Capítulo 20: Reconciliación (Brian)

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Cuando Clarke se fue con los demás, mi hermano me llevó con el en la dirección opuesta. Nadie preguntó qué pasaba, tal vez se dieron cuenta de que yo estaba igual de sorprendido que ellos.

No hablamos en todo el camino. Demasiadas preguntas rondan mi cabeza, y no soy capaz de darle prioridad a ninguna. No me creo que esté aquí, vivo. Se supone que murió cuando una de las mayores tormentas de arena le pilló a la intemperie. "El azote de Eolo" lo llamaron.

Salimos del edificio. Atravesamos el campo de fútbol y nos adentramos en el bosque que hay al otro lado. Es la primera vez que entro en un bosque de taiga, y la verdad es que impone. Aquí cualquiera se perdería.

Sin embargo, me recuerda al bosque en el que mi hermano y yo pasamos gran parte de nuestra infancia. Parece tan lejana...

Alentado por este recuerdo, por fin me acerco a plantearle mi mayor duda.

—¿Cómo sobreviviste?

No se gira para contestarme, pero veo que una sonrisa se dibuja en su rostro.

—No es tan complicado sobrevivir a una tormenta de arena, ni siquiera al Azote de Eolo. Solo se necesita un refugio lo bastante grande como para entrar.

—Pensé que no tenías ninguno.

—Y así era, al principio. Tuve suerte, y me encontré uno enterrado bajo la arena.

Frunzo el ceño. Es tan oportuno que es casi surrealista. Miro a mi hermano, pero él mantiene la vista puesta al frente. Parece tranquilo, como si no hubiera estado a punto de morir.

Paso a la siguiente pregunta.

—¿Por qué no volviste? Al menos podrías haberme dicho que estabas vivo.

—Lo sé, Brian, y te pido perdón. Pensé que estarías mejor sin mí.—Siendo sincero, no entiendo cómo fue capaz de pensar eso. Se vuelve hacia mí y me intenta convencer con la mirada.

»Además, sí volví. Pero tú ya habías encontrado a otra persona para reemplazarme, ¿no?

Asiento, frunciendo los labios. Sus ojos no me miran ni con reproche ni con odio, sino con un poco de arrepentimiento. Por una vez, su expresión me parece natural.

—El mismo día de mi regreso—continúa—pedí a Blair que me trasladara a otra base, cualquiera. No puso objeción. Me dio todo lo que necesitaba para venir aquí.

Zanjado el tema, decido pasar a algo menos serio.

—Y... ¿qué has estado haciendo todo este tiempo?

Su risa me hace sonreír a mí también.

—Básicamente, lo mismo que en la Última Base, solo que con algo menos de calor.

Alcanzamos una cuesta empinada. Nos deslizamos y llegamos a un arroyo que corre disimuladamente entre las rocas. Se sienta en la hierba y yo le imito.

—Pero dejemos de hablar de mí—dice, con energía renovada—. ¿Qué has hecho tú, y qué es eso que dicen de que podéis salvar el mundo?

Suelto una risa nerviosa.

—Bueno, yo no soy el más apropiado para contártelo todo, pero empezó hace unas semanas. Conant entró gritando en la habitación, como de costumbre...

Le cuento toda la historia: el viaje a la Frontera, la vuelta a la base, la muerte de Jon... Michael parece poner especial atención a esa parte.

La Edad de Arena 1.- La CapaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora