Daniel no entendía nada de lo que estaba pasando.¿Cómo era posible que en pleno centro de Madrid se hubiera encontrado con un amigo de su abuelo? Se limitó a darle las gracias por habérselo contado y con la excusa de que tenía que marcharse, volvió a su apartamento.
Tomas le estaba esperando con la cena en la mesa lista para empezar a comer. Daniel se sentó y le contó todo lo que había pasado. Al acabar Tomas le dio una caja con una especie de collar dentro.
-Porque lea no soy marica- dijo Daniel con un gesto despectivo.
-No es eso.¡ Ábrelo!- dijo su compañero molesto por la reacción del chico.
Daniel abrió el collar y se encontró una foto suya abrazando a su abuelo y a su madre.
-¿De dónde has sacado esto?- preguntó el chico
-Estuve buscando entre tus fotos antiguas del portátil y lo encontré- dijo tranquilo Tomas-.Además se que te haría ilusión verles de nuevo.
Daniel metió su cabeza entre sus manos y empezó a llorar, en silencio, ante la atenta mirada de Tomas. Su amigo se levantó y salió del apartamento a dar una vuelta. Sabía que era lo mejor para su amigo.
Daniel se quedó solo. Recordaba el día en el que les había sacado la foto su padre. Esa etapa en el instituto había sido de las peores.
Todo empezó cuando volvió de las vacaciones de Navidad, después de una discusión con un amigo. Todos estaban extraños, como más alejados de él. Al principio no le dio importancia porque suponía que era algún enfado temporal pero al pasar los días sus compañeros empezaron a humillarle y a dejarle solo en los recreos. En los trabajos, cambios de clase, actividades en grupo,etc. nadie se juntaba con él.
En esa época conoció a una chica a través de uno de sus anteriores amigos. Hablaba con ella casi a diario y un día decidió pedirle salir, sin haberla visto nunca antes.
Cuando quedaron por primera vez se sintió feliz. Ella era la única causa de su existencia, pesaba. Cuando cortaron se intentó suicidar, pero no lo consiguió. No podía dejar a sus padres solos.
Los insultos fueron a más. Se lo contó a su familia pero su respuesta fue la misma de siempre:
-Es un enfado temporal, búscate otros amigos.
Daniel no podía seguir así. Su madre y su abuelo le animaban mucho hasta un día en el que sus compañeros sobrepasaron los límites y después de una clase de gimnasia mientras se duchaba le dejaron encerrado dentro, mojado y sin ropa. Lloró desconsoladamente, buscando ayuda del conserje, hasta que al día siguiente lo encontró el director mientras hacía su paseo matutino por las aulas y pasillos. Le cambiaron de instituto pero nunca perdonaría lo que le hicieron.
Encendió el ordenador y se durmió escuchando Hopeful, una canción anti-bullying. Había valido la pena salir de aquel infierno y sabía que su abuelo y su madre desde algún lugar le estaban observando y se sentían orgullosos de él, con eso le bastaba.