-Sandra- dijo el chico- estuve hablando con mi hermana antes y me dijo que quería ir a Disneyland en verano, ¿Querrías venir con nosotros?
Sandra no respondía. Daniel esperó tranquilo. Sabía que sería duro para ella recordar aquellas vacaciones.
-Me gustaría mucho- contestó después de un rato.
-Está bien- dijo Dani- es tarde, descansa. ¿Mañana quedamos para desayunar?
-Vale, a las ocho y media estoy en tu casa- afirmó Sandra.
-Un beso, buenas noches- dijo Daniel.
-Otro.
Daniel colgó el teléfono. Le gustaba Sandra pero no había decidido contárselo hasta que ella diera alguna señal de que le gustaba también.
Se acostó porque mañana tendría que despertarse temprano para preparar el desayuno a su amiga.
8 y 25 de la mañana. Daniel se había quedado dormido.¿ Cómo podía haberle pasado? El despertador estaba puesto para las 7. Fue rápidamente a la cocina a preparar café y mientras se estaba vistiendo llamaron al timbre.
Salió de la habitación sin camiseta. Era primavera, entrando ya en los primeros días del verano, así que no le importaba que entrara un poco de brisa por la ventana de su habitación.
Cuando abrió la puerta se encontró con la tímida mirada de Sandra. Al verle, se ruborizó. No estaba nada mal. Le invitó a entrar en su apartamento y le dijo que estaban solos. ¿Habrá entendido la indirecta?- pensó Daniel.
Le sirvió un poco de café a su amiga y empezaron a hablar de los exámenes finales. Al poco rato, Sandra cogió el teléfono, era su padre. Al acabar de hablar con él se dio cuenta de que Daniel estaba raro, como perdido.
-¿Te pasa algo?- dijo la chica.
-No, ¿Por qué lo dices?- preguntó tranquilo Daniel.
-No se, estás como perdido- insistió Sandra.
-Tengo que decirte algo- Daniel se puso rojo. Después de que Sandra afirmara con la cabeza prosiguió hablando.- Me gustas.
Daniel agachó la cabeza. Aquello se le daba realmente mal. Nunca le había dicho eso a ninguna chica y no quería que aquella conversación acabara con su amistad.
Sandra se acercó a él y le levantó la cabeza. El chico era un poco más alto que ella y eso le facilitaba las cosas. Su amiga se acercó más a él.
-Tú también me gustas Daniel- dijo susurrándole al oído. Cuando acabó, se aproximó lentamente a sus labios y se fundieron en un dulce beso.
La chica, que sabía que en los temas sexuales Daniel no estaba adelantado, quizás por la poca práctica con las chicas, le cogió del brazo y le llevó hasta su habitación, sin parar de besarse.
Daniel empezó a coger confianza y la tumbó suavemente en la cama, mientras le sacaba la ropa.