103. La calavera y la serpiente

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El aire de la mañana le heló las mejillas y la hizo despertar definitivamente. Se alegró de haberse puesto una túnica de manga larga, porque si bien era cierto que ya estaban en junio, aquel comienzo de verano estaba siendo más gélido de lo habitual. A aquellas alturas del curso lo normal era que los chicos y chicas de Hogwarts perdiesen su tiempo libre refrescándose a orillas del Lago Negro, sin embargo casi había llegado el día de abandonar Hogwarts y la mayor parte del tiempo corría un airecillo demasiado frío como para que a uno le apeteciese darse un chapuzón.

Con cautela, Phoebe Rosier salió del castillo mientras miraba en todas direcciones para asegurarse de que ninguno de los estúpidos amigos de su hermano la veía. Solo faltaría que corriesen a contárselo a Evan. Quizás no le importaría si aún quedasen varios meses para regresar a casa, pero teniendo en cuenta que la vuelta era inminente mejor no darle un motivo a sus padres para enfadarse con ella.

Se preguntó si Black, Snape y el resto ya habrían salido hacia Hogsmeade. No los había visto en la Sala Común, pero tal vez se debiese a que se habían quedado dormidos... Esperaba que no. Esperaba que ya se encontrasen en el pueblo o al menos que ya se dirigiesen hacia él.

- ¡Qué ganas de tomar una cerveza de mantequilla!

Phoebe se apresuró a ocultarse lo mejor que pudo tras el robusto tronco de un roble al escuchar aquella voz a lo lejos. Desde su posición observó a un grupo de chicos y chicas de Gryffindor entre los cuáles destacaba Remus Lupin. Phoebe Rosier se planteó una vez más la misma cuestión: ¿por qué quería avisarlo? Lo siguió con la mirada, ajeno a todo lo que iba a suceder. Normalmente a Phoebe le daba igual todo el mundo. No solía preocuparse por nadie, ni siquiera por ella misma en muchas ocasiones, así que fue un descubrimiento sentir cierta zozobra mientras la sonrisa de Lupin se le venía a la mente. Se mordió el labio inferior al tiempo que se debatía entre llamarlo o dejarlo ir. No tenía mucho tiempo para pensarlo, Lupin ya se alejaba con sus amigos mientras ella se retorcía las mangas con nerviosismo.

- ¡Lupin! - Gritó entonces, saliendo de detrás del tronco para que el muchacho de cabello castaño, perfectamente peinado, pudiese verla.

Aunque solo lo llamó a él, el resto del grupo se giró para mirarla. Sirius Black, James Potter, Evans, el amigo rechoncho, la buscadora de cabellos rizados y la rara de Ravenclaw. Todos intercambiaron miradas desconcertadas, seguramente preguntándose qué hacía Phoebe Rosier exigiendo la atención de su amigo. Como Phoebe no añadió nada más - porque no creyó que fuese necesario -, Remus le murmuró algo al grupo que lo acompañaba para que siguiesen su camino. Luego fijó sus ojos claros en ella y se acercó a donde la muchacha permanecía clavada al suelo.

- Hola. - Dijo Remus, que parecía ligeramente cohibido, quizás por la forma en la que Phoebe lo había llamado.

- Hola. - La chica apretó los labios sin apartar la mirada de él. El estómago se le encogió un poco cuando el chico sonrió de medio lado. Metió las manos en los bolsillos y miró a un lado y a otro.

- Tienes mejor aspecto que la última vez que nos vimos. - Dijo el gryffindor, posando de nuevo los ojos en ella - Al menos ya no estás llorando.

Phoebe no supo si gruñir ante tal observación o agradecerle a Lupin que se hubiese preocupado por su estado días atrás, cuando la encontró llorando junto a una ventana del castillo. Optó por mantenerse en silencio. Tenerlo frente a ella la ponía nerviosa y temía decir o hacer algo que la hiciese parecer estúpida o infantil a ojos del chico.

- ¡Mulciber, vamos! ¡Joder, siempre hay que esperarte!

Escuchar la voz de Avery la devolvió a su ser. Antes de que Lupin pudiese mirar en dirección a la puerta principal del castillo, Phoebe lo agarró del brazo y tiró de él hasta que ambos estuvieron ocultos tras el tronco del roble que antes había cobijado a la muchacha.

Memorias de HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora