Siempre que quieres perder de vista alguien, aunque lleves días, meses o incluso años sin verlo, parece que todos los planetas se alinean y allí está, delante de ti a todas horas. Es una regla universal que todos conocen, y es exactamente lo que le sucedía a Severus Snape con Lily Evans. Hacía casi dos meses que no se hablaba con la chica, pero desde ese mismo día se la había cruzado cada una de las veces que salía de la sala común, y esto era raro teniendo en cuenta que antes de que se enfadasen les resultaba casi imposible conseguir coincidir, aunque fuese casualmente, y pasar un rato juntos. Era normal verla en el Gran Comedor, o en las asignaturas que tenían en común, incluso en la biblioteca, pero que se la cruzase también cuando se dirigía a un alejado baño del sexto piso o cuando paseaba por los patios exteriores de Hogwarts ya era casualidad.
Aun así, Severus no se mostraba dispuesto a mirarla y mucho menos a hablarle. Le daba igual si Lily le pedía perdón o si quería que fuese él quien se lo pidiese. Cada vez que se imaginaba a la pelirroja muchacha sonriendo a Lupin y Potter, hablándoles con amabilidad o bailando entre sus brazos, sentía una fuerte sacudida en el vientre y una molesta presión en el pecho.
Esa mañana de jueves, Severus desayunaba temprano, como siempre. Desde su mesa podía ver la rojiza y larga melena de Lily y, aunque no quería, no podía evitar mirarla de vez en cuando. Echaba una ojeada rápida y volvía a concentrarse en sus tostadas para, después de unos segundos, volver a mirar. Fue así como descubrió que un chico alto y con el cabello dorado se acercaba a Lily sonriendo después de que unos chicos, que Severus entendió que eran amigos suyos, le empujasen hacia ella sin que la chica se percatase, porque estaba hablando con Annie Sheppley. Lily miró al muchacho con una encantadora sonrisa en los labios, esa sonrisa que todos en Hogwarts conocían ya, y le invitó a sentarse junto a ella. Aquel chico le resultaba a Severus familiar, pero no conseguía recordar de qué curso era. Desde luego, era mayor, no era de quinto, y el joven slytherin juraría que era de Ravenclaw. ¡Claro! Ese era Scott Benson, iba con ellos al Club de Encantamientos (a los que Severus había dejado de ir desde que no se hablaba con Lily) y Severus recordó que siempre era muy simpático con su amiga.
Demasiado.
Según tenía entendido Severus, el tal Scott era un chico muy inteligente, también prefecto, y gustaba a las chicas, o al menos a él se lo parecía. El Ravenclaw parecía un poco avergonzado y su mirada se movía, nerviosa, desde sus manos hasta los ojos de Lily. Cuando dejó de hablar, Severus notó que Lily se había puesto un poco colorada y que su sonrisa era tímida. Asintió y Scott Benson pareció complacido, como si se hubiese quitado un gran peso de encima y fuese tremendamente feliz.
- ¿Vas a llevar a alguien a Hogsmeade? – Preguntó Regulus repentinamente, sentándose frente a él.
- ¿A alguien? – Severus no comprendía muy bien la pregunta - ¿Qué quieres decir?
Regulus puso los ojos en blanco y sacó un pergamino de la mochila, deslizándolo sobre la mesa para que Severus pudiese verlo. Resultaba que ese sábado había salida a Hogsmeade y coincidía con el día de San Valentín. A Severus todo eso le parecía una tontería, pero al parecer Scott Benson no opinaba lo mismo. Seguro que había ido a invitar a Lily a salir aquel fin de semana, y ella había aceptado. Los celos volvieron a aparecer en el pecho de Severus, pero el muchacho intentó que no se le notase nada raro ahora que sus compañeros de Slytherin habían tomado asiento junto a él.
- Yo quizás le diga algo a Marcie Bradley. – Dijo uno de los chicos que habían llegado con Regulus.
Marcie Bradley era una horrorosa chica de quinto de Slytherin que tenía un montón de granos en la cara y los dientes muy amarillos, pero Severus no era quien para opinar. El muchacho volvió a mirar a la mesa de Gryffindor, donde Lily se había llevado las manos a las mejillas y sonreía radiante mientras Annie la observaba risueña.
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Memorias de Hogwarts
Fanfiction"La primera vez que Lily Evans cruzó su mirada con la de James Potter no sabía muchas cosas. No sabía que sería un calvario asistir con él a clase. No sabía que preferiría quemarse en el infierno a tener que entablar una conversación con él. Tampoco...