Capítulo 13.

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Estábamos de camino al parque, fuimos andando. Yo me sentía apartada porque Tom y Bill hablaban animados sobre algo de un tal Georg, y a veces se peleaban entre ellos como buenos hermanos que eran.



Bill siempre trataba de molestar a Tom y éste último siempre caía, pues se molestaba con mucha facilidad ante los comentarios absurdos de Bill, yo me reía de vez en cuando en cuanto se le ocurría hacerme cómplice a mí de sus chorradas, a las cual solo le daba la razón, no comentaba pues Tom conmigo era demasiado especial y podía esperarme cualquier barbaridad si abría mi boca.



No me importaba que Bill se viniese a vivir aquí, me molestaba el haberme enterado así, tan de repente y que tan siquiera Tom me avisara. Capullo.



Una vez llegamos al parque Bill fue corriendo al puesto de helados, y Tom y yo mientras él se pedía uno muy emocionado nos sentamos en uno de los bancos, callados hasta que él mismo rompió el hielo.



-¿Te pasa algo?



-¿A mí? En absoluto. -Mi contestación fue irónica, y cogiendo mis gafas de sol que saqué del bolso me las coloqué mirando al frente. Él estaba sentado encima del respaldo del banco, y yo como las personas normales con sus pies apoyados a uno de mis lados.



-¿Segura? Te noto callada, rara.



-Suele pasarme cuando me tratan como mierda seca ante gente desconocida. Llámalo manía, o rencor. -Le confesé.



-¿De qué hablas? -Preguntó confuso.



O se estaba haciendo el tonto o lo era, una de dos. O ambas están bien.



-Déjalo anda. La inútil con la que tuviste un 'polvo mierda' quiere empezar a entrenar. Cuanto antes empecemos antes acabaremos.


-Espera. -Dijo cuando me alcé del banco para empezar, y además me frenó colocando una de sus grandes manos alrededor de mi antebrazo, levantándose tras de mí.- ¿Nos escuchaste hablar? Es de mala educación escuchar conversaciones ajenas.



-Y es de mala educación hablar en las espaldas de alguien. Literalmente además porque cuando hablabas me tenías delante. Culpa tuya no haberte dado cuenta antes. Y suéltame.



Inmediatamente me hizo caso, soltó mi brazo pero no porque yo se lo pidiese, sino porque a lo lejos ya estaba volviendo Bill con una tarrina repleta de helado de chocolate con trozos de brownie.



Él se sentó paciente sobre el banco, y yo esperé a que Tom sacase lo necesario para nuestro entrenamiento, aunque solo le sobró un simple cronómetro y un silbato, como si fuese un profesor de educación física.



Me puse frente a él, de brazos cruzados hasta que finalmente me dio la primera tarea.



-Empezaremos hoy con un poco de fondo, vas a correr un largo tiempo, harás abdominales, flexiones. Sentadillas. Y a lo largo de los días alternaremos estos ejercicios con puntería, técnicas de esquivo, y persecución. -Lo dijo tajante, y sin apartar ni un solo segundo la mirada de la mía. ¿Se lo estaba tomando demasiado enserio o era mi impresión?



-Vale, ¿y qué hago entonces?



-Ya te lo he dicho, correr. Empezarás corriendo media hora, Bill y yo te esperaremos aquí.



-¿Media hora? ¿Estamos locos? -Mi rostro de asombro se hizo presente, pero Tom no contestó, solo bufó perdiendo la paciencia-. Está bien.. -Finalmente cedí, y sin pensarlo más para terminar cuanto antes comencé a trotar a mi ritmo, dando vueltas por el parque.



A los diez minutos estaba ya exhausta, no acostumbraba a correr y no me llegaba el fondo para media hora. De vez en cuando cuándo Tom no podía verme me paraba unos segundos, intentando recuperar la respiración hasta volver a ponerme en marcha. Cada dos minutos tenía que pasar por delante de donde estaban sentados, y en una de las pasadas Tom elevó la voz cuando pasé por delante.



-No te veo sudar. Espero que no estés haciendo trampas. -Dijo mientras observaba su cronómetro.



Finalmente cumplí, o casi, porque aunque yo pensaba que la media hora había acabado me paré donde estaban ellos y mi cuerpo se derrumbó al suelo, tumbándome boca arriba. Mi pecho se ascendía y descendía gracias a mi respiración agitada, pesada. Mi rostro enrojecido del calor y mi cuerpo totalmente sudoroso. Estaba completamente muerta, y eso era solo el principio.



-Te quedaban dos minutos. Pero te los perdono por ser el primer día. -Tom, para mi asombro, me sonrió, y lo pude ver ya que uno de mis ojos se entreabrió lo suficiente como para poder recriminarle ese comentario innecesario con mi débil mirada.



-¿Hemos acabado? -Pregunté intentando recuperar el oxígeno.



-No. -Dijo guardando el cronómetro mientras sentado sobre el respaldo apoyaba sus codos en sus rodillas y entrelazaba sus manos, observándome y esperando a que me recupera-. Ahora debes de hacer 200 abdominales.



Escuché a Bill atragantarse y comenzar a toser, y yo me incorporé rápidamente sobre mí hasta quedar sentada, mirándole.



-¿Perdón? -'Estamos locos o qué...' pensé.



-Tom, no te pases. -Dijo Bill, preocupado.



-No te metas, Bill. Es cosa de trabajo en el que no estás presente. -Contestó molesto Tom.



Vale, mi garganta gruñó, y mi mirada se perdió por unos segundos queriendo guardarme las ganas de llorar.



Me va a matar, y está disfrutando con esto.



Sin oponer más quejas ante el asunto me tumbé de nuevo en el suelo y flexioné mis piernas, y mientras comenzaba a alzar y descender mi espalda del suelo hacia mis rodillas y con mis brazos cruzados sobre mi pecho escuchaba a Tom contar paciente y con superioridad.


Contaba cada uno de mis abdominales. Y eso me ponía más nerviosa.



-Veintidós, veintitrés, veinticuatro, veinticinco...



Y entonces con diversión Bill se metió y comenzaron a contar juntos, la situación no podía resultarme más asquerosa. Son tal para cual al fin y al cabo. Pero Bill lo hacía para no aburrirse, y con mayor ánimo que Tom.



Iba por la abdominal número 46, y me quería morir, cada vez iba más lenta, y cada vez me alzaba menos del suelo, sin fuerzas.



-Cincuenta y siete..... Cincuenta y ocho......



-¡SESENTA! -Bill se coló, y antes de decir el cincuenta y nueve dijo sesenta sin haber llegado, cosa que provocó que Tom repitiera cuando iba ahora por la sesenta el cincuenta y nueve, atrasando un número.



-Tom... No puedo.



-Pues aún te faltan las flexiones. Y son otras docientas.

Infiltrado en mi corazón  -  Tom Kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora