarme entre las rejas a pie, entre las tumbas. Comenzaba a oscurecer.
Tanto moho y enredaderas, que aquel lugar parecía dejado de la mano de Dios, si hubiera alguno. No tuve que buscar demasiado, la sombra estaba a unos metros, de pie. Y miraba un punto fijo al que me acerqué por detrás silbando "Réquiem por un sueño", de Mozart. Era la primera de una sección nueva en el cementerio.
Cuando se volteó le quedó el rostro aún más blanco, casi tanto como el cabello. Tenía gesto de haber pasado allí varias horas, las puntas de los dedos entre azules y naranjas. No desvié mi atención de la enorme piedra frente a sus pies, poblada de flores, rosas para condecorar una placa sin epitafio. Quedé petrificado ante su gesto de ofrecerme un cigarrillo.
- Ya se fueron todos. ¿Cómo es posible?...
Lo sentí estudiando mi rostro, se lo permití. Las señales que los años nos habían marcado. También quise reír nervioso y mandarlo al diablo, darle un abrazo, aceptarle el cigarro. Sólo un amplio silencio entre nuestros ojos.
- Creíste que lo habría olvidado. Que no tendría el valor. O la fuerza necesaria. Creías que era sólo una obsesión.
- Dios mío. Sí, lo era.
Evité su mirada.
- Lo es, por eso estás aquí...
- Tú le trajiste flores – me aclaré la garganta – Azules, ¿no? Esas le gustaban...
- ¿Lo ves? En cambio tú...
El croar de las ranas era más intenso en el medio de la nada, más claro. Al igual que los grillos. Los silencios.
- A eso me refería.
Miré hacia otra parte, no quería ver su rostro, tan cambiado, moldeado por el tiempo. Aún veía cosas que no existían, pero que habían existido hacía mucho tiempo. Y me hacía sentir terriblemente viejo. Rehuí a su brazo extendido con ademán violento.
- ¿Qué fue de ti después de?... – tomó aire, la voz se le apagaba – Aún creo que estoy viendo un fantasma.
Quizás tenía hijos, puede que incluso nietos. Se veía tan frágil que me temblaban los intestinos, me mareaba. El tiempo.
- Podemos tomar algo y conversar... - huir, huir – Uno de estos días. Cuando quieras. ¡Está bien!
Sus últimas palabras se perdieron a medida que me alejaba corriendo. No me detuve hasta el auto y aceleré sin mirar atrás, varios kilómetros, diez, quince, veinte, ni siquiera con algún destino fijo. Mordí la banquina en una curva y todo se estremeció, perdí el control de mí, del coche, que ahora giraba en zig-zags peligrosos. Cuando se detuvo pude oír mi llanto.
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Telarañas
Mystery / Thriller"Yo había caído en un letargo; sin embargo, no diré que toda conciencia estaba perdida. No intentaré definir lo que de ella quedaba, ni siquiera describirlo; pero no todo estaba perdido[...], ni siquiera en la tumba está todo perdido. Si no es así...