Capítulo 18.

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-No importa. Pero espero que no vuelva a pasar. -Contestó, sin mirar hacia mi dirección.



Yo asentí, dejándolo estar.



El timbre sonó un par de veces, y levantándome del sofá con una sonrisa hacia Tom, sincera, comencé a dirigirme a la puerta, abriéndola con brusquedad ya que no eran horas.



Era Rachel, encontrándomela ahí vestida con una ultra super mini falda con un top rosa chicle que le dejaba resaltar sus pechos asiliconados. Iba muy, pero que muy fresca y mis ojos descaradamente escaneó su cuerpo de pies a cabeza, sonriendo de manera fingida para hacerme la simpática.



-Hola. -Le dije.



-¿Está Tom? -Sin saludarme fue directa al grano, y con su cabeza comenzó a buscar a Tom en el interior de casa. Pero yo me movía en dirección a sus movimientos, evitando que mirara más allá.



-Oh, ¿Tom? -Vacilé- Pues no sé. ¡Tom! -Grité.



-Qué. -Contestó en la lejanía, acercándose hacia la puerta.



-Te busca tu novia. -Dije con recelo, dejando a la invitada allí en la puerta para adentrarme en la cocina junto con Bill para no presenciar el beso de bienvenida.



El rubio estaba fregando los platos sucios, y cogiendo un trapo de los dos que habían me acerqué a su posición, apoyándome en la encimera contigua que había al lado del fregadero.



En silencio y sumida en mis pensamientos cogí los platos que terminaba de fregar mojados para secarlos tranquilamente, ayudándole.



-¿Estás bien? -Preguntó él mientras pasaba el estropajo por el interior de un vaso.



-Sí. ¿Por qué? -Dije cogiendo el mismo vaso que acababa de lavar para secar éste, mirándole.



-Te noto silenciosa. -No dije nada, aparté la mirada y seguí secando los objetos que me tendía hasta que volvió a hablar.- ¿Te puedo preguntar algo?



-Ahá. -Respondí curiosa.



Me pasó otro vaso mojado.



-A ti te gusta mi hermano, ¿a que sí? -El vaso se me resbaló de las manos, provocando que cayera y se rompiera en mil pedazos haciendo un ruido estruendoso por toda la casa. Yo me avergoncé, y como de costumbre me puse roja.- Me lo tomaré como un sí. -Se empezó a reír en silencio, dejando de fregar para dirigirse hacia el largo armario donde estaba la escoba y el recogedor.



Mientras barría los cristales yo me quedé quieta, lo había confesado sin siquiera haber abierto la boca.



-Deberías de decírselo. -Comentó relajado.



-¿Te puedo contar una cosa sin que salga de aquí? -Él asintió, y yo inflé mis mejillas con una bocanada de oxígeno para expulsarlo lentamente por entre mis labios, respirando hondo.- Esta tarde le di un beso. -Bill dejó lo que estaba haciendo para alzar la vista hacia mí, sorprendido.



-¿Y? ¿Hubo tema? -Sonrió, haciendo un movimiento de perversión con sus cejas de arriba abajo.



-No, no hubo nada porque se separó como si yo tuviese la lepra. -Respondí seria, él frunció las cejas levemente, como si se hubiese quedado extrañado, pero no dijo nada, así que le di pie a que hablara con un gesto con mis manos.


-¿No te siguió?



-Pues no, Bill, no. -Dije frustrada- Me echó de la habitación y no me he sentido más ridícula en mi vida. -Me reí por no llorar, ya que toda la situación era muy absurda.



-Que raro.. Si Tom es un mujeriego.



-Vaya, gracias Bill. -Comenté irónica- Me dejas mucho más tranquila. -Me crucé de brazos, resoplando y rodando los ojos.



Él sonrió.



-Supongo que si no te siguió es por Rachel. -Se encogió de hombros, arrastrando los cristales con el cepillo de la escoba hacia el recogedor.



-¿Pero quién cojones es Rachel? Kevin me dijo que era una amiga con derecho a roce nada más.



-Es su novia. -Dijo con obviedad- Y Kevin lo sabe perfectamente. -Tiró los cristales en la basura y tras guardar la escoba y el recogedor se acercó a mí para rodear mis hombros con uno de sus musculosos brazos, dejando un cariñoso beso sobre una de mis sienes.



Yo me quedé en silencio, y él también. Si era su novia entonces entendía mejor su reacción.



-Me voy a ir a dormir, es muy tarde. -Suspiré, mirando el reloj de pared de la cocina en el que marcaban las 00:23.



-Yo también, Alissa. Vamos. -Soltándome los hombros ambos comenzamos a caminar, apagando antes de subir todas las luces que estaban encendidas en el piso inferior.



Iba yo delante y el detrás, y cuando llegamos al pasillo de arriba nos despedimos con un movimiento de nuestras manos.



Tom no daba señales de vida, supongo que estaba en su habitación con la rubia oxigenada dándose besitos. Cosa que me ponía nerviosa, y sí, celosa, estaba muy celosa.


Al entrar en mi habitación para disponerme a acostarme, me quité la chaqueta que cubría mi torso dejándola sobre la silla que había frente al escritorio, escuchando unos golpes salvajes pero alarmantes contra la pared de mi habitación. Lentamente me acerqué hacia ella, apoyando primero las palmas de mis manos para, cual maruja de barrio colocar después el lateral de mi cabeza sobre la pared, poniendo la oreja para escuchar, o al menos intentarlo. De repente se escuchó otro golpe que me hizo retroceder, y tras ello unos gemidos de mujer que provocó que mi rostro se volviera descompuesto.



Estaban follando como perros en celo.



No por Dios, era ya lo que me faltaba.



Unos gritos ordinarios, unos gemidos ahogados de hombre. Golpes, gritos, gemidos, golpes, gemidos, gritos, golpes... Así durante un rato.



Reaccioné, y rápido y sin pasar por el baño para siquiera lavarme los dientes me metí en la cama deprisa, cogiendo la almohada para taparme la cabeza con fuerza, intentando ignorar los gemidos, intentando no escucharlos. Se oían menos, pero todavía se podían escuchar.



-¡PARAR POR FAVOR! -Lloriqueé entre el colchón y la almohada, pero no me podían oír, así que presionando más la almohada sobre mi cabeza comencé a cantar una canción en alto, queriendo oír mi ronca voz e intentando con ella silenciar un poco el jaleo que había en la habitación contigua.



Y así estuve más de una hora. MÁS DE UNA HORA. Desesperada, cabreada.


Infiltrado en mi corazón  -  Tom Kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora