-Hola, ¿Nos conocemos?- ponía.
-Creo que vamos en la misma clase- respondió Daniel.
Fue a su perfil otra vez para mirar sus fotos y le pareció una chica muy guapa. Era morena de ojos verdes, realmente, unos ojos preciosos. Justo cuando se iba a marchar recibió un mensaje de María diciendo que entonces mañana le saludaría y Daniel sonrió para sus adentros. La verdad, esque nunca había sentido ese escalofrío por alguien, y menos por una chica a la que ni siquiera conocía.
Le comentó que le parecía buena idea y cogió el carnet de bibliotecario para irse.
Al llegar, saludó a sus compañeros y Borja le explicó que tenía que hacer con los nuevos libros. Al acabar de colocarlos en su sitio, se dedicó a hojear uno de los libros sobre la antigua Grecia y Roma que Sandra le había recomendado cuando se habían conocido. La verdad es que no estaban nada mal, le gustaba leer sobre esos temas.
Estaba concentrado en su lectura cuando se aproximó una chica al mostrador para pedir un libro. Como veía que no le hacía caso, tosió levemente y Daniel levantó la cabeza. Su sorpresa fue que cuando la miró se dio cuenta de que era María, la chica a la que había mandado anteriormente un mensaje. Debió ser que ella también se dio cuenta, porque pronto empezaron a entablar conversación. Estuvieron bastante tiempo hablando sobre la opinión de cada uno sobre los profesores, la dificultad que supondría el curso y temas relacionados con el estudio, pero a la media hora ya estaban hablando de sus familias. Acabaron de hablar cuando María le dijo que le esperaban y que hablarían al día siguiente. Daniel aceptó y siguió con su trabajo, pero decidió marcharse temprano porque era martes, y no frecuentaba mucha gente la biblioteca ese día.
Volvió a su casa pensando en la chica que había entrado en su vida ese día. Parecía diferente a las demás, pero sabía que las chicas eran muy complicadas.
Mañana le contaré a Sandra lo que me ha pasado- dijo en alto sin darse cuenta de que en ese momento le observaba un señor mayor, que le daba de comer a unas palomas en el parque.
Daniel echaba de menos a su abuelo. En cuanto se dió cuenta que le miraba le saludó levemente con la mano y el hombre respondió a su saludo.
Desde pequeño había compartido con su abuelo muchos momentos. Había sido como su padre, porque el suyo siempre tenía temas de trabajo o estaba fuera de casa en alguna reunión importante. Nunca se lo había reprochado, porque tenía a su abuelo cerca. Había muerto poco tiempo después de que muriera su madre y se culpaba a sí mismo de lo que había pasado.
Aquel día era un 7 de febrero. Lo recordaba frío. Su madre le había asegurado que ese día iría toda la familia a ver a su hermana actuar en gimnasia rítmica. La actuación se había programado en Barcelona, asique había que ir desde Madrid hasta allí en coche. Salieron temprano por la mañana su madre y él. Como siempre, su padre se quedaría trabajando todo el día en la oficina. Ya estaban acostumbrados. Cuando estaban en la mitad del viaje sonaba la canción Just the way you are, de Bruno Mars. A los dos les gustaba esa canción. Todo fue rápido. Su madre miró un momento el móvil porque su abuelo le había mandado un mensaje y dejó de mirar a la carretera. Él le dijo que por favor cogiera el volante, que se estrellarían, pero nada más decirlo un camión chocó contra ellos. No recordaba más, solo el momento en el hospital donde estaba ingresado cuando le dijeron que su madre había fallecido. Su padre estaba sentado a su lado, junto a su abuelo y a su hermana. Pensaba que no podría soportarlo, que aquella pérdida era como si le hubieran clavado una espada en el pecho. Su corazón se contrajo y se desmayó, despertándose más tarde al lado de su abuelo, que lo tranquilizaba.
Ese mes no fue al instituto, pero siguió estudiando en su casa, solo por entretenerse con algo, por despejar su mente. Ahí fue cuando su abuelo le ayudó a salir de aquel inmenso vacío. Aquel mes fue uno de los mejores de su vida, a pesar de lo que había pasado. Le llevaba al cine, a tomar helados, contaban los coches con matrícula capicúa y anotaban en una hoja cada día una flor distinta, para después poder comprarla.
Un mes después se despertó y vio a su abuelo yaciendo en el suelo. Aún no se ha recuperado de todo aquello, aunque hubieran pasado 3 años ya.
A su hermana le afectó menos que a él, pero sabía que echaba de menos a su madre. Tan solo tenía 4 años cuando pasó todo.
Cuando acabó de pensar en todo aquello, Daniel ya estaba en la puerta de su casa, con los ojos llorosos. Decidió llamar a Sandra, contarle todo lo que no sabía.
Mientras hablaban, Sandra escuchaba atenta y tranquilizadora. Sabía que aquello era duro, pero ella estaría a su lado cuando lo necesitara. Se había convertido en un chico muy importante para ella, y lo conservaría.
Daniel entendió que no se puede vivir siempre del pasado, porque la vida es un segundo, y hay que disfrutarla, a pesar de los baches que tenga.
Él había superado ya muchos, y la universidad no le suponía ningún bache, si no un motor para que su vida fuera aún mejor. Se acostó pensando en su madre, en Sandra, en su abuelo, en todo. Mañana será un nuevo día- se dijo a sí mismo antes de quedarse dormido.