Prólogo.

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En estos momentos me encuentro en la sala de espera de la comisaría. A la gran espera de una charla con el jefe, sí, el jefe. Tras unos cuantos minutos de aburrida espera, al fin, su secretaria Claries con sus perfectas y voluptuosas curvas caminaba hacia mí, llamándome por mi apellido, Stark, para que avanzara hacia el despacho del Señor Smith. Sin mirar hacia atrás y tomando una ligera bocanada de puro oxígeno, comienzo a caminar exhalándolo justo en el momento que la palma de mi mano amarra fuertemente el picaporte, girándolo casi instantáneamente para acabar con esta situación lo antes posible. Algo tímida, adentro medio de mi cuerpo para simplemente quedar asomada y preguntar entonces con la voz algo temblorosa.
-¿Se puede, Señor?
-Adelante, Alissa, no te quedes ahí. Pasa y siéntate.
Sin decir una palabra más, de momento, cierro la puerta del despacho y me acerco a la oscura mesa que me separa del Comisario, sentándome justo delante de sus intimidantes ojos.
-Bien, te preguntarás qué es lo que estás haciendo aquí, ¿no es cierto?
-Lo es, no es una costumbre estar aquí hablando conti... Digo con usted. -El nerviosismo en mi forma de gesticular, delatan que este es uno de los días que peor estoy pasando, nunca he hablado con mi gran, gran superior, siempre he cumplido órdenes de gente que también ha sido ordenada, por lo tanto, no sé cómo reaccionar a esta situación, y eso del usted, no es uno de mis fuertes.- Dígame, Señor Smith, ¿ne..necesita alguna cosa?
-Ahora que lo mencionas, necesito que me hagas un favor. Necesito dos policías que sean infiltrados en una misión de alto rendimiento y por ende, un alto nivel. Tengo a los mejores policías en una absurda huelga y no estoy para que me toquen las narices, así que, tendré que conformarme con los restos. ¿Te ves capacitada para el puesto?
-Pues cier... -Antes de poder acabar, el Sr. Smith corta mis palabras callándome con brusquedad y además, con un buen golpe sobre la mesa que me hace resaltar.
-Mira, mejor no respondas. O me dices un sí, o mañana te veo recogiendo todos los objetos de tu oficina. Tienes dos opciones; o lo haces, o te largas de aquí.
-Está bien. Es obvio que no me conviene decir que no. Y dígame, ¿quién será mi compañero, o compañera? ¿y dónde tendremos que infiltrarnos?

Esto me viene muy grande.

-Por partes, señorita Stark. No nos conviene correr. A tu compañero lo verás mañana. Comenzaréis a las 10 de la mañana y no quiero que os demoréis, la Universidad de Washington es complicada y deberéis estar bien camuflados. Si os pillan adiós misión, adiós reputación y a la mierda vuestro trabajo. Si la caga uno, la cagaréis los dos. ¿Está claro? Él ya está informado de todo esto, ha querido recurrir por su cuenta y esperarte allí a la hora de las clases. La misión.. Bueno, las misiones son varias, en esa misma universidad han ocurrido muchos problemas. Crímenes, robos, tráfico de drogas. Vuestra misión es impedir cualquier suceso que pueda ocurrir. Estudiaréis como uno más, seréis uno más e incluso tendréis una matrícula, aunque todo será falso, y eso es cosa de la organización policial. Deberéis quedaros en el campus y vigilar lo máximo posible. Llegarán los momentos duros, pero por ello deberéis trabajar en equipo y a tu compañero no le ha hecho mucha gracia que su compañera sea una mujer, así que pon a ese chulo en su sitio y a trabajar, ¡vamos! Ve a descansar, a partir de mañana tu vida no será nada parecida a la que es actualmente.

Una vez termina de hablar, me quedo un rato en un shock extraño, pues soy consciente de todo pero estoy en proceso de asimilación. Asiento finalmente con la cabeza, aunque de un modo completamente suave y sutil. Sin más que decir me levanto de la silla caminando hacia la puerta notando un silencio totalmente incómodo, aunque que se rompe cada vez que las largas agujas de mis tacones chocan contra el parqué, parando en la puerta para girarme y despedirme.
-Adiós Señor, no le defraudaré, recibirá noticias nuestras lo antes posible.
-Nos veremos pronto, Alissa. No lo dude. Cierre al salir.

Una vez he salido de ahí, lo único que se me ocurre es expulsar el aire de golpe y apoyar mi espalda sobre la puerta, notando un fuerte alivio en el cuerpo aunque no obstante, el miedo también está. Soy policía local y lo máximo que he hecho es detener a alguien que ha robado galletas, alcohol, gente rebelde pero no asesinos, ni traficantes.

Oh Dios mío, y yo qué hago ahora, y encima con mi súper compi contra mí, estupendo. ¿Quién será ese capullo? Bah, para qué pensar.

Entro en el ascensor mirando el reloj dorado que cuelga de mi muñeca y al ver las horas, las 22:46 suspiro silenciosamente esperando a llegar al subsuelo, el parking del sótano. Camino hasta mi negrito y bien cuidado Cadillac, y dándole al botón automático que contiene la llave del mismo, el seguro de las puertas se abren permitiendo que pueda sentarme en el caliente asiento color beige y de puro cuero que hay en el interior.
Adentro la llave en el contacto y con una ágil maniobra enciendo el motor y pongo en marcha las ruedas, saliendo del aparcamiento y por ello, también del parking con una curvada y larga cuesta que, al subirla y bajarla todos los días me resulta de lo más chupado.

A casa llego sobre las 23:03 gracias a un par de atajos que sin duda me favorecen sobre todo a estas horas, notando ya el cansancio corporal del duro día de hoy.

Mientras un bostezo sale de mi cavidad bucal, aparco el coche en el garaje y saco de la guantera el mando del mismo, cerrándose de forma automática con un simple botón antes de salir del pequeño y entrar a casa por la puerta interna que tiene el garaje y que da justo con la cocina. Cierro la puerta, descalzando mis pies y con los pies desnudos, notando en ellos severas y vistosas llagas comienzo a caminar hacia la habitación, dejando las llaves en la entrada de la casa justo antes de subir tranquilamente las escaleras hacia el piso superior.

Lentamente me quito la chaqueta del uniforme y plegándola me adentro a la habitación, dejándola sobre el respaldo de la silla que hay frente al tocador. Desnudo mi cuerpo tranquilamente, sintiendo la pesadez de mis pies y como el sueño me obnubila. Desabrocho mi camisa, y me quito los pantalones, dejándolo todo en el mismo lugar para cuando lo tenga que usar de nuevo. Con la ropa interior, me acerco al armario y sin más lo abro y comienzo a buscar dentro una camiseta ligera de pijama, encontrando una camiseta de pura licra y bastante suave, por lo que opto por ponérmela.

Antes de tumbarme, decido ir al aseo, hacer en él mis necesidades cotidianas, lavarme los dientes y cepillar un poco mi alisado cabello para que no se enrede durante los movimientos nocturnos. Me desmaquillo y una vez la cara limpia ya me decido en acostarme sobre la cama cerciorándome de haber apagado antes todas las luces. Apago la luz de la mesilla que se encarga de alumbrar la habitación, y antes de cerrar los ojos miro la hora en el despertador.
Bien, son las 23:27 y mañana me tengo que levantar a las 5, hacer la maldita maleta, arreglarme y conducir tres horas hacia Washington.

Sin duda va a ser un largo y duro día.

Infiltrado en mi corazón  -  Tom Kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora