¿Él? ¡No!

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El nerviosismo, los temblores y el miedo eran los dueños de esta desesperada niña; al igual que la adrenalina que se apoderaba de ella. Cada poro de su cuerpo estaba lleno de esta hormona, cada molécula le pedía que escapara. Sentía peligro.

«¿Será que mi hermano es el culpable?» —imaginé sin ni siquiera creer que estaba dudando de él, de mi propia sangre.

De camino a casa de Betty coincidí con Salomé.

—¡Salomé! ¡Salomé! —bramé a todo pulmón. A media cuadra de distancia nos encontrábamos una a otra.

Ella comiendo un delicioso helado volteó a mirar, pero no me logró distinguir.

Alcé los brazos para llamar su atención; después de unas señas me visualizó, y se detuvo.

Corrí en su dirección escabulléndome de toda la gente que había en el camino.

—¿Hola? —curioseó cuando me hallaba frente a ella.

—¡Ho... hola! —expresé entrecortada mientras me estabilizada. Mi pecho subía y bajada sin avisar. Mi estado físico era uno de los peores.

—Y... ¿Qué te trae por aquí?

—Necesito hablar con alguien, y ya que te encontré, quiero aprovechar, ¿te incomoda?

—No, tranquila. —Sonrió— Pero oye... —Su cara se transfiguró, parecía preocupada—, estás pálida, ¿qué ha pasado contigo?

Silencio.

—¿Por qué no has vuelto a la Universidad? —continuó—. Pablo y yo te extrañamos y te echamos mucho de menos.

—¿Podemos ir a un lugar menos transitado? —sugerí incómoda.

—Está bien, ¿por qué no?

Caminamos varias cuadras hasta llegar a un solitario parque. Era lo que estaba inquiriendo.

—Hace tres días —comencé, mirándola directo a los ojos—, quise suicidarme.

Mis manos se estremecieron. Giré mi brazo para ver mi piel lesionada, y allí se encontraba mi muñeca: lastimada, cicatrizada y con un pasado que desearía con toda mi alma olvidar.

Con melancolía alcé de nuevo mi rostro; me llevé una sorpresa cuando nuestras miradas chocaron. Ella no había visto lo que yo observé, no deseaba ver mis cortadas, su mirada la delataba.

—No tienes porqué sentirte incomoda —sugirió pasados unos segundos que me fueron eternos.

—Sé que hice mal, pero créeme que, si me tocara repetir esa situación, lo volvería a hacer —confesé a la vez que una lágrima bajaba por uno de mis pómulos.

—No digas eso —suplicó con inseguridad.

Inhalé y exhalé fuertemente.

—Emm —dudó Salomé—. ¿Y por qué no has vuelto a estudiar?

—Me suspendieron, ¿no lo sabías? Pensé que el chisme se propagaría como una epidemia.

—¡Oh! Yo-yo no lo sabía, lo-lo siento.

—Tranquila; mucho mejor así. —Sonreí sin mostrar los dientes—. Sé que quieres saber la razón, así que te la diré, pero básicamente fue porque el director tomó esa deliberación.

Ella lo aprobó con duda, y a pesar de su aceptación yo no lograba deducir porqué se la comía la angustia. Para luchar contra su inseguridad la miré con dulzura, tratando de calmarla.

—Ese día fui muy altanera con Rush, y como él siempre abusa de su autoridad, sólo me suspendió —me encogí de hombros sin darle importancia.

—Ah ya, por lo menos no te expulsaron —manifestó con positivismo.

—Lo sé. —Hice una pausa—. Entonces nos vemos en estos días, tengo que ir donde Betty. Espero que tengas un lindo día.

—Vale. Tú igual. —Me abrazó.

Quedé confundida.

—No digas nada. Te lo debía. —Y allí recordé que le di uno el mismo día que la conocí.

—Gracias —limité a decirle.

Siete minutos transcurridos y aún seguía en aquella banca, en aquella soledad, en aquel parque, en aquella confusión, en aquel infierno.

Mi mente me martirizaba y a la vez me enloquecía. Hipótesis giraban sin detenerse en mi cabeza.

¿Sería mi familia una amenaza?

Me levanté del asiento dirigiéndome a la papelería de la esquina y compré una agenda pequeña con un lápiz; necesitaba entender lo que sucedía.

Al volver a mi sitio, sin mayor espera, comencé a escribir.

"No lo entiendo, mi ser en este momento es un lío por completo. ¿Ahora ya no puedo confiar en nadie? No lo comprendo.

Sospecho de mi hermano, tengo varias pruebas, ¿pero de verdad será él?

Hace tres o cuatro meses él cambió. Lo sé y estoy totalmente segura de eso.

Me acuerdo perfectamente una vez que estábamos juntos en casa, él recibió una llamada, y se colocó extraño. No le di importancia, pero en este preciso instante es distinto.

¿Quién lo habrá llamado? ¿Por qué se habrá colocado tan raro detrás de esa charla? ¿Por qué se fue de inmediato de casa como si no pasara nada, y peor aún, sin decirme qué ocurría? Él tenía la costumbre de comentarme cuando iba a salir o cuando iba a estar ocupado, pero desde hace un par de meses no parecía él. ¿Qué se traerá entre manos?"

Me detuve un segundo, las lágrimas, como en situaciones como éstas, amenazaban con salir. No entendía por qué había escrito todo eso: sin pensarlo, dejándome guiar por el lápiz.

¿Será que mi sexto sentido me advertía sobre algo?

Respiré profundamente. Mi conciencia me decía que debía continuar escribiendo.

"El día en que mi mamá le contó que Richard me había engañado, su repercusión fue de serenidad. Acaso ¿ya sabía la noticia? ¿estuvo pendiente de mí?

Otra sospecha fue el día que me dejaron la primera nota en la cocina. Él ese día no apareció, y a la mañana siguiente tampoco me dijo nada, y él SIEMPRE hacía eso.

¿Y ahora? Ahora con esta última nota fue más insólito aún. Nadie sabía, aparte de los dos, que él iría a comprarme el almuerzo. ¿Por qué poco después escuché cosas en el segundo piso de la casa? Además, ¿por qué al bajar las escaleras nadie me acechó, y, cuando sentí que ya estaba perdida en su juego, Andrés apareció de la nada con su ropa desorganizada y con la respiración entrecortada? Y todavía hay más... ¿Por qué no traía nada de comida?"

«Carajo».

Él de seguro es la persona que está detrás de todo esto. Él es el hombre misterioso, él es el de todas esas notas, él es mi tormento.

Arranqué las hojas que había rayado y las rasgué tirándolas a un basurero del parque. Nadie podía saber de ésto, absolutamente nadie.

Debía apresurarme donde mi amiga, urgía de su ayuda.

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Dioj mío, pero qué cosas :O ¿Quién sospecharía de Andrés?

Como siempre espero un voto de ustedes y que lo compartan :$ ya el que quiera comentar, bienvenido sea.

Los quiere,

GLPR

No confíes. | En físicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora