Daniel seguía con el susto en el cuerpo. La muerte había pasado delante de él hacía escasos minutos.
Al perder el equilibrio dio un pequeño salto que le mantuvo agarrado al borde del precipicio.
Recuerda ver a un señor de unos 40 años y su mujer salir del coche y, al verle allí, correr rápidamente a ayudarle.
Daniel entró al hospital. No había gente esperando en recepción así que aprovechó para preguntar donde esta ingresado Tomas.
-Buenos días- dijo amablemente a la recepcionista.
-Buenos días, ¿En qué puedo ayudarle?- preguntó sin levantar la cabeza del ordenador.
-Un amigo fue ingresado anoche, ¿Puedo saber dónde está su habitación?
-¿Tomas Duncan?- la señora levantó la cabeza. Daniel hizo un gesto de afirmación- segunda planta habitación número 437- respondió bajando nuevamente la cabeza.
-Muchas gracias- Daniel subió al ascensor y se dirigió hacia el lugar que le había indicado. Al llegar, se encontró a María y a otra chica hablando entretenidamente.
-Hola Tomas- dijo Daniel acercándose a la cama donde estaba su amigo.
Tenía la cara pálida y ensangrentada cerca de la comisura de los labios. Al lado de la camilla había gasas y un vaso de agua casi vacío.
Daniel recorrió el cuerpo de Tomas con sus ojos hasta llegar a las piernas, que tenía escayoladas.
-Has venido- sonrió su amigo.
-Claro, joder. ¿A quién se le ocurre salir a esas horas?- rió nervioso.
-Marta, ven- la chica que había visto antes al entrar se acercói hasta la cama acompañada de María- este es el motivo por el que estaba por ahí a esas horas- estamos saliendo.
-Y por poco- rio María- encantada de conocerte, Daniel. Tienes una novia muy maja- dijo sonriendo a María.
-El placer es mío- respondió Daniel acercándose a su chica dándole un dulce beso en los labios.
La mañana transcurrió rápida. Daniel estaba contento pero le faltaba alguien. Justo cuando estaba pensando en ella una pareja entró por la puerta. Él le sujetaba de la cintura.
-¡Sandra!- gritó María.
-Loca, ¿Nunca te han dicho que gritar en lugares públicos es de mala educación?- se rió mientras abrazaba a su mejor amiga.
Daniel estaba incómodo y, aunque Sandra hacía cualquier cosa por no estarlo, no podía parar de mirar a Daniel y a María, que estaban tonteando todo el rato.
Se quedaron hablando con Tomas y, escasos minutos antes de la comida, Daniel bajó a fumar un cigarro.
-Te acompaño- dijo Sandra.
María se quedó hablando con Raúl y Marta mientras Tomas descansaba. Parecía no haberle importado que se fueran los dos solos.
Daniel y Sandra bajaron hasta los jardines del hospital y se sentaron en un banco. La chica se le quedó mirando.
-¿ Qué, nada que contarme?- preguntó enfadada.
-Parece que sí- sonrió Daniel. Le tocaba hablar a él.