Capítulo 4

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PDT: Este capitulo se había borrado por razones inexplicables, pero gracias a Dios lo teníamos guardado. NUNCA CONFÍEN EN WATTPAD PARA GUARDAR NADA. D: CASI NOS DA UN PARO. Continúen disfrutando.

Octubre del 2004

La lluvia caía incesantemente sobre el techo, podía escuchar cada gota que chocaba contra mi ventana, aún entre mis más profundos sueños. Me encantaba.

El rugido de los truenos amenazaba cada vez más fuerte, pero eso más que asustarme, me relajaba. Lo único que me gustaba del otoño eran las lluvias, especialmente las que se daban cuando se escondía el sol. En las noches, cuando las voces y ruidos me atormentaban, cuando mi madre ya no podía quedarse a dormir conmigo, la lluvia era como una melodía, que lograba callarlas y calmar mis nervios.

Cuando no lograba conciliar el sueño, me quedaba mirando al techo mientras la escuchaba caer, hasta que quedaba dormido o hasta que salía el sol, lo que ocurriera primero.

Mientras aún dormía, en medio de aquella melodía se empezó a escuchar una voz angelical. Al principio no lograba distinguir de donde venía, ni qué era lo que decía, pero cuando sentí que algo me tocó me obligué a mí mismo a reaccionar.

Abrí los ojos un poco/mucho más rápido de lo normal, pero cuando iba a reaccionar a la defensiva, me encontré con esos dulces ojos color miel que siempre me miraban con amor.

-...Despierta mi bien despierta, mira que ya amaneció...-Mi madre se encontraba sentada junto a mí, a un lado de la cama. Tenía una de sus manos acariciando mi rostro y me miraba con ilusión.-Ya los pajaritos cantan la luna ya se metió.

Me levanté lentamente aún sin comprender nada. Ella vestía tan hermosa como siempre, pero había algo distinto en su expresión, y al parecer tenía que ver conmigo.

Oh, ¡claro!

-¡Feliz cumpleaños mi amor!-Mi madre se abalanzó sobre mí, plantándome besos en toda la cara y estrujándome hasta más no poder.

-Mamá, no me dejas respirar.-Dije entre carcajadas. Ésta reaccionó inmediatamente, tomando distancia.

-Oh, claro, discúlpame, es que ¡Dios mírate!-Hizo un ademán con las manos hacia mí.

Yo tenía, (y me atrevo a decir que tengo) la peculiaridad de recordar todas las fechas de cumpleaños de los demás, excepto la mía. Extraño, lo sé; Pero mis padres siempre se encargaban de recordármelo.

-Estoy en pijama, desgreñado, con sueño y mal aliento, lo sé.-Le sonreí, esperando que captara mi ironía. Pero ella no dejaba de observarme como si fuera la octava maravilla del mundo.

Cosas de madres.

Me levanté con un poco más de ánimo, después de todo era mi cumpleaños. Y ver a mi madre tan feliz era algo que no podía desperdiciar. Después de aquel día sus sonrisas eran menos constantes, pero sé que trataba de mantenerlas, por mí.

Al terminar el aseo, me puse mi mejor ropa y salí disparado hacia la cocina. Al entrar un olor característico invadió mis fosas nasales. Yo conocía ese olor.

Como era de esperarse, y para mi felicidad, sobre la mesa se encontraba un pastel de frutos secos recién horneado. Mi estómago inmediatamente reaccionó.

Puse la sonrisa del gato de Alicia sentándome en la mesa frente a mi madre, quien me esperaba igual de sonriente. Ella sabía que adoraba ese pastel. Pero no puedo negar que la decepción me invadió al percatarme de que mi padre, una vez más, no se encontraba en la casa. Aunque su ausencia ya era algo casi común, no dejaba de doler, y mucho menos de hacer falta.

Malvadamente inocente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora