Capítulo 11.

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Me desperté gracias a la luz del sol que se filtraba por la ventana. Cuando iba a levantarme, noté un peso muerto encima de mi cadera, bajé la vista y ví una mano apoyada en mi cadera. Me giro bruscamente y veo a Edward con una gran sonrisa en su rostro.

- Buenos días, zorrita. - Me dice mientras baja su mano a mi trasero y lo aprieta levemente.

- ¡¿Serás gilipollas?! ¿Qué coño haces aquí? ¡Quita bicho! - le digo mientras lo empujo de la cama, cosa que lo hace caer, y me levanto de golpe.

- Uy uy uy... veo que alguien no se ha levantado de humor, ¿eh?

- El que no se levantará de humor durante el resto de su vida serás tú de la hóstia que te meteré.

- Vale, vale. Tranquila. Tendrías que darte una ducha, para relajarte más que nada... Si quieres te puedo ayudar a enjabonarte. - me dice mientras se acerca a mí y me atrapa entre la pared y él.

- Edward, ¿quieres ha...?

Me calla dándome un beso. No me lo esperaba, pero esto de que él me bese se está haciendo parte de la rutina. Yo subo mis manos a su pelo y tiro de él, mientras que Eddie baja sus manos a mi cadera y tira de mi hacia él. Nos besamos por unos minutos hasta que su móvil suena.

- Me cago en la puta. Tengo que cojerlo, nena.

Aprovecho para meterme en el baño y así poder ducharme. Cuando entro, pongo el pestillo para que no entre. Me ducho, dejando que mis músculos se relajen y pierda la noción del tiempo. La verdad, es que me ha gustado despertarme así por la mañana. Estos últimos días, Edward ha ocupado mayoritariamente mis pensamientos. Nunca me he enamorado, supongo que por miedo a que me hagan daño después, pero ahora que pienso... ¿porqué me tendrían que hacer daño a mí, la chica que más ha sufrido en todo el planeta? Nunca lloraré por un imbécil que me amargue. Ni mucho menos. 

Cuando me acabo de duchar, salgo del baño con una toalla puesta y me dirijo hacia mi cómoda para cojer mi ropa interior.

- Bonito atuendo. Podrías ir vestida así hoy. Nos ahorraría muchas cosas. - me susurra Edward en mi oído mientras me envuelve con sus brazos fuertes.

- Eddie, cariño, ¿me harías el favor de quitar tus manos de mí y dejarme vestir tranquila?

- Podría... pero no quiero.

- ¡Edward, coño, déjame vestirme de una puta vez. Hostia puta! - le digo alzando mi tono de voz.

- Eeeeeh, relájate fiera. Guarda tu energía para tu y yo en la cama. - me dice mientras se va hacia la puerta y sale de mi habitación.

Es imposible no pensar en Edward durante todo el día. Para mí, es el chico perfecto. Me visto y me dirijo hacia la cocina, para comer un buen tazón de leche con mis cereales. Cuando paso por el salón, veo a Edward y a Zayn tumbados en el sofá mientras que discuten algo. Al pasar por delante de ellos, se me quedan mirando.

- Le gusta provocar, ¿no es así, Zayn? - dice Edward, a lo que yo río.

- Joder, sí. Si yo no estuviese de rollo con Kate, Jane ya sería mía.

- Te equivocas. Jane es mía.

- Eddie, no te emociones. No soy de nadie y punto. - digo yo con una sonrisa.

- Ahora tal vez no seas de nadie, pero pronto, muy pronto, serás mía y solo mía. 

Al decir esto, la piel se me eriza, las manos me empiezan a sudar y el corazón palpita con tanta potencia que parece que se me va a salir del pecho. ¿Cómo unas simples palabras dichas por Edward pueden causar este efecto en mí? Dudas y dudas sin respuesta colapsan mi mente durante día y noche.

Desayuno con ellos en el sofá mientras que hablamos de diferentes temas. Me entero de que Zayn y Kate están de rollo y que esta noche la invitará a cenar a casa. Edward me pide que si quiero ir con él y yo acepto. Ayer me lo pasé bien, así que hoy no será menos. Pasan las horas y Edward se marcha.

- Nena, esta noche paso a recojerte yo otra vez. Ponte algo tapado, que hará frío. 

Dicho esto, me coje de la cintura y me planta un beso en la boca, al que yo respondo con gran interés. Nos besamos durante unos minutos hasta que alguien carraspea detrás de mí.

- Edward, quita tus manos de ella que ahora es mía. Luego ya la verás, no abuses. - dice Zayn mientras me tira hacia sus brazos.

- Cúidamela Malik. Adiós, nena. - dice mientras me guiña un ojo y se va.

- Te gusta Steele, y no lo niegues.

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