Capítulo 8.

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En las dos horas restantes no volvimos a hablar, pero sí tuvo el detalle de, una hora después de decirle que parase haberlo hecho en un bar. Y no precisamente por hacerme un favor, se quería comprar algo de beber. Vamos, fue puro interés.

Ya estábamos en Detroit. Habían zonas chulas pero también las había pobres. Realmente los barrios pobres daban un poco de pánico, porque casi siempre andaban solitarias y la gente no daba buena impresión a simple vista.

Yo estaba como una gatita asomada por la ventana, veía cosas que nunca había visto, aunque hubiese vivido toda la vida en Nueva Jersey. Porque sí, yo obviamente vivía donde Tom, ya que trabajábamos en la misma comisaría.

–¿Dónde vamos a vivir todo este tiempo? –Pregunté sin dejar de observar mi alrededor.
–Pues el jefe me mandó un mensaje hace unas horas, 11th State, así se llama la calle. El número era 17 creo recordar.
Tal cual lo dijo yo cogí mi móvil y empecé a buscar la calle por el GPS.

Tras encontrarla y ver el recorrido yo empecé a guiarle.

–Tienes que girar a la izquierda.

Lo hizo.

–Y en la segunda rotonda giras en la primera desviación. Llegarás a Church St, que está justo al lado de 11th St. Y ya buscamos el número.

Él asintió y siguiendo mis indicaciones al final llegamos a nuestro destino.

El aparcamiento estaba fuera, era un garaje abierto pero había sitio para dos coches, menos mal.

Al salir del coche y encontrarme con el aire puro me estiré después de cerrar la puerta, y con paso decidido comencé a caminar hasta la puerta mirando la casa con mucho detenimiento.

Era grande, y habían varias no iguales por su alrededor, por lo que supe que vecindario teníamos de sobra y el ambiente del barrio parecía tranquilo y seguro, eso se agradecía.
Tom iba detrás de mí y al adelantarme buscó la llave por donde el jefe le dijo. Antes en el viaje me dijo que se supone que había dejado la llave justo debajo del felpudo de la puerta. Y efectivamente ahí se encontraba.

Menudo jardín teníamos en la entrada, no era grande pero sí era precioso, y le daba mucha vidilla a la casa desde fuera.

Tom había bajado las maletas del coche y las llevaba ambas hasta que dejó la mía en la puerta y entró con la suya.

Había hecho su detalle del día. Se ve que los detalles le venían poco a poco, pero siempre me sorprendía con cualquier tontería pillándome desprevenida.

Cogí la maleta en cuanto llegué al portal y entrando en la casa la dejé en la entrada, cerrando la puerta detrás de mí y admirando el interior. Estaba amueblada y tenía un toque bastante moderno y minimalista. No había mucha decoración pero la suficiente como para que se sintiese uno a gusto.

De repente escuché como Tom corría hacia la escalera y me esquivaba. Sus intenciones eran quedarse con la habitación más grande y no lo iba a permitir, así que corrí tras él para llegar yo primera, aunque antes debería de encontrarme con la más amplia, y él suponía que también así que tendría algo de ventaja.

–¡TOM! ¡La grande es para mí!

No contestó, y mi torpeza se hizo resaltar al tropezar con el último escalón y caer de boca estruendosamente contra el suelo, y eso, aunque me hice daño no me pausó, por lo que rápidamente me levanté para ir corriendo por el pasillo hasta encontrar la dichosa habitación, aunque llegué al mismo tiempo que Tom y ambos nos quedamos en la puerta mirándonos desafiantes.

Estábamos en silencio, mirándonos fijamente como en un juego de miradas, como si ambos pretendiésemos jugar a quien aparte la mirada antes, perdería. Sin poder evitarlo esquivé su mirada un mili segundo, me estaba intimidando.

Infiltrado en mi corazón  -  Tom Kaulitz.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora