Capítulo 15: Se nos acaba el tiempo (Helena)

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Mi laboratorio: el único sitio en el que puedo ser yo misma: una chica inteligente que cree que la la grandeza reside en lo pequeño, una idea que no conviene mencionar en una base militar donde los tíos tienen más músculo que cerebro, y el poco que tienen no está donde debería.

Las seis semanas que llevamos en la base han transcurrido con normalidad. Bueno, toda la normalidad que cabe esperar en un mundo como este.

Claro que, para mí, la normalidad es estar casi todo el día encerrada a solas en mi laboratorio, saliendo sólo para las comidas, y así conseguir que no se preocupen por mí tanto como para venir a visitarme.

No ha habido ningún incidente con el tema de ser la única mujer de la base. Parece que Wilson ha sabido mantener a sus subordinados a raya, aunque seguro que el detalle de que mi laboratorio haya sido preparado aparte y nadie sepa su localización también ayuda.

Sí, ya sé que puedo usar uno de los que preparamos con ayuda de los soldados, pero no me sentía cómoda sabiendo que todos sabían dónde trabajo.

En el mío, situado lo más lejos posible de las zonas concurridas, puedo, además de trabajar, entrenarme con una cinta de correr que Wilson trajo, alimentada por la misma energía que la que usábamos en la Frontera; y tocar el piano. Wilson se ha tomado muchas molestias para que no tenga que salir de esta habitación, y lo está consiguiendo. En parte entiendo por qué lo hace, pero aún así...

El único motivo por el que he salido de aquí, aparte de las comidas, es para ir a una piscina climatizada que encontré la única vez que me perdí en la base. Pregunté a Wilson por ella, y me dijo que hacía mucho tiempo que nadie la usaba pero que, si conseguía limpiar el agua, podía usarla.

Paso la mitad de las noches nadando y buceando; y las demás me quedo dormida trabajando en mi laboratorio individual. Rara es la vez que duermo en la misma habitación que los demás.

Sin embargo, y pese a todos mis esfuerzos, apenas he hecho progresos en este mes y medio de investigación. Sé que el problema más acuciante es el de la transformación de átomos con poca energía, y que eso se lo tengo que dejar a Rob, pero no soporto la idea de que alguien esté trabajando duro en algo importante mientras yo me quedo parada sin hacer nada, como una princesita de cuento, inútil.

Mi investigación se divide en dos partes:

Primera: encontrar la manera de conseguir que las plantas puedan crecer hasta en los medios más hostiles; incluso en la Llama, sin la Capa cubriéndolas. Parece imposible, lo sé; pero en peores desiertos se ha corrido.

Segunda: aislar la reacción química que da lugar a la fotosíntesis y reproducirla de manera artificial. Una vez consiga eso, será más fácil realizar la reacción que Luke propuso para restaurar la Capa, transformando el dióxido de carbono, uno de los mayores venenos del planeta, en ozono, un veneno aún más letal, pero con algo más de utilidad.

A primera vista no parece tan complicado. El problema llega cuando miras por segunda vez.

Alguien llama a la puerta tan suavemente que me espero a que llame otra vez para asegurarme de que no es una alucinación.

Me acerco a la puerta, alerta. Se supone que nadie salvo Wilson sabe dónde estoy.

Tras vacilar unos segundos, abro la puerta y veo a Rob a punto de irse. Si que alguien llamara me ha sorprendido, esto me deja atónita. Pero consigo mostrarme seria. Tengo una reputación que mantener.

—Hola—saluda—. ¿Te molesto?

—No, tranquilo—miento deliberadamente. Tengo curiosidad por saber qué le trae aquí.

La Edad de Arena 1.- La CapaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora