Capítulo 37: Pelea (Brian)

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¿Dónde estoy? Esto está muy oscuro.

Miro a lo largo de la habitación en la que estoy, pero no logro ver nada. No tengo los ojos vendados, lo notaría. Simplemente, no hay rastro de la luz.

¿Es esto una pesadilla? No, sería una pesadilla muy larga. Además, puedo notar un ligero olor a humedad en el aire.

A ver, piensa. ¿Qué fue lo último que hiciste? Me fui a dormir, un rato después oí cómo entraban Luke, Helena y Rob. Helena se quedó, Luke y Rob se fueron. Solo Luke regresó después. McBride estuvo allí desde el principio.

Recuerdo haberme quedado dormido. Luego creo recordar que algo me despertó, pero no me acuerdo de qué era, estaba demasiado adormilado.

Creo que algo me tapó la boca, y recuerdo que tenía un olor raro. Era alguna clase de somnífero, seguro. No llegué a ver quien había sido, pero oí una palabra. Bueno, en realidad fueron dos.

—Lo siento—decía esa voz.

No era una voz de mujer, eso lo tengo claro. Pero no consigo recordar quién era. Intento, en vez de recordar cómo era la voz, pensar en quién tendría motivos para decirme y hacerme eso.

McBride lo diría si lo hiciera, pero no creo que él pudiera hacerme algo sí. Andy mucho menos. Además, recuerdo que quien me hizo eso me levantó de la cama.

Pienso en Luke, pero él no tiene ningún motivo para hacer eso. Helena tampoco, y no la veo tan malévola. Tiene que ser alguien que me conozca pero que aún así fuera capaz de hacerme esto.

Wilson queda descartado, él ha sido mi mentor durante estos años. Él no me haría nada. Reparo en Steve, pero él es demasiado amable para hacer nada parecido. Espera un momento...

Él sí que podría tener motivos, aunque no lo sé seguro, porque llevo casi tres años sin verle. Aun así, creo que él sí que diría justamente esas dos palabras. Ha sido Michael, seguro.

Una incontrolable e irrefrenable ira me invade. Le grito a la oscuridad, haciéndola entender que ya no me da miedo.

Término de gritar y empiezo a inspeccionar donde estoy sentado.

Es una silla, de eso estoy seguro. El material es frío al tacto y sus bordes son finos, aun así el material es resistente. Es metal, hasta podría asegurar que acero.

Examino mis ataduras con mis manos inmovilizadas. Parece una especie de correa o de cinturón. Sin embargo, no está demasiado apretado. Puedo mover ligeramente las manos y seguramente, si soy hábil, podría liberarme.

Los pies ya son algo más difíciles de mover, y ni siquiera puedo probar las ataduras, aunque creo que son parecidas a las de las manos.

Me esfuerzo por soltar mis manos. Utilizo todo mi tiempo y energía en ello. Primero solo una, las dos a la vez son imposibles.

Me mantengo en mi intento durante mucho tiempo, aunque no soy capaz de medirlo. Eso es, mi reloj.

Me retuerzo en la silla hasta que puedo mirarme de refilón las manos, y muevo los dedos de la mano derecha desesperadamente hasta que encuentro el botón. Entonces lo pulso. Una débil luz verde se enciende, y logro ver en el reloj que han pasado catorce horas desde que me dormí. Ya deberían haberse dado cuenta de mi ausencia, supongo que Andy en estos momentos me está buscando. A no ser que...

¡Maldito bastardo! Se está haciendo pasar por mí. Calculo que estamos a primera hora de la tarde, así que lleva fingiendo ser yo durante toda la mañana.

La luz del reloj se apaga y oigo pasos en el exterior. Una puerta se abre a mi espalda. Echo la cabeza a un lado y cierro los ojos.

Dos personas entran, y una de ellas enciende una luz. Tendré que fijarme para ver dónde está el interruptor.

La Edad de Arena 1.- La CapaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora