Después de eso mis días en la Orquesta eran muy incómodos, a diferencia de muchas chicas que tratan de estar siempre con él chico que les gusta ya sea para llamar su atención o para impresionarlo, yo trataba todo lo posible de evitar a Lucas, me ponía muy nerviosa a su lado y me ruborizaba apenas escuchaba su nombre o pe daba en él.
Las chicas juegan con su cabello, sonríen mucho o pestañean muchas veces para que él chico no deje de verlas, son pequeñas señales de cortejo, señales que mi especie usa desde siglos las cuales no aprendí a usar, no podía ver a Lucas a los ojos sin sentir que trataba de ver más allá de mis pupilas, como si quisiera descubrir mis secretos, mis inseguridades, mis temores y mis imperfecciones.
Me sentía un poco mal evitándolo, sabía que Lucas se desilusionaria, pero era lo mejor, cometió él terrible error de gustarle, una parte de mi estaba segura de que no seria suficiente chica para él, no soy atractiva, no tengo el cuerpo de modelo ni una voz angelical, no cumplía los requisitos para ser una novia perfecta.
Había una batalla en mi cuerpo, mi cerebro me daba motivos específicos de por qué no podía estar con él, me recordaba a mi misma mis defectos, mi voz interna malvada se reía de mi y me insultaba.
Por otra parte mi corazón me hacía recordar lo feliz que era con sólo pensarle, el cosquilleo que sentí cuando leí aquellas palabras detrás del dibujo, mi voz interna noble con una voz delicada me halagaba, me decía que si podía estar con el y que todo saldría bien, que podía hacerlo feliz.
Luego recordé que no sólo dependía de mi en que Lucas y yo estuviéramos juntos, también tenía que descubrir sus intenciones conmigo, él podría ser un demonio disfrazado de ángel esperando él momento perfecto para clavarme una estaca.