Capítulo 9.

756 73 19
                                    

Me mire al espejo retrovisor de un auto estacionado en la entrada al aeropuerto, mi rostro daba pena ajena, ya que unas grandes ojeras la adornaban de una manera no muy bonita, a pesar de eso, la decepción y la perdida ya era algo que se había vuelto parte de mi vida, se había hecho algo habitual, por lo que no derrame ni una lagrima por haber perdido a Astrid, más bien lo que salía de mi era un evidente odio y rencor; ¿Hacia mi primo? Tal vez, ¿hacia los Maslow, la única familia que me quedaba? Quizás, pero de lo que estaba muy convencido era de qué parte de ese odio iba dirigido hacia mí mismo.

Cualquiera en esa condición preferiría suicidarse o algo parecido, claro que esas cosas pasaron por mi mente, pero lo único que hacía que no cometiera una locura era el saber que tenía que vengar la muerte de mi padre.

Había decidido volver a Italia con mi tía Natalia, en cuanto pude comunicarme con ella, encantada acepto que regresara a vivir un tiempo allá, pensando en que en aquel lugar podía pensar las cosas con claridad y sin ninguna interrupción, pero lo que si era cierto es que nadie se merecía pasar por lo que yo estaba pasando. Me sentía el blanco favorito de la vida, y eso no era nada bueno.

Duré alrededor de 2 horas de vuelo hasta llegar al aeropuerto de Milán donde me encontré con mi tía, la que al parecer me esperaba no hace mucho tiempo, me abrazó en cuanto me vio, dándome un beso en la mejilla, y entrelazando nuestros brazos para así podernos ir a su apartamento.

****

Ya estando en Italia, luego del hermoso recibimiento de mi tía, nos encontrábamos preparando uno de sus platos típicos y más deliciosos, pasta.

De las pocas veces que se me podía ver verdaderamente tranquilo era cuando estaba cocinando con ella. Razón por la cual lo hacíamos cada vez más seguido; haciéndome aprender algunas cuantas recetas y prepararlas con o sin su ayuda.

Mi tía Natalia adoraba verme feliz, y mientras le dábamos los últimos toques al plato me observó y una sonrisa se posó en sus labios no tan viejos.

-¿Qué?.- Pregunté al verla mirarme de esa manera tan graciosa y a la vez tierna.

-Nada, es solo que, te vez tranquilo y...-Espetó como pensando algo, seguido abrió los ojos como si alguna brillante idea acababa de ocurrírsele-. Oye sobrino, ¿Te gustaría ir a tomar clases de cocina?

-Tía, no quiero que eso se convierta en otra carga para ti.-Le respondí inmediatamente, debido a que llevaba tiempo buscando trabajo, después de todo no planeaba vivir siempre de mantenido.

-¡Claro que no lo es!, de hecho me encantaría que fueras. Es que te vez menos... triste y preocupado cuando cocinas, y lo que quiero es que seas lo más feliz posible.

Su cara reflejaba preocupación maternal, y no pude evitar recordar a mi madre. Me llegaron unas tremendas ganas de abrazarlas y así lo hice, y mientras estaba en su espalda limpié una lágrima irreverente.

-¿Pero y el trabajo?- Pregunté separándome un instante.

-Escuché que en unos días se inaugura un nuevo restaurante no muy lejos de aquí. Si empiezas de inmediato el curso de cocina tal vez podamos hacer que consigas un lugar allí. Además, dudo que le nieguen el puesto a un joven veinteañero tan apuesto. ¿Qué opinas?

-Siempre piensas en todo tía.-Le dije con una sonrisa para luego volver a abrazarla.

Cada vez que conocía mas a mi tía, me daba cuanta que era exactamente como mi madre solía describirla, era risueña, y alguien que se preocupaba por todos, y a pesar de que apenas la había visto por primera vez hace algunos 3 años entre nosotros ya había un gran vinculo profundo que provocaba esa sensación de creer conocerla de antaño.

Malvadamente inocente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora