Capítulo 25.

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La tarde fue lenta. Pero después de una mini siesta de hora, hora y media y tras despertar cogí un libro, mi favorito. Y las horas se pasaron rápidas así, hasta que tocaron el timbre.



La fiesta estaba apunto de comenzar, y no tenía ningunas ganas de bajar y ponerme a bailar, porque no tenía ánimos. A Tom no le gustaba, Tom jugaba con mis sentimientos, le gustaba hacerme daño. Le gustaba hacerme parecer ridícula. Le gustaba hacerme sufrir. Y yo estaba harta de sus juegos. Ya estaba harta de disimular lo mucho que me gustaba, ¿me seguía gustando? Por supuesto que sí, mi masoquismo llegaba a límites insospechados.



Me levanté casi con una velocidad ilimitada tras tirar el libro sobre mi colchón, y corrí rápidamente hacia la ducha, sujetándome el pelo limpio en un moño alto para no mojármelo.



Tras ducharme con rapidez, salí y me sequé con una simple toalla enredándola por encima de mis pechos, enganchándola ahí mismo para caminar hacia el armario. Haría caso a Bill, me pondría uno de mis vestidos más sexys, más provocativos. Nunca lo hacía, nunca me ha gustado llamar la atención de los hombres. Pero esta vez quería llamar la atención de Tom, solo por fastidiarle y viese que yo era natural, y no de plástico. Que yo era mejor que Rachel, y que lo había dejado escapar. No era egocentrismo, era orgullo y dignidad.



Terminé escogiendo un vestido color negro. Tenía un escote redondeado y con pequeños pliegues. Me llegaba por debajo de las nalgas, y dejaba mi espalda al descubierto, llegando hasta el principio de la línea marcada por los glúteos, pero sin dejarlos ver, justo en el límite. Ese vestido dejaba marcar todas mis voluptuosas curvas, no me lo ponía desde hacía años pero la ocasión lo merecía. No me puse medias, no hacía demasiado frío. Y cogí un par de tacones azul eléctrico cerrados por la punta y con tiras cruzadas en la zona superior acogidas a mis tobillos. Fui al baño y tras colocarme bien la tela del vestido sobre mis curvas y asintiendo decidida solté mi liso y moreno cabello haciendo movimientos ágiles con la cabeza para despeinarlo sutilmente. Lo cepillé hasta dejarlo completamente liso y bien peinado y me maquillé por encima, poniendo un poco de base, raya de ojos, colorete y rímel. Los labios ligeramente rojos con un color suave.



-Vamos allá. -Me dije a mí misma, colocando mis manos entrelazadas ante mi rostro, simulando en un milisegundo un pequeño rezo.



Sin coger nada de la habitación y echándome una colonia picante, apagué la luz de la habitación y comencé a bajar los escalones con cautela, apoyando mis tacones altos y estrechos sobre el parqué de cada escalón. Cuando bajé al piso inferior escuchaba las risas, la música baja, olía a tabaco, olía a hombres, era básicamente lo que en aquella pequeña fiesta había, exceptuando a Rachel y claramente, a mí.



Al llegar al salón fue Bill el primero que me vio, y sonriendo miró desde mi cabeza hasta los pies, y al volver a observar mis ojos me guiñó uno de sus ojos y dirigió la mirada a Tom, que también se percató de mi presencia y se me quedó mirando medio atontado. Fijamente, repasándome y por qué no decirlo, devorándome con la mirada ya que pude notar como relamía sus labios de forma lasciva. Su novia le hablaba, y le hablaba, pero él en ese momento parecía estar en otro mundo.



Decidí dejar de mirarle, porque me ponía nerviosa y con la vista busqué a Kevin, que venía efusivo hacia mí. Terminó abrazándome y levantándome por los aires dando una vuelta sobre sí mismo. Yo me reí.



-¿Se puede estar más preciosa? Uff... -Dijo, dándome un casto y corto beso en los labios. Sabía a vodka.



-¿Has bebido, Kevin?



-Un poco, pero no te preocupes nena, estoy sobrio, todavía. -Volví a sonreír, asintiendo y siguiendo los tirones de su mano hacia uno de los sillones.

Infiltrado en mi corazón  -  Tom Kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora