33. Uno de septiembre

2.2K 74 53
                                    



Aquel uno de septiembre hacía más frío de lo normal, o al menos eso pensó Sirius cuando salió a la calle cargando su baúl, ayudado por el padre de James. Puede que también inflyese el hecho de que era temprano, exactamente las siete de la mañana, porque Dorea Potter había insistido en que saliesen a esa hora, recordándoles que el año anterior casi no llegan a tiempo por culpa de James, para variar. El señor Potter había aparecido la noche anterior con un coche, donde se suponía que irían a Londres. Según le contó James, alquilaba uno todos los años, ya que él no podía aparecerse y en la estación no había chimeneas para utilizar polvos Flu, de modo que Charlus Potter había decidido que lo mejor era coger uno de esos cacharros muggles y encantarlo para que los llevase hasta King's Cross (porque él no tenía ni idea de cómo funcionaba). Fue complicado meter dos baúles, la guitarra, dos escobas y el tocadiscos en la parte trasera del coche, donde tuvieron que lanzar un encantamiento para ensancharlo y que todo cupiese perfectamente. James metió a Speed con él en el interior del coche, dentro de su jaula, la cual no dejó de chillar en la primera media hora de viaje. Sirius se planteó seriamente si estrangularla allí mismo, en presencia de todos, pero no fue necesario porque Dorea le lanzó un encantamiento insonorizador.

- Tengo sueño. – Se quejó James, echando la cabeza hacia atrás con los brazos cruzados y cerrando los ojos.

- ¿Tenéis ganas de volver al colegio, chicos? – Preguntó Dorea con media sonrisa.

- James tiene muchas ganas, ¿verdad, Jamie? – Sirius los miró con una mueca de maldad en los labios.

James abrió los ojos ligeramente y miró a su amigo de reojo, soltando un bufido.

- ¿Por qué dices eso, Sirius? – Volvió a preguntar Dorea con curiosidad, mirando al chico a través del espejo de su parasol, que había bajado para que la luz del amanecer no la cegase.

- No lo dice por nada. – Terció James bruscamente.

- A James le gusta una chica. – Dijo Sirius, hablando al mismo tiempo que su amigo.

El hijo de los Potter le lanzó una mirada furiosa a su amigo, que no podía dejar de sonreír. Era tan divertido meterse con James... Dorea, por su parte, había abierto la boca y una expresión de agradable sorpresa aparecía en su rostro. La canosa mujer se giró a medias desde el asiento delantero para mirar a su hijo.

- ¿Te gusta una chica y no se lo cuentas a tu madre?

- ¿Te crees lo que te cuenta Sirius? – Preguntó James alzando las cejas.

- Se llama Lily Evans. – Dijo Sirius.

- ¿Podrías callarte, Sirius? – James lo miró con los ojos muy abiertos.

Sirius soltó una profunda carcajada mientras su amigo volvía a mirar a su madre, que parecía tener más ganas de preguntar.

- ¿Es de tu curso, cariño? – Preguntó Dorea, sonriendo con ternura a su hijo.

- ¡Mamá! ¡No pienso seguir hablando de esto! – James se cruzó de brazos y puso ese gesto enfurruñado que a Sirius siempre le había recordado al de un mimado niño pequeño que no puede salirse con la suya.

- Sí, es de nuestro curso, señora Potter. También es de Gryffindor. – Explicó Sirius.

- Te odio... - Murmuró James, observando a su amigo con los ojos entrecerrados.

Dorea miró a su hijo y le pasó una mano por la rodilla.

- ¿Por qué te enfadas? Es normal que te guste una chica, James.

Memorias de HogwartsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora