Obligada.

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—Hola —saludó John cuando entré a mi habitación.

Le sonreí porque no quería hablarle. Tenía que ser precavida, especialmente porque las advertencias de mi madre giraban en mi cabeza.

—Oye, no me ignores. O dime ¿no has extrañado a tu viejo amigo?

Intentó abrazarme.

—No me toques —lo fulminé con un vistazo.

—Cálmate, entiendo que esto sea problemático y complejo para ti, pero no te puedes desquitar conmigo tratándome así.

—Señorita Hugsong —manifestó una hermosa joven al entrar—, aquí le dejo su almuerzo.

—Muchas gracias —correspondí sujetando la bandeja.

—No lo creo. ¡Realmente me vas a ignorar! —exclamó al quedar de nuevo los dos solos.

—¿Para qué quieres hablar conmigo?

—No sé, para relatarte lo que ha pasado.

—Muy tarde. Mis amigas y el doctor Scott ya me ayudaron con eso, así que si quieres te puedes ir. —Le indiqué la salida.

Respiró. En cambio, yo, discernía que se estaba irritando, pero eso no me afectaba. Sólo anhelaba estar lo más distanciada de él. Tenía que protegerme.

—Listo. Eso haré —afirmó.

—Antes de irte admíteme una cosa. —Me observó directo a los ojos—. ¿Te gusto?

Sin controlarlo su mirada resplandeció y una leve sonrisa se posó en su rostro.

Que repugnancia.

—No lo niego. Me gustas y mucho. ¿Pasa lo mismo contigo?

Reí.

—Será mejor que te vayas —pronuncié—. ¡Enfermera! ¡Enfermera! Tengo náuseas —mentí.

Segundos después llegó una chica muy amable y con cordialidad le pidió a John que se retirara de la alcoba.

«Excelente».

A los dos irse, me limité a comer el plato que me había traído hace poco. Precisaba de energía, fuerzas, motivación... Ya que yo sería la única persona que me lo daría, no dejaría que nadie más lo hiciese.

—Hola señorita.

—Hola Dr. Scott.

—Acompáñame. Alguien aguarda en el teléfono para hablar contigo.

Asentí.

—¿Aló? —Escuché decir en la otra línea.

—Hola, ¿con quién hablo?

—Ha-hablas con tu pa-papá.

Entré a la defensiva inmediatamente supe que era ese señor.

—¿Qué quiere?

—No sé si ya te habrán contado pero tu hermano se marchó.

—¡¿Qué?! Seguro está bromeando —Me sostuve en el hombro del médico.

—¿Pasa algo? —preguntó mi acompañante.

—¿Es cierto que mi hermano no volverá por mí? —cuestioné ignorando a mi progenitor.

—Oh, Emmy. Lo siento, pero es verdad. Hemos llamado a su celular interminables veces y no nos contesta. Tus amigas han ido a tu casa por él, y tampoco. —Tragó saliva—. Yo sé que odias al señor Guillermo, pero en este momento, es el único que te puede socorrer.

No confíes. | En físicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora