24. Sentir el vacío

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La fría luz del sol tan típica de las mañanas de marzo comenzó a inundar el dormitorio donde tres chicos dormían plácidamente. Entre esos chicos estaba James Potter, que se removió con fastidio al notar la claridad que se hacía presente más allá de sus párpados, pero sobre todo al escuchar los pasos y las voces que se oían al otro lado de la puerta, donde sus compañeros ya se ponían en marcha para bajar a desayunar y asistir a las clases. Tras emitir un ronco gruñido, metió la cabeza debajo de la almohada, pero comprobó con disgusto que era incapaz de volver a conciliar el sueño, así que se incorporó pesadamente sobre la cintura, se frotó los ojos y buscó con la mano a su alrededor, en el colchón, sus gafas. Tenían que estar por allí, porque no recordaba habérselas quitado la noche anterior. El muchacho tanteó un par de segundos más hasta que por fin dio con ellas, cerca de su rodilla izquierda.

James examinó el dormitorio con una mirada cansada y somnolienta. Remus no estaba en su cama, seguro que estaría preparándose en el baño. Peter y Sirius dormían a pata suelta, aunque no por mucho tiempo si él podía evitarlo. El chico cogió su almohada y la lanzó contra su amigo Sirius, que dormía en la cama contigua a la suya.

- ¡SIRIUS! – Gritó James todo lo fuerte que pudo.

Peter se alzó sobresaltado y con los ojos muy abiertos. Sirius apenas se movió. James sonrió con la boca torcida, tendría que coger algo más...contundente. Volvió a mirar alrededor, junto a su cama había un libro tirado en el suelo, el manual de Pociones. La sonrisa del chico se ensanchó aún más. Peter lo miraba como si no creyese que pudiese hacer lo que iba a hacer, y eso animó aún más a James, porque si había algo que le gustaba, era demostrar que él podía hacer todo lo que se propusiese, por muy descabellado que pudiese parecer. Y así fue como el manual de Pociones terminó estampándose contra Sirius, acertándole de lleno en la cabeza.

- ¡JODER JAMES! – Gritó el muchacho, frotándose el lugar donde el manual le había dado mientras se incorporaba - ¡VETE A LA MIERDA DE UNA VEZ! ¿¡NO VES QUE ESTOY DURMIENDO!?

Sirius le lanzó de vuelta el libro, dándole a James en el pecho. El chico gimió de dolor y se frotó el centro, donde le picaba el golpe, mientras Sirius volvía a acostarse.

- ¡Vamos a llegar tarde! ¡Venga! ¡Levanta! – Exclamó James, sacando los pies por el borde de la cama para empezar a vestirse.

Peter también había salido de la cama y, después de estirarse, comenzó a vestirse con el uniforme del colegio. James escuchó a Sirius exhalar un fuerte suspiro, tras el cual se incorporó, se tapó la cara con las manos y gruñó por lo bajo.

- Joder... - Dijo el chico, desperezándose – Que sueño...

- Te empeñaste en salir a dar una vuelta a las tantas... – Dejó caer James, abotonándose la camisa.

- No podía dormir y para estar dando vueltas en la cama... - Sirius soltó un largo bostezo – prefería ir contigo a pasear bajo la luz de la luna. – El chico sonrió de medio lado.

- Voy al baño, chicos. – Dijo Peter, una vez que se había abrochado el cinturón del uniforme y se había puesto los zapatos.

James se giró para coger unos pantalones negros. Odiaba aquel maldito uniforme, pero ya lo habían castigado demasiadas veces por ir a clase sin él. Sirius decía, muy acertadamente, que parecían ancianos así vestidos. Y luego estaban esos feos zapatos negros, que no se los ponían ni los abuelos. Mientras se subía y abrochaba los pantalones, James miró a su amigo Sirius. El chico se comportaba como si la noche anterior no hubiese ocurrido nada entre él y Susan, como si no se hubiesen gritado y luego Sirius la hubiese besado antes de dejarla con un palmo de narices plantada en medio del vestuario.

Memorias de HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora