"Eso ya no importa".

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Caminando entre la multitud observaba la tristeza de sus corazones, identificaba la falta de amor, y preveía sus ganas de ser más felices... ¿O solo era mi reflejo lo que yo afligía?

No lo sé.

A los veinte minutos de caminata, solo me faltaban ya cuatro cuadras para llegar a su hogar. Deploraba la necesidad de estar con ella, y aunque ya no confiara en nadie, Betty me daba aire de que a pesar de todo jamás me fallaría.

Estaba a menos de un metro de distancia de la puerta de mi compañera, a menos de un metro de distancia de mi salvación, a menos de un metro de distancia de mi protección.

Mi hálito estaba juguetón, aspiraba y expulsaba el aire con euforia. Mis extremidades temblaban como cuando has estado afuera en la calle, en la noche sin abrigo, sin calor, sin compañía.

Toqué.

Mi alrededor era ermitaño; me hallaba sola, tan sola que demandaba la compañía de mi mamá. ¡Oh... mi madre! ¡Tan dulce, tan encantadora, tan ella!

—Te extraño —trascendí.

Volví a tocar, parecía que no había nadie, pero los 6 segundos de espera, abrieron. Era la Señora Hills.

—Buenas tardes —saludé amable.

—Hola Emmy, hace tiempo no te veía por aquí. —Me hizo un gesto gentil—. Lamento informarte que mi hija no se encuentra, pero no se tardará en llegar.

—Bueno, gracias —suspiré.

—Pero si quieres entras y te quedas un rato esperándola. Sabes que estás invitada a esta humilde casa.

—No, no, no, gracias. No se preocupe.

Asintió. Y nos despedimos.

«¿Dónde podrá estar?».

Chequeé la hora desde mi celular: 6:12pm. ¿Tan rápido se pasó el día?

Fui a sentarme en el andén de la misma cuadra, tenía que esperarla, era mi única esperanza.

Vibró mi móvil. Era precisamente un mensaje suyo.

"Hola, mi mami acabó de decirme que habías preguntado por mí. Estoy algo ocupada, pero si quieres vienes, estoy donde un amigo y no llego hasta mañana. La dirección es carrera 13 #31-08. Te espero.

Besitos".

Era claro que iba a ir.

Como no conocía dónde era, me limité a pedir un taxi, llegando así a los 15 minutos más tarde.

Al acercarme a la puerta puede apreciar que todo estaba muy desolado, algo escalofriante y también misteri...

En un abrir y cerrar de ojos me inmovilizaron con tanto agarre y fuerza que no podía escapar.

—¡Ayuda! ¡Ayuda! —grité como si no hubiese un mañana—. ¡Ayuda maldita sea!

—Shhh —demandó la persona que me retenía.

—¡Ayuda! —Volví a gemir sin hacerle caso.

Mi boca no pudo seguir articulando sonidos, un trapo era su mayor obstáculo. Me drogaron con algún químico, hasta llegar al punto de perder el conocimiento.

Desperté en el suelo de una amplia habitación. Dolor era lo que sentía, especialmente en las articulaciones de mis sensibles manos; requería que mis heridas sanaran con urgencia. Lástima que las de mi ser no lo lograrían, milagros de ese tipo no existían, ¿o acaso ya existía una pomada para aliviar las penas del corazón?

Dejé de pensar en mis mortificaciones y, mejor, me estabilicé. Investigar el sitio en el que me hallaba era mi objetivo.

Con lentitud examiné mi entorno. El miedo se apoderó de mí al intuir que me encontraba en el mismo sótano de mis pesadillas.

Mi corazón bombeaba más sangre por mis arterias, mis nervios se volvían más desastrosos, y mi cara de pánico aumentaba como mi grima.

¿Qué hacía aquí? ¿Por qué exactamente en este lugar? ¿Dónde estaba Betty? ¿Estará ella también en esta casa?

Se abrió la puerta, pude adivinar la persona que estaba detrás de mi martirio.

Era exactamente el hombre misterioso de mis sueños, tenía sus mismas características. Pero esto ya no era un sueño, era la vida real.

—Hola princesita, te traje el desayuno —expresó con una bandeja de comida la cual contenía huevos revueltos, una taza de chocolate y una tajada de pan.

—Aléjate de mí —imploré sin siquiera mirarlo a los ojos—. ¡No me toques! ¡No te me acerques! ¡No quiero que me lastimes!

—Calma —entendí precariamente, ya que, como en mis agobiantes sueños, él tenía aquel aparato que le hacía distorsionar la voz.

No respondí.

—Te dejaré esto aquí, a tu lado, por si te da hambre. Más tarde vuelvo, dulzura.

Esperé a que saliera. Y de nuevamente sola me puse de pie y divisé con profundidad la zona. No había tantas cosas, sólo un empolvado sillón, un armario —el cual estaba vacío—, una ligera manta, mi desayuno y mi persona.

Al terminar fui a la puerta a comprobar si tenía seguro, y adivinen...

Así era.

Un periodo de tiempo más tarde, comí lo que me había traído; estaba rico, tengo que admitirlo.

Justo lo acabé, él regresó. ¿Coincidencia? Ni idea. Yo ya no discrepaba la realidad de la contingencia.

—¿Y cómo has estado? ¿Si te has sentido bien? —merodeó cerca de mí. Muy cerca para serles sincera.

—Estaría bien sino estuviera secuestrada —bufé.

—No lo estás... considera esto como que te tomé prestada.

—¡No seas imbécil! —Lo fulminé con la mirada—. Por cierto, necesito espacio personal.

Para mi suerte, hizo caso y se alejó unos cuantos pasos.

—¿Qué quieres de mí? —pregunté apurada.

—No es lo que quiero de ti. Sencillamente te quiero a ti. Y toda, Emmy.

—¡No digas mi nombre!

—Está bien, reina.

—¡Menos así! ¡Si quieres violarme, entonces hazlo! ¡Si quieres matarme, entonces hazlo! ¡Si quieres torturarme, entonces hazlo! ¡Haz todo lo que desees, pero de una estúpida vez! Acaba con mi consternación.

—No, no quiero hacerte eso. Sólo quiero amarte y que tú sientas lo mismo por mí.

—¡¿Qué?! ¿Estás loco? —Me sacaba más de quicio segundo tras segundo.

—Sí, loco por ti. Por eso hago todo esto, para que me ames. No aguanto verte con alguien más si no es conmigo.

—¿Quién diablos eres? ¿Hermano? —Tragué saliva—. ¿Andrés eres tú?

—Eso ya no importa.

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Chan, chan, chaaaaaaan. :O

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Los quiere,

GLPR.❤

No confíes. | En físicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora