Capítulo 12.

237 14 0
                                    

La mañana siguiente fue lenta y tranquila, no había salido de mi habitación, hacía ya un par de horas desde que me había levantado, y estábamos a media mañana. Había aprovechado ese tiempo en hacer lo de cada día. Ducharme, hacer mis necesidades, cambiarme de ropa y todo ello escuchando algo de música pero que, aunque retumbaba entre las cuatro paredes no estaba demasiado alta como para molestar a nadie.



Me puse unos leggins negros, y una camiseta de manga corta blanca y cómoda donde habían dibujados en el centro de mi pecho unos garabatos y letras negras, colocándome entonces unas zapatillas blancas de deporte; no queriéndome arreglar demasiado.



El pelo me lo planché, dejándolo completamente liso, y la raya de ojos de forma superficial yacía por el contorno de éstos.



Informal apagué el reproductor de música y dejé mi móvil cargando sobre la mesa de noche, y sin más que hacer allí apagué la luz de la habitación y cerré la puerta al salir de ella.



Bajé las escaleras que llevaban al piso inferior, y escuchando unas voces en la cocina me dirigí hacia ella con curiosidad, pues esto me olía a que Tom no se encontraba solo, pero tampoco con mucha gente ya que solo podía escuchar una voz que era muy similar a la suya.



Entrando en ella ambas voces se silenciaron de golpe, y yo me quedé observando al acompañante de Tom. Un chico esbelto, rubio e igual de alto que él. Un par de argollas permanecían descansando en su labio inferior, una barba cuidada y un piercing sobre el extremo de su ceja. Sus ojos color miel me observaban.



Sus malditos ojos eran iguales a los de Tom.



- ¡Hola! -Saludó casi gritando, y al no esperármelo mi cuerpo dio un paso hacia atrás, asustándome un mínimo. Después sonreí, saludándole de vuelta.



- Buenos días. Soy.. -Me cortó.



- Alissa. Lo sé. He oído hablar de ti. -Sus ojos repararon en los de Tom, que comía tranquilo de su desayuno ignorando la escena.



- Vaya, pues yo no he oído hablar de ti. -Dije tranquila, pasando hacia la mesa de la cocina para del frutero coger una manzana de las rojas. Habían de ambos colores.



- Soy Bill, el hermano gemelo de Tom. -El sonido brusco del mordisco que le di a la manzana resonó en ese instante como si hubiese disparado con una pistola, ya que la brusquedad al morderla era obvia ante mi reacción de sorpresa.



Con la boca llena contesté como me fue posible.



- ¿C-Cómo? Quiero decir... -Miré a Bill y a Tom alternativamente con la boca entreabierta, pero tan pronto como la entreabrí, la volví a cerrar, dejando el tema para hasta finalmente, sonreír simpática.- No os parecéis mucho.



Bill se rió, y Tom bufó.



- ¿Y a ti que te pasa? Estás amargado Tom, ¿no me echabas de menos? -Dijo Bill sentándose a su lado mientras abrazaba sus hombros para molestarle. Se le veía adorable, al contrario que Tom que parecía una roca.



- Bill no estoy de humor. -Se intentó zafar del agarre hasta que cuando lo consiguió, desvió la mirada hacia mí en silencio, con su seriedad característica. Yo solo me ruboricé ante la penetración de sus pupilas sobre las mías.



Bill nos observó a ambos con detenimiento justo antes de hablar.



- ¿Me he perdido algo? ¡Vosotros os gustáis! -El rubio gritó mientras se alzaba de la silla casi emocionado. Tom y yo reaccionamos al mismo tiempo, mirándole mientras hablamos a la vez.



-¡No!



Apartando la mirada de ambos hermanos volví a morder mi manzana con suavidad esta vez, masticando de ella para tras tragármela acoger con mis incisivos otro trozo más.



- Sabré yo.. -Continuó hablando Bill, incomodándome.



- Bill, basta. -Sentenció su hermano.



- Vale vale, tiempo al tiempo. -Tom y yo resoplamos, sumidos en nuestros desayunos mientras nos inundaba un silencio realmente incómodo hasta que el rubio volvió a hablar.- ¿Os apetece salir esta tarde?



Tom se encogió de hombros, y yo no respondí.



- ¿Podemos ir a tomar un helado?



- ¿En Detroit? -Respondí rápido, enarcando una ceja.



- ¿Es que no hay helados en Detroit o qué? -Preguntó Tom.



Obviamente le ignoré, ya que después de lo de anoche no quería nada de su persona.


Bill enseguida notó un ambiente demasiado tenso, pero en vez de calmar la situación comenzó a robarle cereales a Tom de su respectiva caja.



-Alissa y yo tenemos que entrenar. -Rápidamente y alarmada le miré, alzando una de mis cejas.- Así que iremos al parque del centro. Allí habrá alguna heladería supongo.



-¿Entrenar? ¿Perdona? -Tom me miró, con esa penetrante mirada que atravesaba mi espina dorsal en un escalofrío.



-Te recuerdo que el jefe me lo encargó.



-No es necesario que lo hagas.



Bill miraba la escena divertido, y emanaba alguna que otra risita burlona. Estaba empeñado en que nos gustábamos y aunque a mí sí que me gustaba Tom, yo a él no y claramente no lo iba a admitir.



-¿De qué coño te ríes? -Tom le miró, y parecía molesto. Yo también le miré, pero neutral.



-De nada, de nada. -Bill esta vez dirigió su mirada hacia mí, y enarcó una de sus cejas con una mirada cómplice.



¿Tanto se notaba que me atraía Tom? Espero que el susodicho no lo haya notado.



-Bueno parejita, voy a coger mis cosas a la habitación para irn... -No le dejé acabar.



-¿Qué? ¿Vas a venirte a vivir? -El asintió y sonrió orgulloso, yo me quedé muda y asentí en respuesta también, forzando una mediana sonrisa.



-¿Te importa?



-Lo más mínimo. Al menos podré hablar con alguien. -Le sonreí, queriendo resultar de lo más adorable.




Los tres tras recoger los platos y las cosas del desayuno guardándolo en los respectivos armarios fuimos a nuestras habitaciones para coger nuestras cosas. De ésta cogí mi teléfono móvil, mis gafas de sol y las llaves. Entonces cogí un bolso cualquiera y guardé en él los respectivos objetos para entonces sí, salir de la habitación.


Infiltrado en mi corazón  -  Tom Kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora