Capítulo 31: El nuevo científico (Helena)

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A la mañana siguiente, sigo frustrada por Luke. Aunque sé de sobra que tiene razón y que hizo lo correcto.

Me despierto temprano para ir al comedor mientras aún no hay mucha gente. Necesito pensar en silencio.

Con un poco de perspectiva, quizá no sea tan mala idea preguntar a Andy sobre lo que vi en la pantalla de aquel ordenador. Sin embargo, el mero hecho de saber que me he equivocado es algo que me desquicia por completo.

No veo a Steve en la barra, como esperaba. Según he oído, ha explotado al enterarse de la situación de Andy, y dudo que le vuelva a ver en ninguna cocina de nuevo. Para una persona decente y realmente buena en toda la multitud, y le tiene que suceder esto. No me cabe duda de que Jon pagará por lo que ha hecho.

Ahora que lo pienso, soy incapaz de recordar por qué odiaba tanto a Andy y a sus compañeros. Bueno, en realidad sí: por estar en el ejército que saqueó sus propias ciudades. Y a Andy sobre todo, por intentar llevarse a Luke con él. Sin embargo, tengo que admitir que, tal vez, generalicé un poco.

Termino con mi desayuno, limpio la mesa y voy a la piscina antes de que haya la posibilidad de encontrarme con alguien conocido.

Al contrario que en la Última Base, esta piscina la encontré por mí misma, mientras vagaba por las instalaciones en plena madrugada, mientras todos dormían.

No es la piscina que nos enseñó Clarke. Es otra que, gracias a la lona de plástico que cubría su superficie y el polvo que aún baña todo el lugar, deduzco ha estado en desuso desde hace meses, como poco.

La diferencia de este vestuario con el otro hace que surja en mí una teoría que cambiaría bastante las cosas en la base. Pero, por ahora, prefiero guardarla para mí misma.

Me zambullo en el agua y buceo hasta que no aguanto más la respiración. Después nado un largo más y repito el proceso unas cuantas veces más. Después me sumerjo hasta el fondo de la piscina, intentando quedarme sentada sobre el suelo. Cuando mis pulmones no dan a más, y salgo a la superficie, encuentro allí a Luke, mirándome directamente a los ojos.

Por primera vez en mucho, mucho tiempo, noto cómo mis mejillas se encienden.

—¿Cómo has encontrado este sitio?

Parpadea un par de veces, incómodo, y aparta la mirada.

—Pues... igual que tú, supongo. Por casualidad.

No puedo discutir que así fue como lo hice yo, aunque me temo que no ha sido sólo la suerte lo que le ha traído hasta aquí.

—¿Y bien? ¿Qué haces aquí?

—Quería disculparme por lo de ayer. Siento haber sido tan brusco, pero tienes que entender que no podemos permitirnos discusiones entre nosotros.

—No eres tú el que debería disculparse—murmuro, sin real intención de que me oiga.

—¿Qué has dicho?—pregunta él, y le fulmino con la mirada.

—Que... disculpas aceptadas.

Él asiente, y entonces se produce un largo silencio, en el que nos quedamos mirando a los ojos del otro. Siempre me ha fascinado la claridad de sus ojos marrones, aunque hayan perdido esa ilusión infantil que tenían hace ya tanto tiempo.

Sinceramente, no sé cómo sentirme ahora mismo.

—Ah, sí—dice él finalmente, claramente incómodo—. ¿Has visto al nuevo?

Tardo unos segundos de más en procesar la información.

—¿Qué nuevo?

—Vale, ya veo que no—dice, con una risa nerviosa—. Llegó anoche. Creo que dijo que venía de Japón, pero no le oí bien.

La Edad de Arena 1.- La CapaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora