Emociones.

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Cada cortada le arrancaba algo de vida a mi ser. Era justo lo que yo deseaba.

Por fin estaba olvidando mis penas, mis temores, mis fracasos, mi pasado, mis traumas. Por fin estaba siendo libre.

Cada corte, era mi anestesia.

La sangre derramada me rodeaba gradualmente. La fragancia que expelía, me fascinaba.

—¡Por fin estoy haciendo algo bien! —grité sollozando a la habitación vacía.

Mi parte razonable sólo decía que me estaba muriendo, yéndome por el peor camino, por la peor "solución". Pero a eso yo ya no le veía relevancia alguna.

Cada vez costaba más penetrarme la irritada muñeca. Mi cuerpo temblaba conforme iba perdiendo la gasolina de su motor: su sangre. Y ahí lo supe, estaba falleciendo.

Cerré los ojos. Estaba muy delicada como para mantener mi mirada activa.

Éste es mi paraíso, y aunque para los otros fuese el infierno mismo, para mí era el cielo en su totalidad.

—¡Emmy! ¡¿Pero qué haces?! —manifestó mi hermano estremecido al abrir abruptamente la puerta.

Le sonreí con la vista apagada.

—¡Maldita sea! Te estás desangrando de una manera muy impetuosa —emitió entre llanto.

—Só-sólo estoy siendo feliz. —Hice una pausa, costaba hablar—. Sólo hago lo me-mejor para todos.

Y justo ahí perdí el conocimiento por completo. No tengo idea de lo que pasó luego, sólo sabía que ya nada volvería a ser como antes.

Jamás.

Desperté encima de una blanda y pequeña cama. Intenté moverme, pero unos cables me lo impedían, estaba conectada a muchos aparatos. Seguro me encontraba hospitalizada.

«¿En serio era tan grave mi estado?»

Adaptarme de nuevo a la realidad fue un verdadero reto, pero posteriormente había vuelto a la normalidad.

Le eché un vistazo a mis muñecas, estaban vendadas; me dolían, pero no tanto como mi alma. Ningún dolor físico se podría comparar a la tristeza que sentía mi ser.

—¡Estás bien! —exclamó Andrés.

Me exalté con su reacción. No me había enterado cuando había entrado.

—Sí, creo que sí —comenté desalentada.

—Espérame. Le diré al doctor que ya estás mejor para que te venga a ver, ¿vale? Ojalá te dé de alta pronto.

Autoricé con la cabeza.

—Revisando con meticulosidad tu salud llegamos a la conclusión que no estás en peligro; aunque si te aconsejo que vengas a cada uno de los controles para asegurarnos que todo marcha en perfectas condiciones. De todos modos, mañana a primera hora te daremos salida —aclaró el Dr. Smith después de media hora de exámenes.

—¡Excelente noticia! —correspondió mi hermano mirándome con alegría.

Pero yo no estaba feliz.

El resto del día fue tan normal y aburrido. Si seguía ahí sentiría que me volvería loca, y no quería eso; sólo deseaba llegar a mi casa, acostarme, ver alguna película de risa, comer pizza y llorar hasta quedarme dormida.

Sí, definitivamente eso quería.

—No, no quieres eso —reprochó una voz en mi cabeza.

—Sí, si lo quiero —ataqué.

—Te equivocas. Sé que estás desesperada por morirte. No mientas, tú no quieres seguir más aquí en este mundo fracasado, con tu vida de mierda, con tus tristezas a todo brote, con deseos de coger una pistola y terminar todo esto en menos de un segundo.

—¡Cállate, maldita sea! —grité exasperada por mi conciencia a flote.

Lloriqueé hasta adormecerme.

Ya estaba en casa, algo asustada, nerviosa, y con cicatrices en casi todo mi cuerpo; pero estaba bien... Bien hundida, bien demente, bien sola. Pero para los demás, quería estar bien, aunque no les importara mi gran secreto llamado inmundicia.

—Iré a comprar algo en la panadería para tu desayuno —comunicó mi hermano mientras cogía las llaves de la casa para marcharse.

—Está bien, yo estaré aquí, viendo televisión.

Sonrió y se fue.

—Aburrido. Aburrido. Aburrido... —Iba diciendo al ver los programas.

Paré al divisar algo que me llamó la atención, para ser más precisa, un programa criminal.

«Esto si es televisión» —pensé.

Estuve sobre 10 minutos viendo "Los criminales más peligrosos" pero un sonido raro en el piso de arriba me detuvo.

Decidí ignorar el chasquido, quizás fue algún animal. Me sereno al recordar que la ventana de mi habitación la había dejado de par en par.

«Mierda, ¡qué está abierta!»

Apagué el televisor, subí a toda prisa por las escaleras intentando no hacer mucho ruido.

En frente de mi alcoba con la puerta cerrada, respiré profundamente antes de abrirla. Tenía miedo... mucho miedo, pero ya estaba allí, tenía que afrontarlo.

Paulatinamente fui desplegándola hasta que pude observar con claridad todo mi dormitorio.

Y... nada. Nada en absoluto.

Entré a verificar con precaución. Percibía que en cualquier instante podría desmayarme por la excesiva adrenalina que circulaba en mí.

Rebusqué en mi cama, afuera de la ventana —la cual cerré—, mi escritorio, y por último mi armario...

Todo estaba bien.

Sola tenía que residir, quizás mi imaginación me jugó una siniestra broma.

Salí al pasillo, una pequeña nota se topó con mi pie. Al sentirlo, mi corazón aceleró sus latidos a mil revoluciones de lo habitual.

Sin esperar más, lo agarré del suelo y lo volteé al lado que estaba escrito. Lo que decía era aterrador.

"Te estoy observando".

Mi subconsciente lo soltó justo al terminar de leerlo.

Bajé las escaleras a la velocidad de la luz encarrilándome a la puerta principal, necesitaba escapar. Ansié salir, pero fue solo un intento ya que tenía seguro. Yo no poseía las llaves.

Mi pecho subía y bajaba con rapidez, mi cuerpo liberaba martirio —aún por mis cortadas—, y mis ojos estaban fijos en el segundo piso.

—¡Nooooo! —dije mientras mis ojos se empapaban de lágrimas, estaba estupefacta.

Justo abrieron la entrada detrás de mí, y me agarraron desde la espalda. Juré que en ese momento se me escapaba el resto de vida que me quedaba.

—¿Estás bien? ¿Qué te pasa?

Era Andrés. Jamás había estado tan feliz de que él estuviera aquí, conmigo.

Volteé a revisarlo, lo noté un poco ansioso. Tenía la ropa desorganizada, y algunas hojas dispersas en ella.

«Hay un árbol gigante al lado de mi ventana».

Lo analicé aterrada y sólo me limité a huir.

—Nada, no me pasa nada. Ammm... Estaré donde Betty. Adiós. —Me fui lo más urgente posible, sin darle ni siquiera la oportunidad de interrumpirme.

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Como siempre espero que voten por el capítulo, lo compartan, si quieren comenten, y que sigan la historia hasta el final. Besos.

Los quiere,

GLPR

No confíes. | En físicoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora