Capítulo 10.

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Estaba en el baño de mi habitación lavándome la cara, estaba somnolienta, con los ojos entrecerrados y haciendo un gran esfuerzo en mantenerlos abiertos. Apenas había podido dormir, me despertaba cada dos horas y me costaba mucho volver a cerrar los párpados.

Bufando conseguí bajar desde la habitación hasta la cocina para hacer el desayuno, pero para mi sorpresa Tom ya estaba en la mesa central que había en ella tomándose un café con varias tostadas recién salidas de la tostadora en un plato espacioso.

Mi mano se abalanzó segura de sí hacia una de las tostadas pero el estómago se me revolvió amargadamente cuando la mano de Tom la paró al instante, sin apartar la mirada de la pequeña pantalla del televisor que había justo enfrente de él habló.

–Estas tostadas son mías. Hazte otras. –Dijo tranquilo y soltando mi mano suavemente para volver a colocarla en la tostada que estaba en su plato.

–¿No puedo coger una? –con la cabeza respondió, negando rotundamente–. Está bien.

Suspiré y me acerqué torpemente a la nevera para abrirla y de esta coger la mermelada de frambuesa, dejándola en la mesa de la cocina mientras me encaminaba a coger el pan bimbo. Mi entrecejo se frunció descaradamente al ver la bolsa arrugada y sin una triste rebanada de pan en su interior.

Cogí la bolsa vacía y la planté sobre su hermoso rostro, ladeándola de lado a lado mientras le hablaba.

–¿Enserio te has hecho todo el pan, y ni siquiera me dejas coger una rebanada? –Comenté molesta.

–Ah, ¿no queda? –Se hizo el tonto, pero descaradamente.

–¿Me estás vacilando? –Resoplé con fuerza y aparté la bolsa con furia hacia la basura.

–Come otra cosa. –Se encogió de hombros indiferente.

–No hay otra cosa.

–Pues ve a comprar. No tengo la culpa.

–La tienes. –espeté– Te has hecho siete rebanadas de pan, ¡siete! –Hablaba incrédula contando las rebanadas que habían en su plato.– Y ni siquiera tienes el detalle de darme una.

–Oh, encima de que me preocupo de que no engordes. –Murmuró vacilante.

–Vete a la mierda, cada día te soporto menos.

Suspiré por mis fosas nasales y me hice un café de máquina rápido mientras él comía. Ninguno de ambos dijimos nada más. Lejos de él me senté en la mesa mientras él miraba la televisión y yo sus tostadas con hambre, estaba realmente hambrienta y me tenía que conformar con el café. No obstante con la cuchara con la que removía el café me dispuse a coger tristes cucharadas de mermelada. Al menos así llenaría mi estómago, aunque a duras penas porque no era lo mismo que untarla en una buena y dorada tostada.

Tom era un grosero, me caía especialmente mal. Pero algo tenía que no podía dejar de mirarle cuando estaba desprevenido para poder admirar todos los rasgos de su precioso perfil.

–¿Podrías dejar de mirarme? Me tensa. –Dijo, ladeando la cabeza y desviando su mirada por unos segundos hacia mi posición.

–E..¿eh? –No pude contestar a eso, me puse nerviosa y me sonrojé visiblemente mientras descendía la vista hacia el café.– No seas engreído, estaba pensando en...en mis cosas. –Dije convencida.

–¿Al final dijiste que vendrías o que no vendrías a la fiesta? –Sacó otro tema sin venir a cuento.

–Iré. –Lo oí bufar.

–¿Por qué coño tienes que venir? Me dijiste que no vendrías.

–Me invitó tu amigo Kevin. Además, ¿tienes algún problema en que vaya? ¿Acaso te avergüenzas de mí?

Infiltrado en mi corazón  -  Tom Kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora